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Paul Newman
muere a los 83 años
El actor y director estadounidense,
ganador de tres Oscar, trabajó en casi 60 películas y dirigió seis largometrajes
· Padecía una grave enfermedad pulmonar
El actor Paul Newman, protagonista de películas inolvidables como Dos hombres y
un destino y El color del dinero, ha muerto este sábado como consecuencia de un
cáncer de pulmón a los 83 años de edad, según informó Newman's Own Foundation.
Se fue esa irresistible sonrisa, ese brillo único en los ojos azules y ese pelo
tan perfectamente despeinado. Mientras Hollywood llora a Paul Newman, al igual
que sus fans en todo el mundo, queda claro que fue no sólo una estrella, sino
una persona modelo, siempre cortés, leal e inteligente sin tintes de malcriado o
veleidoso. Casado con la misma mujer durante más de 50 años ("¿Por qué ir a
buscar una hamburguesa cuando tienes una chuleta en casa?", afirmó cierta vez),
y protagonista de numerosos films de culto, Newman vivió durante décadas en la
pequeña ciudad de Westport (Connecticut), y su carrera jamás se vio enturbiada
por ningún escándalo. Por el contrario, los únicos titulares que la prensa rosa
le dedicó fueron por su filantropía. El actor donó para fines benéficos todos
los beneficios después de impuestos de la compañía alimenticia que fundó en
1982. El total de las contribuciones de la línea de aderezos de ensaladas, chips
y salsas de Newman llegó a más de 220 millones de dólares, y donó además
millones de su fortuna personal.
Un mito del cine
Nacido en una familia formada por un próspero padre judío y una madre húngara
católica el 26 de enero de 1925 en Shaker Heights, Newman fue apoyado desde
joven en sus ambiciones actorales y debutó con 7 años en una obra escolar.
Sirvió como artillero de cola en el Pacífico en la Segunda Guerra Mundial y
luego estudió actuación en la Universidad de Yale. Siguió preparándose con
estudios en el aclamado Actors Studio de Nueva York, y el magnetismo de su personalidad lo inundaba
todo apenas aparecía en la pantalla. Fue uno de los pocos actores capaces de
sobrevivir a la transición del cine naif de los años 50 al realismo de los 60 y 70. Su primer papel
importante fue como el boxeador Rocky Graziano en Marcado por el odio (1956),
seguido por su dúo con Elizabeth Taylor en La gata sobre el tejado de zinq en
1958, papel por el que fue nominado a un Oscar. En 1960 encarnó a un pionero
sionista en Éxodo, y luego a un joven jugador de billar en El buscavidas, un
cowboy sin corazón en Hud y un adorable pero rebelde prisionero en La leyenda
del indomable tres papeles estos últimos por los que también recibió una
nominación al Oscar. Pero su interpretación más famosa le llegó junto a Robert
Redford en Dos hombres y un destino en 1969, película en la que los dos íconos
de Hollywood encarnan a dos bandidos legendarios. Ambos repitieron juntos en
1973, con El golpe. Volvió a ser nominado al Oscar en 1981 por encarnar al hijo
de un gánster acusado falsamente en Ausencia de malicia, pero tuvo que esperar
hasta 1986 para llevarse finalmente una estatuilla dorada con su papel de Fast
Eddie -de El buscavidas- en la remake El color del dinero, de Martin Scorsese.
Su última aparición cinematográfica fue en 2002, en la película de Sam Mendes
Camino a la Perdición, por la que estubo nominado a los Oscars el mejor actor
secundario. Luego dobló a uno de los coches de la película de dibujos animados
Cars.
Su otra gran pasión: los coches
Al margen de las películas, la filantropía y la familia, las otras grandes
pasiones de Newman fueron las causas liberales y las carreras de coches, que
según afirmaba eran "la única cosa" en la que creía tener talento. Sus fans no
estarían de acuerdo. Pero el talento de Newman para la actuación era tan natural
que nunca fue del todo consciente de su enorme don. Atribuía su enorme éxito a
una serie de sencillas reglas: "Estudia tus fuerzas y conoce quién eres y qué
tienes de especial", dijo cierta vez. Y añadió: "Descubre qué hace cada uno en
un set de filmación, pregunta y escucha. Asegúrate de vivir la vida, lo que
significa no hacer cosas para conseguir celebridad, y devuelve algo positivo a
nuestra sociedad". Martin Scorsese.
EUROPA PRESS, NUEVA YORK | Actualizado 27.09.2008. Foto (1) Newman, en el
papel del mafioso John Rooney, su última aparición en el cine en la 'Camino a la
Perdición' / 20 Century Fox. Foto (2) Paul Newman junto a Robert Redford en 'Dos
hombres y un destino'. / Reuters. Foto (3) Junto a Elisabeth Taylor en 'La gata
sobre el tejado de Zinq'. / Reuters
Un tesoro manuscrito de Mozart, oculto durante
siglos
Hallada en Nantes una partitura inédita
del músico
La historia del último e inesperado añadido a la obra mozartiana comienza en
1787. Y termina esta semana en Nantes (Francia). Wolfgang Amadeus Mozart
escribió el esbozo de una misa en Re menor y una breve sonata. Luego, por
razones desconocidas, estas partituras llegaron a manos de Pierre-Antoine
Lebouchère, coleccionista local que logró acumular más de 3.000 documentos
autógrafos. Lebouchère era pintor. Nació en 1806. Y una vez pasado el huracán
destructor y renovador de la Revolución, él fue de los que quisieron conservar.
A mediados del siglo XIX, su colección pasó a manos de los archivos municipales
de Nantes. Y éstos guardaron como una mera copia el documento recién
descubierto. Hace un año, se desplazó a Nantes Ulrich Leisinger, responsable del
departamento de musicología del Mozartmuseum de Salzburgo, que autentificó las
partituras -y dos cartas-. En efecto, era la mano de Mozart la que había escrito
ese esbozo de una misa en Re menor y esa breve sonata. Desde el Ayuntamiento de
Nantes moderan por precaución el entusiasmo del hallazgo. "Sólo es un experto el
que ha avalado los documentos. Hay que proseguir los análisis" dice Jean-Louis
Jossic, concejal de Cultura. La partitura es una hoja amarillenta de 16 por 29
centímetros, el rastro modesto de un gran talento que ha permanecido perdido y
mudo durante más de 200 años a pesar de que, en el siglo XIX, un funcionario
clasificó el material como obra de un tal W. A. Mozart. Para la directora de la
mediateca de Nantes, Agnès Marcetteau, la partitura es "sólo un esbozo, un mero
fragmento", aunque admite su gran interés por el hecho de que, de las 626 obras
atribuidas a Mozart, apenas en un centenar de casos se conserva la partitura
autógrafa original y eso confiere "un gran valor" al manuscrito. Para ella la
sonata podría ser también la música que acompañaría el canto del Kyrie. El
Ayuntamiento desea estrenar los dos temas mozartianos la próxima primavera.
OCTAVI MARTÍ - París - 20/09/2008
Larga vida para Salud
Falla destiló al límite los
rasgos esenciales de la música popular andaluza
A sus veintiún años, Manuel de Falla siente que se le queda pequeña su Cádiz
natal y comienza a viajar de forma cada vez más asidua a Madrid, donde acabará
radicándose, con el resto de su familia, desde 1899. Consolida de forma
brillante su formación pianística de la mano de José Tragó, consigue el premio
extraordinario de piano y estrena sus primeras composiciones para el teclado. Un
encuentro trascendental sobrevendrá en 1901, cuando conoce a Felipe Pedrell e
inicia con él estudios de composición durante tres años. Pedrell juega un papel
esencial en la evolución artística de Manuel, haciéndole evolucionar desde el
lenguaje postromántico hasta el de un nacionalismo no pintoresquista, sino
basado en el conocimiento de la tradición musical española y en el folclore
real. La primera ocasión en la que Falla puso en práctica de forma integral las
enseñanzas de Pedrell vino de la mano del concurso convocado el 5 de julio de
1904 por la Real Academia de San Fernando para la composición de una ópera
española en un acto. Su amigo y paisano Carlos Fernández Shaw escribió un
libreto ambientado en Granada y que desarrolla, de forma sucinta, el conflicto
amoroso entre la gitana Salud y Paco, un señorito bien que acaba por casarse con
una joven "de su clase y de su casta". En plena fiesta de boda, Salud cae
fulminada tras recriminarle a Paco su conducta. A pesar de que en las bases del
concurso -que La vida breve ganó- se recogía su estreno en Madrid, la verdad es
que Falla tendría que esperar hasta el 1 de abril de 1913 para verla
representada y tuvo que ser en Niza. De ahí pasó a París y sólo en 1914 se
representó en Madrid. Escrita antes de su trascendental estancia en París
(1907-1914), la partitura de La vida breve muestra que Falla ya estaba en Madrid
al día de las corrientes estéticas francesas. Se pueden escuchar claros ecos de
la música Paul Dukas en la introducción orquestal y, en general, la orquestación
tiene un claro sabor francés. Por otra parte, Falla se aleja voluntariamente del
lenguaje de la zarzuela (género que había cultivado en Madrid como forma de
subsistencia y de darse a conocer) y modela su escritura vocal sobre la horma
del lenguaje verista. El aria de Salud (Vivan los que ríen) y el apasionado dúo
con Paco son los mejores ejemplos de esta herencia operística. Con todo, lo que
le da a esta ópera un aire inconfundible y lo que la dota de tintes de
genialidad es la perfecta imbricación de la modernidad musical (Impresionismo
francés y Verismo italiano) con un discurso musical personal que deriva de la
destilación última de los rasgos esenciales de la música popular andaluza.
Cadencias andaluzas, acordes aumentados, progresiones armónicas, síncopas y
cambios de ritmo son manejados por Falla de forma magistral. Salvo en la escena
de la fiesta, no encontraremos citas literales del flamenco, sino más bien eso
que Falla llamó el folclore imaginario, la esencialización y reelaboración de
las pautas fundamentales de la tradición heredada y volcada sobre un lenguaje
contemporáneo. Es lo que hace de La vida breve algo tan familiar y tan refinado
al mismo tiempo, tan particular y tan universal.
Andrés Moreno Mengíbar / SEVILLA | Actualizado 11.09.2008
Un libro vincula el flamenco y las minas en el
siglo XIX en Linares
La doctora malagueña Díaz Olaya refleja
el desarrollo del flamenco en la zona a través del mestizaje cultural La ciudad
fue un importante foco cultural gracias a la explotación minera
La editorial Signatura publica 'Minería, flamenco y cafés cantantes en Linares
(1868-1918)', de la doctora de la Universidad de Málaga Ana María Díaz Olaya, un
elaborado estudio sobre cómo el origen y el desarrollo del cante y el baile
flamenco estuvieron ligados en aquella época -finales del siglo XIX y principios
del XX- a la proliferación en la citada comarca jiennense de los denominados
cafés cantantes, locales conocidos por el mestizaje social y cultural que se dio
en el seno de una ciudad de histórica tradición minera. La autora explicó en
declaraciones a Europa Press que en el libro retrata la Linares de finales del
siglo XIX y principios del XX, cuando se convirtió en una de las principales
ciudades en importancia tanto de España como del Viejo Continente como
consecuencia de la explotación, «por parte fundamentalmente de los ingleses», de
los enclaves mineros -unos 500- que se concentraron en la localidad.
Cafés cantante
«Me centro en esta época de esplendor y riqueza para ofrecer
una panorámica de la vida cultural que existía en ella», destacó la escritora,
subrayando al tiempo que su principal reclamo son los cafés cantantes que
proliferaron en la época, locales de reunión y encuentro de las diferentes
culturas y clases sociales en los que germinó el flamenco como resultado de la
fusión y el mestizaje. Concretó que su búsqueda se centró en averiguar el número
exacto de cafés cantantes que se abrieron en esos años en la ciudad, unos 17 en
total, con los que Linares superaba «sorprendentemente» en este aspecto a otras
ciudades de mayores dimensiones e importancia. Tal fue la relevancia cultural
que adquirieron estos escenarios que no sólo fueron punto de encuentro tanto
para el minero local como para el señorito inglés, sino también «lugar de paso»
para todos aquellos artistas de renombre que, procediendo de Sevilla, Cádiz o
Jerez de la Frontera -otros focos de gran relieve en el desarrollo del
flamenco-, tenían como último destino Madrid y como escala hacia la capital de
España la ciudad de Linares.
Mestizaje cultural
En este sentido, Díaz Olaya destacó que llegaban a la comarca
jiennense «artistas de todo el mundo» de Europa y América, si bien precisó que
los inmigrantes procedían preferentemente de Inglaterra, Alemania y Francia. Del
país británico recalaban, en concreto, los ingenieros de las minas, pero también
pastores que en una España católica, en crisis y dedicada económicamente al
ejercicio casi en excluso de la agricultura, «difundieron el protestantismo, lo
que provocó un choque tremendo de culturas y religiones». En ese marco
histórico, «la creciente proliferación de los cafés cantantes fue clave para el
nacimiento del flamenco tal y como se entiende en la actualidad», aunque como
puede comprenderse, y a juicio de la autora, «aún lejos de la evolución que ha
experimentado desde entonces, siempre gracias al mestizaje, tanto del baile
gitano más puro como de la cultura andaluza e incluso de las influencias
bizantinas».
IRENE TÉLLEZ. Cultura-Jaen, 10 septiembre 2008
Manuel de Falla esencial
Manuel de Falla es, sin lugar a dudas,
el más internacional de los compositores españoles.
Nuestra colección le dedicó ya un disco a su breve pero exquisito repertorio
pianístico y ahora ofrece algunas de sus obras más célebres, esas que han
extendido su fama por el mundo, que no son muchas. El catálogo del compositor
gaditano es muy reducido, si bien todo resulta esencial, ya que era un
perfeccionista que siempre destacó por la finura y el detallismo del mejor
orfebre. La historia de la gestación de El amor brujo es larga y compleja. En
1915 el compositor había creado una pantomima con ese título para Pastora
Imperio, pero tras el sonado éxito en 1919 de la conversión de la farsa El
corregidor y la molinera en el ballet El sombrero de tres picos, Falla decidió
realizar una operación similar con aquella gitanería, sobre la que ya había
preparado algunos arreglos sinfónicos. El ballet resultante, más conciso y
depurado que el original, se estrenaría en París en mayo de 1925. Aunque la obra
incluía una voz femenina, el compositor autorizó una especie de suite sinfónica,
con algunos números suprimidos y otros discretamente reelaborados. Esa versión,
que se interpreta casi tanto como la original, es la que recoge nuestro disco,
que la ofrece en una interpretación de uno de los mejores conocedores del mundo
de Falla, el coruñés Luis Izquierdo, aquí al frente de la Sinfónica de RTVE. La
misma orquesta, ahora conducida por Enrique García Asensio y con el concurso de
la gran y prematuramente desaparecida pianista barcelonesa Rosa Sabater, ofrece
otra de las piezas más interpretadas del gaditano, las Noches en los Jardines de
España, un hermosísimo tríptico para piano y orquesta estrenado en marzo de
1916, en el que se combina la vocación andalucista con la atmósfera de la música
francesa, de la que Falla se había impregnado durante su crucial y larga
estancia parisina (1907-1914). El CD se completa con una pequeña joya del
catálogo falliano, Psyché, una pieza escrita para voz de soprano sobre un poema
de Jean Aubry que se estrenó en Barcelona en 1925. El tempo prescrito -andante
molto tranquilo e sostenuto-, el delicado acompañamiento, previsto para arpa,
flauta, violín, viola y violonchelo, y el sutil y refinadísimo lirismo de la
línea melódica crean en el oyente una auténtica sensación de tiempo suspendido.
Poco interpretada, acaso por su poco común instrumentación, es la voz de María
José Montiel, con solistas de la Orquesta de RTVE dirigidos por Ángel Gil
Ordóñez, que la recrea en este disco.
Pablo J. Vayón | Actualizado 30.08.2008. En la imagen, retrato del compositor
Manuel de Falla, en su residencia de Alta Gracia en Argentina, donde emigró en
1939. Nació en Granada el 23 de noviembre de 1876 y creó diferentes obras
musicales, todas con marcada influencia de folklore español. EFE - EFE
Música. Definitivo Nat KingCole
Se edita la exhaustiva biografía que
Daniel Mark Epstein dedica al intérprete de canciones inmortales como «Mona
Lisa» y «Quizás, quizás, quizás»
La música de Nathaniel Adams Coles, Nat King Cole para la historia, sigue tan
vigente aún como en 1965, año en el que el músico murió. Niño prodigio del jazz,
amigo de Sinatra o John F. Kennedy, su vida no fue fácil, como se puede apreciar
en la exhaustiva biografía que el escritor Daniel Mark Epstein le ha dedicado en
«Nat King Cole. La voz inolvidable» (Global Rhythm). Gracias a la consulta de
archivos y entrevistas con familiares y amigos de Cole, pero sin la intención de
narrar la vida de un santo o de un villano -algo que no fue-, Epstein logra
recrear los capítulos más interesantes de una carrera que comienza a dar sus
primeros pasos en los ambientes del jazz. Hijo de un carnicero y ministro de una
iglesia baptista, el pequeño Nathaniel fue un niño «tímido y reflexivo; hablaba
con dificultad, tartamudeando, ceceante. Y, sin embargo, cuanto decía muchas
veces resultaba sorprendente». Los locales jazzísticos en el Chicago de Al
Capone fueron los primeros en abrir las puertas a una carrera imparable,
estimulada por la presencia en la ciudad de los grandes como Duke Ellington y
Louis Armstrong, este último vecino de la familia Coles. Un melenudo ermitaño
El libro también es una biografía de alguno de los temas que hicieron famoso a
quien primero fue un admirado pianista de jazz. La primera de esas canciones fue
«Nature boy», que ha llegado a conocer hasta una versión interpretada por Bowie.
Su autor era un melenudo, como lo llama Epstein, Eden Ahbez, un ermitaño que
dormía en un saco de dormir con su mujer en las colinas de Hollywood. La pieza,
inspirada en pasajes de la Biblia, se convirtió en un fenómeno en 1948 cuando
vio la luz en forma de disco. Casado en dos ocasiones, fumador empedernido -lo
que le llevaría a la tumba con 45 años-, conoció las mieles de la fama al cantar
«Mona Lisa» en la gala inaugural de la presidencia Kennedy en 1961. Es la misma
época en la que también tuvo como espectadora a la reina de Inglaterra o a la
princesa Gracia de Mónaco. Sin embargo, no todos los teatros se le abren y el
color de la piel es motivo para que le cancelen actuaciones, una constante en su
carrera. Por ejemplo, en 1960, el Masonic Auditorium de San Francisco optó por
el no a Nat porque, como explicó su gerente, «nosotros no hacemos asunción [sic]
del color de su piel. Simplemente, no queremos en el auditorio a la clase de
gente que Cole atrae». Ironías del destino el vocalista, según su agente, era
masón por el trigésimo segundo grado. Cuando murió de cáncer de pulmón, en 1965,
el funeral de Cole reunió lo mejor de la vida cultural de Estados Unidos, desde
Robert Kennedy a Count Basie. Epstein lo narra con mano maestra.
La Razón, Víctor Fernández - Barcelona
Manuel Galiana leerá tres poemas inéditos de
Celaya sobre Lorca
Alfacar celebra el día 17 de agosto el
72 aniversario del fusilamiento del poeta granadino en un acto que también
recuerda a las víctimas de la Guerra Civil
En el 72 aniversario del fusilamiento de Federico García Lorca, que se celebra
en Alfacar, se quiere recordar, no sólo al poeta granadino, sino también a todas
las víctimas de la Guerra Civil Española. El acto comenzará el 17 de agosto a
las 21.30 horas con una ofrenda floral en el monolito instalado en memoria del
poeta de Fuente Vaqueros. A continuación y a partir de las 22.00 horas, el
músico malagueño José Luis Zafra ofrecerá un concierto de piano con piezas
inspiradas en el Romancero Gitano. Dentro de estos actos de celebración del
aniversario de la muerte del autor de Bodas de sangre, destaca la lectura de
tres poemas inéditos de Gabriel García Celaya sobre Federico García Lorca, a
manos de uno de los actores televisivos del momento, Manuel Galiana, que
sustituirá a Emilio Gutiérez Caba que, por problemas médicos no, va a poder
asistir al acto. Antonio Chicharro Chamorro, profesor de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, es el responsable del
descubrimiento de los tres poemas inéditos del poeta vasco Gabriel Celaya,
mientras consultaba los fondos documentales depositados por el poeta en el Koldo
Mitxelena Kulturunea de San Sebastián. En ellos Celaya se refiere al
fusilamiento de su amigo y compañero Federico García Lorca. El primero de los
poemas, Elegía del muerto juvenil, está fechado en Zaragoza el 19 de diciembre
de 1938. El poema forma parte de un conjunto de textos poéticos inéditos,
escritos entre 1936 y 1944 y agrupados bajo el título Canciones en el aire. En
sus versos el poeta expresa su elegía por "la joven vida truncada, por la
sonrisa rota, por el esperanzado y cotidiano renacer a que estaba abocado y ya
quebrado para siempre", según describe el profesor Antonio Chicharro Chamorro.
Gabriel Celaya, sin embargo, dejó sin titular el segundo poema recuperado, pero
su último verso da lugar al nombre de la publicación que recoge los tres poemas:
En un lugar cualquiera, un día que no nombro, y está fechado en San Sebastián el
día 3 de julio de 1947. En esta ocasión, Gabriel Celaya desgrana los recuerdos
de su amigo, los rasgos de su personalidad y sus grandes cualidades. En el
tercer poema inédito se titula Memoria a Federico y fue escrito en el mes de
agosto de 1949. En esta ocasión Celaya se sirve intertextualemente del romance
lorquiano Muerte de don Antoñito el Camborio, que forma parte del Romancero
Gitano. Es en este último poema en el que el Celaya deja ver su rabia e
indignación orientada hacia la Guerra Civil. Para Antonio Chicharro, los poemas
podría ser un homenaje privado y personal a su amigo, a la vez que una protesta
poética. "Suponen el cultivo de la memoria histórica y un reconocimiento de la
amistad de dos grandes poetas que, cada uno, pusieron lo mejor de sí mismo para
promover una cultura literaria", afirma el profesor Chicharro Chamorro.
Leticia Pérez / GranadA | Actualizado 13.08.2008
Paul Newman pide
a su familia que le dejen morir en casa
Tras terminar su tratamiento de quimioterapia, las noticias para el mítico actor
Paul Newman no son muy esperanzadoras, ya que, según una fuente cercana a la
estrella, los médicos le han dado como esperanza de vida apenas unas semanas.
Ante esta situación, el protagonista de «Harry e hijo», película de la que fue
actor, director y guinista, ha pedido a su familia que le dejen morir en casa
para poder estar rodeado de sus recuerdos y de sus seres queridos en un momento
tan difícil. A sus 83 años, Newman ve cómo su vida se acerca a su final,
después de que un cáncer de pulmón le ganara la batalla. Y para cuando llegue
ese momento, en unas semanas según los médicos, el intérprete quiere que todo
sea en la intimidad y no en la fría habitación de un hospital. Así, hace unos
días salía acompañado de su mujer y sus hijos del «Weill Cornell Medical Centre»
en Nueva York, en donde permanecía ingresado, visiblemente flaco y frágil y en
silla de ruedas. «Paul no quería morir en el hospital y su mujer Joanne y sus
hijas están a su lado», señaló una fuente al periódico británico «Daily Mail»,
en una información recogida por otr/press. Según esta misma fuente, Newman creyó
que éste era el mejor momento de regresar a su hogar, después de haber
organizado todos sus asuntos antes de morir. Precisamente, se ha hablado mucho
sobre cuáles serían las últimas voluntades del oscarizado actor, ya que se dijo
que hubo tensión entre sus hijas en torno a la herencia de su gran fortuna.
Además, se hizo público que Newman donó su Ferrari de competición con el número
82 a un viejo amigo, algo que no sentó bien a su prole. Sin embargo, el
conquistador de los años 60 estuvo en todo momento arropado por todas ellas en
su dura decisión de volver a casa en estos momentos y parece que su relación es
cordial a pesar de los rumores. Newman se casó por segunda vez con su actual
esposa antes de convertirse en una estrella, en 1958, con la que tuvo tres hijas
(tiene otras dos de su primer matrimonio). A partir de entonces comenzó su
andadura en la industria hollywoodiense, tras su gran éxito con la película «La
gata sobre el tejado de Zinc», una trayectoria que culminaría en 1985 tras ganar
el Oscar Honorífico, a pesar de que continuaría con su carrera unos cuantos años
más. Fue el pasado mes de enero cuando comenzaron los rumores sobre su estado de
salud, tras aparecer en los medios con un aspecto bastante demacrado, y aunque
en un principio desmintió una posible enfermedad terminal, finalmente confirmó
que padecía cáncer de pulmón.
Filmografía
Camino a la perdición (2002) actor. Mensaje en una botella (1999) actor. Al caer
el sol (1998) actor. Donde esté el dinero (1998) actor. Ni un pelo de tonto
(1994) actor. El gran salto (1994) actor. Esperando a Mr. Bridge (1990) actor.
Creadores de sombra (1989) actor. El escándalo Blaze (1989) actor. El color del
dinero (1986) actor. Harry e hijo (1984) actor, Director, Guionista. Veredicto
final (1982) actor. Ausencia de malicia (1981) actor.Distrito apache (1980)
actor. La caja oscura (1980) Director. Quinteto (1979) actor. El día del fin del
mundo (1979) actor. El Castañazo (1977) actor.La última locura (1976) actor.
Buffalo Bill (1976) actor. Con el agua al cuello (1975) actor. El coloso en
llamas (1974) actor. El hombre de Mackintosh (1973) actor. El golpe (1973)
actor. El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas (1972) Director. El
juez de la horca (1972) actor. Los indeseables (1972) actor. Casta invencible
(1971) actor, Director. Dos hombres y un destino (1969) actor. 500 millas (1969)
actor. Raquel, Raquel (1968) Director. La leyenda del indomable (1967) actor. Un
Hombre (1967) actor. Cortina rasgada (1966) actor. Harper. investigador privado
(1966) actor. Lady L (1965) actor. El premio (1963) actor. Hud, el más salvaje
entre mil (1963) actor. Samantha (1963) actor. Dulce pájaro de juventud (1962)
actor. El vividor (1961) actor. Un día volveré (1961) actor. Éxodo (1960) actor.
La gata sobre el tejado de zinc (1958) actor. El largo y cálido verano (1958)
actor. Mujeres culpables (1957) actor. Marcado por el odio (1956) actor. El
Cáliz de Plata (1954) actor
OTR/ Press - Los Ángeles
La vida errante de Luis Buñuel
Se cumplen 25 años de la muerte del gran
cineasta español, cuya trayectoria vital recorrió todo el siglo XX
Amante de la buena vida y de los placeres burgueses y ,sin embargo, autor de
algunas de las películas más provocadoras y revolucionarias de la historia del
cine, Luis Buñuel, de cuya muerte se cumplen el martes 25 años, tuvo una intensa
vida que recorrió el siglo XX. Éstos son los no santos lugares del cineasta. En
México fue feliz. Vivió hasta su último suspiro en su casa mexicana
DE CALANDA A ZARAGOZA
Nació el 22 de febrero de 1900 en Calanda, provincia de Teruel. Un pueblo
grande, de tierra fértil, sin dejar de ser polvorienta y seca, en el que la Edad
Media se prolongó hasta los comienzos de la I Guerra Mundial. Era el pueblo de
sus padres, el cuarentón Leonardo Buñuel, un indiano que se había enriquecido en
Cuba, y la hermosa joven María Portolés, hija de un posadero. Se trasladaron a
Zaragoza a los pocos meses aunque nunca dejaron de acudir a Calanda durante los
largos veranos y en Semana Santa. Estancias que fijan algunas de sus obsesiones,
que marcan su vida y no poca parte de su obra. "La vida se desarrollaba,
horizontal y monótona, definitivamente ordenada y dirigida por las campanas de
la iglesia". Así habla en sus memorias, Mi último suspiro (Plaza y Janés), feliz
de haber tenido la suerte de pasar la niñez en la Edad Media, aquella añorada
época "dolorosa y exquisita". Calanda es el pueblo de uno de los más excesivos
de los milagros barrocos. El estruendo que todos los Viernes Santo provocan
miles de tambores que no dejan de sonar hasta el día siguiente. El pueblo y sus
habitantes permanecen atrapados por una especie de embriaguez, por una
alucinación colectiva que todo lo convierte en ruido. Un sonido que siempre
emocionó y acompañó a este "ateo gracias a Dios". En Calanda le pasaron muchas
cosas en la libertad de los veraneos, entre la casa señorial del centro del
pueblo, la Torre de las afueras, las escapadas al campo, el descubrimiento de
los insectos -que ejercieron en su vida una mezcla de fascinación y
repugnancia-, el encuentro con la pobreza, la presencia de la muerte, el
despertar de la sexualidad, el sentimiento del pecado, la fe y la pérdida de la
fe, la visión de los burros muertos, el olor del aceite, la sumisión de los
campesinos, las limosnas, los pobres, la hora de la siesta y las primeras
revistas eróticas donde llegaron a distinguir el nacimiento de un seno. El lugar
donde todas esas experiencias fascinantes hacen de su infancia, de su
adolescencia, el espacio central y primero de sus más duraderas obsesiones en la
vida, en el cine. Sin esos recuerdos medievales del Bajo Aragón, Buñuel no
habría sido quien fue. En Zaragoza, en una enorme casa del céntrico paseo de la
Independencia, vivieron los Buñuel. Estudia como medio pensionista en el colegio
de los jesuitas, algo que también imprime carácter, que nunca olvidan ni el
hombre, ni el cineasta. Siempre recordó las misas, los rosarios, la disciplina,
el latín, la vida de los santos, el silencio y el frío. En Zaragoza vio su
primer concierto, asistió al teatro, corrió las primeras juergas, se desvirgó en
uno de sus burdeles, perdió la fe y entró por primera vez a un cine.
MADRID, LA RESIDENCIA DE ESTUDIANTES Y LOS AMIGOS
Finalizado el bachillerato en el instituto de Zaragoza, después de haber sido
expulsado de los jesuitas, sin vocación clara de estudios, sin pensar demasiado
en su futuro, el joven Luis Buñuel llega a la Residencia de Estudiantes. Lugar
central de su juventud, influencia mayor de su vida, azar necesario en sus
relaciones y su futuro. "Mis recuerdos de aquella época son tan ricos y vívidos,
que puedo asegurar sin temor a equivocarme, que, de no haber pasado por la
Residencia, mi vida hubiera sido muy diferente". La suya y la de otros amigos
tan universales y tan imprescindibles para entender qué es de nuestro cine,
nuestra pintura, nuestro drama o nuestra poesía. Tres artistas, tres amigos,
Lorca, Buñuel y Dalí. Y un cuarto amigo, necesario para el azar que les une y
les separa, llamado Pepín Bello, que no hizo demasiado, pero supo sobrevivir a
todos, que de todos guardó excelente memoria. Por aragoneses, por divertidos,
por dispuestos al juego, el cachondeo y a las ocurrencias, Luis y Pepín se hacen
íntimos amigos. Un surrealismo vital, recuerdos paralelos, ganas de juerga y
cierta afición a la bebida les unen inmediatamente. Después vendría Federico. Y
se sumaría el inquietante, caprichoso y genial Dalí. Todos residentes. Fuera, la
ciudad y sus tentaciones. De las verbenas al jazz. De Valle-Inclán a Gómez de la
Serna, de Wagner a las borracheras en Toledo. Después de coqueteos literarios,
de ultraísmos, de acercamientos a la vida de los insectos, de hacer de forzudo
con los amigos, de esconder a sus novias, de ser un buen amigo, de quedarse
huérfano de padre y de engatusar a su madre, el joven se marcha a París, la
capital de un mundo que todavía existía. La capital de la cultura, la bohemia y
del arte. Un poco después ese centro se trasladaría a Nueva Cork Volvió a
Madrid en los años republicanos. Ya era un reconocido cineasta surrealista. No
regresa como el cineasta iconoclasta. No, el recién casado Luis Buñuel, vuelve
con su mujer y con su hijo muy pequeño, para ser el productor de populares
películas de Filmófono. Buñuel se instala cómodamente en un piso cercano al
parque del Retiro. Tiene una oficina en la moderna Gran Vía, un buen coche,
muchos amigos y una joven amante. Nadie olvidaba que aquel productor tan eficaz,
tan ordenado, era el mismo que había hecho dos de las películas más
revolucionarias y provocadoras de la historia del cine, además de un documental
de denuncia sobre la vida en la España profunda, Las Hurdes. No prescindía ni de
los dry martinis en Chicote, ni de las buenas cenas con los mejores vinos en
compañía de sus bebedores amigos. Buñuel era así. Aunque también era el ácrata
provocador, el izquierdista imaginativo, el surrealista sin Bretón, el amigo de
Giménez Caballero o de Alberti, de Bergamín o de Hinojosa. Buñuel, el que había
deslumbrado a los surrealistas, el gran burlador, el vanguardista, era un ser
humano que había aprendido a vivir cómodo entre sus contradicciones. El
revolucionario y el burgués. El ilustrado y el hombre de acción. Buñuel en
Madrid que resiste a los fascistas. Buñuel amante de las armas y desarmado en
una ciudad donde todo el mundo estaba armado. Matan a Federico. Piensa en irse,
en salir, defender a la República, sí, pero no sufrir los desmanes de la guerra.
Su mujer, su pequeño hijo, están desde hace meses en París. "Veía un viejo sueño
realizado ante mis ojos, y no encontraba en él más que una cierta tristeza".
Buñuel, escapando de la guerra, en un tren en dirección a Ginebra. Buñuel otra
vez destinado a París. Adiós, Madrid.
PARÍS, DOS TIEMPOS, DOS ORILLAS
Vuelve a los orígenes. Pasa sus primeros días parisinos, en 1925, en el lugar
donde piensa que fue engendrado. Se hace amigo de los exiliados, los refugiados
y de los artistas españoles en París. Los felices veinte, la bohemia y los
compañeros metecos. En París y soportando los monólogos de Unamuno. Tertulias de
La Rotonde, con el franco devaluado y el champán barato. Escuchando jazz en el
Mac-Mahon, frecuentando bailes del Chateau Madrid y conociendo a Jeanne Rucar,
una rubia atlética, deportista, amante del piano y empleada en una librería.
Hermosa mujer, a la que James Joyce tiraría los tejos, y con la que Buñuel se
casó después de hacer que tirara al Sena una pequeña cruz que llevaba en el
cuello. La mujer de toda su vida, la madre de sus hijos. Una buñuelesca historia
de amor. Y Buñuel llegó al cine. Trabajó como director de escena en el montaje
teatral de El retablo de maese Pedro, de Falla, gracias a su amigo el pintor
Ricardo Viñes. Se conmovió cuando se encontró con el cine de Fritz Lang. Algo se
iluminó en su vida, algo que descubrió en aquellas películas marcó su destino.
Trabajó con Jean Epstein, dejó plantado a Abel Gance, se acercó a los
surrealistas, hizo papeles de actor. Y vivió de cerca e impresionado las
manifestaciones de protesta por los asesinatos de Sacco y Vanzetti. Una
efervescencia, una toma de las calles que recordaría muchos años después cuando
tuvo que suspender un rodaje por los sucesos de Mayo del 68. Buñuel, el
revolucionario tranquilo, el burgués anarquista, siempre se escapa cuando las
masas toman las calles. Quiere hacer una película. Y en compañía de Dalí fue
encontrando un argumento a partir de todas aquellas ocurrencias, sueños,
visiones y elucubraciones que aquellos imaginativos "irracionales" hacían surgir
de sus imaginaciones desatadas. Así surgió Un perro andaluz. La película se
mantuvo ocho meses en el histórico Studio 28. Pasado el éxito había que seguir
rodando. El surrealismo era la vía, la forma y la manera más adecuada de decir
algo. Quiso hacer partícipe a Dalí, ya había aparecido Gala y todo era más
complicado, aunque firmada por los dos, La edad de oro es casi exclusivamente
buñuelesca. Veinte minutos de libertad y provocación. La película se estrenó y,
después de una semana de éxito, los grupos fascistas atacaron el cine, rompieron
cuadros, mobiliario, lanzaron bombas y consiguieron la prohibición de la
película. Se pudo ver de manera casi clandestina hasta ser "rescatada
legalmente" en los años ochenta. Buñuel siempre ha sido un mito parisiense. Y
una realidad. Siempre regresó a la ciudad donde comenzó su cine. A Buñuel en
París lo quieren desde Jeanne Moreau hasta el penúltimo camarero de La Coupole.
MÉXICO PASANDO POR NUEVA YORK
Conoció en los años treinta Estados Unidos y sufrió la ley seca. Nunca bebió
tanto. Por allí donde paró siempre encontraba el amigo y el lugar para hacer ley
mojada lo que llamaron seca. Recordó siempre algunos de aquellos famosos speak
easy en los que llamabas a la puerta y te abrían a un mundo sin tantas
hipocresías. Le encantó Nueva York, se hubiera quedado si su "no amigo" Dalí no
se hubiera ido de la lengua. No se hubiera enfangado entre la delación y la
autopromoción. En Nueva York, trabajó en el MOMA, mantuvo amigos como Calder y
hasta pensó montar un negocio con su amigo Juan Negrín, el hijo del que fuera
presidente de la República. El negocio, en el que participaba la actriz Rosita
Díaz, tan admirada por Negrín padre y casada con el hijo, era un bar. No
cualquier bar, sino el más escandalosamente caro bar del mundo. Se llamaría El
Cañonazo. Vivió bien en Nueva York. Allí nació Rafael, el segundo de sus hijos.
El primero, Juan Luis, lo había hecho en París. Se adaptó a su trabajo en el
MOMA, volvió a montar las películas de Leni Riefenstal para demostrar su poder
como propaganda a un proyecto que financiaba Rockefeller y seleccionaba
películas de propaganda antinazis. Tenía amigos surrealistas que estaban allí
huyendo de la guerra y a un nutrido grupo de republicanos españoles. Entonces
comenzó la caza de los comunistas. Estaba terminando la segunda Guerra y ahora
los rojos eran sospechosos, poco demócratas. Tuvo que dejar su trabajo, su
cómoda vida, una vez más. Uno de los últimos lugares en donde hubiera deseado
vivir era la llamada América Latina. Y sin embargo fue en México DF la ciudad
donde más tiempo residió. Desde el año 46 hasta su muerte, hace ahora 25 años.
Viajó por Francia, Estados Unidos, España, pero nunca abandonó su residencia
mexicana. Tierra de exilio donde se encontró con muchos amigos de los años
republicanos, donde hizo nuevas amistades y se reinventó como cineasta. Llevaba
muchos años sin estar detrás de la cámara. Tenía una familia, necesitaba vivir
de su trabajo. Aceptó películas que no le interesaban, actores que no le
importaban y argumentos que no eran suyos. Comenzó con una película, Gran casino
con Jorge Negrete, auténtico ídolo de un México que no era el suyo. Fue un
fracaso. Tuvo que esperar dos años para rodar su siguiente película. Mientras
tanto seguía viviendo con 46 años del dinero de su madre. Preocupado, entretenía
sus ocios en el café y de vez en cuando se escapaba a un hotel en Michoacán, San
José Purúa, donde escribió muchos de sus guiones. Lo mismo que en España solía
hacer en el hotel del monasterio de El Paular. Los dos tenían un tranquilo y
bien surtido bar. A Buñuel no se le puede entender sin lo que bebió, ni sin lo
que fumó. Le gustaba el vino. Siempre en casa o en comidas, nunca en el bar.
Para los bares las bebidas. El dry martini y el buñueloni, un plagio del Negroni,
cambiando el Cinzano dulce por Carpano. Y llegó el momento de poder hacer su
cine más personal. Recorrió las ciudades perdidas, las zonas marginales que
rodean México DF, disfrazado con sus ropas más viejas se dedicaba a escuchar,
mirar, observar muchos de los argumentos, de los diálogos y de los decorados que
incluiría en su próxima película, Los olvidados. Muy controvertida en México,
triunfó en Cannes y cambió el destino de Buñuel. Octavio Paz, Luis Cernuda,
Carlos Fuentes comenzaron a escribir alabanzas de su cine. En México fue feliz.
Rodó muchas películas, algunas obras maestras, Él, La vida criminal de
Archivaldo de la Cruz, Nazarín, El ángel exterminador, Simón del desierto.
Comenzó a viajar a Europa. Viajaba al sur de Francia, a la frontera para poder
ver a su madre. Y finalmente viajó a España en el año sesenta con la relativa
tranquilidad que le otorgaba su nacionalidad mexicana. Volvió a España, no para
rodar como pretendía una vieja fantasía erótica que tenía con la reina de
España, doña Victoria, elegante y rubia, tipo de mujer que siempre había gustado
a Buñuel. En sus deseos no rodados mantenía un encuentro sexual con la reina que
caía en sus brazos gracias a un narcótico. Lo que rodó fue Viridiana, una de las
películas más malditas, odiadas y perseguidas por el franquismo. Ganó el
Festival de Cannes. En España no se pudo ver hasta después de la muerte de
Franco. Siguió rodando en Francia, en España, en México, pero vivió hasta su
último suspiro en su casa mexicana. Deseó tener una muerte tranquila, como la de
su amigo Max Aub, que murió jugando una partida de cartas. Y tuvo una muerte
tranquila, se despidió de su mujer, de Jeanne, diciéndola "Ya me muero". No le
sorprendió la muerte. Cuando llegó, la estaba esperando, era un 29 de julio de
1983, cerca de las cuatro de la tarde. Se incineró su cadáver, sus cenizas se
esparcieron por un cercano bosque por el que gustaba dar paseos. Dicen que un
sacerdote con el que le gustaba discutir, al que le gustaba provocar, se quedó
con parte de las cenizas y las tiene escondidas en una capilla de una iglesia de
la ciudad de México. Espero que esas cenizas puedan de vez en cuando cumplir con
sus últimos deseos: "Una cosa lamento: no saber lo que va a pasar. Abandonar el
mundo en pleno movimiento, como en medio de un folletín. Yo creo que esta
curiosidad por lo que suceda después no existía antaño, o existía menos, en un
mundo que no cambiaba apenas. Una confesión: pese a mi odio a la información, me
gustaría poder levantarme de entre los muertos cada 10 años, llegarme a un
quiosco y comprar varios periódicos. No pediría nada más. Con mis periódicos
bajo el brazo, pálido, rozando las paredes, regresaría al cementerio y leería
los desastres del mundo antes de volverme a dormir, satisfecho, en el refugio
tranquilizador de la tumba".
JAVIER RIOYO - Madrid - 27/07/2008, elpais.com
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