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Una vida de trabajo y amor por Jerez
El escritor y
periodista Juan Franco Martínez fallece a los 82 años en un hospital de Cádiz.
Lon
los contrasentidos de la vida. La noche del lunes vivíamos con emoción el éxito
de los Campallos sobre las tablas del Villamarta, en plena efervescencia del
Festival Flamenco, y sólo pasaron unas horas hasta conocer la muerte de uno de
los hombres que derrochó enorme trabajo e imaginación en vida para que todo eso
hubiera sido posible. Alrededor de las diez de la mañana, en la cercana Cádiz,
se encontraba con la muerte a los 82 años de edad el amigo y compañero Juan
Franco Martínez, Juan de la Plata, uno de nuestros más grandes investigadores y
experto del mundo flamenco, que gozó de enorme respeto en todos los círculos
intelectuales y artísticos. Juan fue, además de flamencólogo, un gran
periodista, poeta y escritor pero, ante todo, un grandísimo jerezano. Quizás eso
fuese su penita pena, haberse marchado desde Cádiz, donde se encontraba desde
hacía algunos años al cuidado de su hija Conchita. Los últimos años de Juan
fueron de una lucha constante por la vida. Aquejado de un problema cardíaco y al
encontrarse solo en su domicilio de la plaza de Manuel Ríos Ruiz, en Parque de
la Serrana, decidió marcharse hasta el hogar de su hija Conchita en Cádiz. El
pasado domingo, como otros días, recorrió el paseo marítimo ayudado por una
silla de ruedas hasta que se sintió indispuesto tras sufrir un derrame cerebral.
Durante todo el lunes estuvo ingresado en un hospital de la capital, entrando en
coma y falleciendo ayer por la mañana a las 9,50 horas. Las vida de Juan de la
Plata fue una vida, fundamentalmente, dedicada al trabajo y a lo más amó: el
periodismo. Dejemos que nos hable este hombre autodidacta que aprendió a leer,
muy pequeño, cuando se encontraba enfermo.“Nací en Jerez, en 1932, y llevo
metido en esto del periodismo, desde que era un chiquillo de 15 años y ya era
redactor de sucesos del diario Ayer, de la calle Bizcocheros 2 triplicado, que
dirigía Enrique Bitaubé Núñez, con Ramón García-Pelayo y de Trevilla, de
redactor-jefe. Yo era ‘el niño’ al lado de los veteranos sesentones Chano Argudo
y Ramón de Cala, el que fuera mi primer maestro en la información local.
Entonces no había escuelas de periodismo, como felizmente hoy tienen las nuevas
generaciones y había que aprender a pie de calle, buscando la noticia, y en las
mesas de redacción, escribiéndolas y corrigiendo teletipos. Luego tuve otros
maestros: el sevillano Emilio Vara, del que aprendí a hacer críticas de cine y
de teatro, y el cordobés Miguel Ortiz González (Miorgo), gran entrevistador y
reportero, que fue quien me animó a escribir en Dígame, porque decía que mis
reportajes le podrían gustar a su director Ricardo García (K-Hito), el que le
puso “monstruo” a Manolete. Al lado de K-Hito estuve colaborando más de 20 años
en Dígame de Madrid, el semanario más popular de España, que también se vendía
en toda Hispanoamérica. Miorgo se fue a Voluntad de Gijón, y luego al diario
Amanecer, de Zaragoza, y desde ambos periódicos me pedían colaboraciones.
Publiqué por entonces un gran reportaje de varias páginas sobre la vendimia
jerezana, en el semanario El Español, que dirigía Juan Aparicio, director, a su
vez, de la escuela estatal de periodismo. Ya el Ayer se había convertido en La
Voz del Sur, con el aragonés Alejandro Daroca de Val al frente, con quien estuve
hasta 1954. Poco después ingresé como colaborador en Radio Jerez, tras sufrir
un pequeño examen de lectura de su director Guillermo Ruiz-Cortina, realizando
varios programas en dicha emisora, en la que colaboré durante varios años,
cuando tenía sus estudios en la plaza de las Angustias. Allí conocí a dos
magníficos compañeros y grandes profesionales, a los que nunca olvidaré: Manolo
Fernández Peña y José María Ayaso, ambos ya desaparecidos, cuando ejercían el
periodismo radiofónico en Sevilla y en Las Palmas de Gran Canaria,
respectivamente. También fui muy amigo de Carlos Vergara – ‘Carlitos’, como yo
cariñosamente le llamaba – que también murió joven, siendo director de Radio
Sevilla de la Cadena SER. Y más tarde, a principios de los 60, cuando la COPE
abrió en Jerez su emisora en la Cruz Vieja, con Andrés Luis Cañadas Machado,
como director, entré de redactor de informativos en la misma; haciendo
igualmente, al mismo tiempo, varios programas de difusión del flamenco...” Los
sesenta fueron para Juan una decáda de gran intensidad profesional: corresponsal
de Radio Nacional de España y de la Agencia EFE, jefe de redacción de ‘La Voz de
la Bahía’ de El Puerto, delegado de ‘El Correo de Andalucía’, ‘Diario de Cádiz’
y el diario ‘Informaciones’ de Madrid. Desde la reapertura de Diario de Jerez,
Juan estuvo colaborando en este periódico como crítico de flamenco e
historiador. Si prolífico fue su trabajo en prensa y radio, también lo fue como
escritor de una veintena de libros sobre Jerez y nuestras tradiciones,
atreviéndose además con la poesía con la edición de algunas obras y en la labor
de conferenciante. Pero, por encima de todo, nadie puede negarle su gran pasión
por el flamenco, al que dedicó todo el tiempo posible y que merece un
tratamiento aparte. Juan de la Plata tomaba además parte activa a en todos los
movimientos culturales de la ciudad. Fue académico de número de la de San
Dionisio, miembro de la Cátedra de Flamencología (que él mismo fundó) y del
Centro de Estudios Históricos Jerezanos, entre otras instituciones. También
acumuló en vida un buen número de distinciones, aunque él siempre sintió
predilección por el de Socio de Honor de la Asociación de la Prensa de Jerez por
“su destacada y valiosa contribución al periodismo jerezano”. Su entierro se
celebrará mañana jueves, en la parroquia de Santa Ana, a las diez de la mañana,
dado que Rosario, la otra hija que le dio su esposa Conchita Torre, se encuentra
trabajando desde hace años en Amberes. A través de estas líneas, Diario de Jerez
desea sumarse a las muestras de pesar llegadas a la familia y amigos. Sólo queda
terminar este pequeño recorrido por su vida como él acostumbraba a acabar sus
cartas y escritos, demostrando su enorme cariño a la ciudad: “Jerez siempre.
Siempre Jerez. ¡Viva España-Jerez!”
Redacción, Jerez | Actualizado 04.03.2015 - Juan de la Plata, junto a uno de
sus libros, en una imagen de archivo. /Manuel Aranda
El Arte de Vivir el Flamenco, le rinde el mayor respeto y honores a uno de los grandes aficionados y conocedores del arte flamenco, que dios lo tenga en gloria para todos los siglos, mi mayor pésame para toda su familia y amigos.
Luto por la Málaga cantaora
La desaparición
de El Tiriri y de Pepito Vargas señala el fin de una manera de hacer y vivir el
flamenco: la que nació en los corralones y a duras penas
En una
entrevista concedida a este periódico en septiembre de 2008, cuando acababa de
anunciar su retirada de los escenarios, el bailaor Pepito Vargas afirmaba que lo
que se aceptaba hoy comúnmente como baile flamenco no era tal: "No es que no me
guste, es que no es flamenco. Se baila otra cosa. El flamenco no tiene tantas
vueltas, ni tantas florituras, ni tanto llevar los brazos arriba. Tiene las
figuras que le corresponden. Flamenco es lo que bailaba Antonio, con el que
compartí escenario muchas veces". Y por esta convicción decidió seguir
impartiendo clases en la Escuela Municipal de Flamenco: para preservar algo que
creía irremediablemente perdido. En aquella misma entrevista, el artista se
lamentaba del desamparo al que se veían sometidos los flamencos malagueños: "En
Sevilla cogen a cualquiera que cante o baile un poquito y se le promociona
enseguida; aquí no. Y yo soy malagueño y perchelero antes que nada, que conste".
Al año siguiente, con un retraso considerable, la Bienal Málaga en Flamenco
prodigó a Pepito Vargas su más que
merecido homenaje. Pero lo justo es admitir que el bailaor, fallecido el pasado
domingo poco después de celebrar su 76 cumpleaños, no se ha despedido de este
mundo como habría merecido hacerlo uno de los bailaores más reconocidos y
aclamados del último medio siglo, admirado por Camarón y Lola Flores, cómplice
de Pastora Imperio y Miguel de los Reyes. Quiso el destino que su ascensión
celeste se produjese sólo pocos días después de la de El Tiriri, con quien
compartió por igual glorias y fatigas. Con la muerte de ambos termina también
una manera única de vivir y hacer el flamenco, la que nació en los corralones,
en los años de la hambre, y que se tradujo en una irrepetible asunción del
genio. Sólo La Cañeta, José Salazar, Carrete y La Quica quedan para
atestiguarlo. Lo que vino después, como advirtió el propio Vargas, era ya, sin
remedio, otra cosa. El pintor Eugenio Chicano, fundador de la Peña Juan Breva,
se expresa al respecto de manera tajante: "Esta gente se ha muerto sola.
Hecha
pedazos. No hay derecho". No comparte, sin embargo, la idea de un fin de la
Málaga cantaora, "porque la Málaga cantaora fue anterior a la Guerra Civil. La
Málaga de Pepito y El Tiriri era la del
hambre, la marginación, la de los corralones donde estos artistas empezaron y
trabajaron hasta que acertaron a organizarse en tablaos como El Refugio, donde
por dos pesetas te daban media botella de vino blanco con una pajita". En el
mismo sepelio de Pepito Vargas, La Cañeta recordó a Chicano "cierta ocasión en
que fueron invitados a actuar en Algeciras. Y allí fueron todos, Pepito, La
Repompa y La Cañeta. Pero fueron andando. De vez en cuando alguien se ofrecía a
llevarlos en coche un rato, pero nada más. Cuando llegaron tenían los pies
destrozados, y aun así bailaron y cantaron toda la noche". Pero si algo les unía
a todos era su pasión autodidacta: "Obedecían a sus intuiciones. Pepito decía
siempre que cuando entró en el ballet de Pastora aprendió algunas cosas, pero
nada más. Todo era, digamos, muy desgraciado, no había un guía que pudiera
indicarles por dónde ir. Más tarde, Miguel de los Reyes tiró de algunos, como el
mismo Pepito, y cuando La Taberna Flamenca vino a darles estabilidad ya llevaban
muchos años en los suyo, aprendiendo a base de hambre y zapatazos". Chicano da
la razón a Vargas a la hora de explicar la desatención que estas figuras
vivieron en los últimos años, apeados de los escenarios mucho antes de su
retirada formal: "Sencillamente, aquel flamenco ya no le interesa a nadie. Hoy
el flamenco es otra cosa, un espectáculo. Pero nadie entra hoy a un sitio a ver
a un gitano cantando dos horas sentado en una silla, y menos pagando. En Málaga
no hay afición, ni ganas de entender en qué consiste eso, si está bien o mal, y
una cultura flamenca no se adquiere en dos días. Eso explica que ni siquiera
haya un tablao flamenco hoy día". El actor, director y profesor Jacinto Esteban,
muy ligado también al género y director de la Escuela Municipal de Flamenco,
Dramaturgia y Folclore, coincide con Eugenio Chicano en su dictamen, aunque
matiza: "El flamenco continuará para los restos, lo que sucede es que los
maestros desaparecen. Ahora bien, el problema por el que el flamenco termina
devaluándose, convirtiéndose en otra cosa, no reside tanto en los artistas, que
sigue habiéndolos, y muy buenos; el problema está en la organización del sector,
en los mecanismos de promoción y en cierta influencia política. Actualmente, un
cantaor bien formado, que es aficionado desde niño, tiene que echar mano de
otras cosas distintas del flamenco, como la copla, si quiere mantener su
carrera. Ahí está el caso de Miguel Poveda. Los que se dedican a hacer flamenco
puro apenas sobreviven. Y a quienes intentamos echar una mano, otros, a veces,
ni nos dejan". La memoria ligada al cante y al baile es mucha. Extinguida y
yerma.
Pablo Bujalance málaga | Actualizado 03.03.2015 - Pepito Vargas, en la Plaza
de la Constitución, en una imagen de 2008. El Tiriri, en una de sus últimas
actuaciones.
Fallece a los 76 años el bailaor Pepito Vargas tras celebrar su cumpleaños
El
bailaor Pepito Vargas, que el sábado
celebró su cumpleaños en la peña Juan Breva de Málaga con una veintena de amigos
y compañeros, falleció en la madrugada de ayer a los 76 años, según informaron a
Efe fuentes de su entorno. Durante el festejo Pepito Vargas cantó, bailó y "lo
pasó divino" aseguró su amigo Alfonso Queipo, que destacó que "se ha ido un gran
malagueño" y que les "ha dejado con alegría y rodeado de flamenco". El último
gran bailaor de Málaga nació el 24 de febrero de 1939, era gitano, y creció
junto al cantaor malagueño Gabriel Campos el
Tiriri, uno de los flamencos más populares de la provincia, la Repompa y
la Cañeta. Su ahijado, hijo del Tiriri, fue quien lo dejó de madrugada en su
casa. Sus amigos recuerdan cómo empezó bailando en tablaos de la Costa del Sol
para luego actuar en los mejores escenarios de Madrid y más tarde dar el paso
internacional. Acompañó a grandes figuras como Lola Flores, Concha Piquer y
Carmen Amaya y fue amigo de Camarón.
Efe málaga | Actualizado 02.03.2015 - El bailaor Pepito Vargas.
Abierto el plazo para el concurso de saetas de la Buena Gente
La delegación de Turismo, Cultura y Fiestas colabora con la Buena Gente en la
organización de su XXXVII concurso de saetas, dedicado a Antonio Nuñez Romero,
cuyo plazo de inscripción permanecerá abierto hasta el 11 de marzo. Podrán
participar todos los cantaores profesionales o aficionados que lo deseen. La
fase selectiva del concurso tendrá lugar los días 13 y 20 de marzo, en la sede
de la entidad, situada en calle Barrancos s/n, y la final se celebrará el 27 de
marzo, en los Claustros. La entrega de premios está prevista para el Jueves
Santo, en la sede de la peña flamenca. Además, los ganadores del primer y
segundo premio deberán interpretar saetas dedicadas a Nuestro Padre Jesús de las
Penas y María Santísima del Desconsuelo, el Martes Santo, a su paso por la plaza
San Lucas. El primer premio está dotado de 1.200 euros y trofeo, el segundo
premio de 900 euros y trofeo, y el tercer premio, de 600 euros y trofeo. También
se entregarán tres accésits de 300 euros y placas.
R. D. jerez | Actualizado 25.02.2015
La voz que cambió la historia del flamenco
Redigitalizadas en pizarra las obras completas del cantaor, Pepe
Marchena dotó al género de libertad , El marchenero inauguró la independencia
musical en el flamenco
Si
la sabiduría del flamenco se encuentra donde se ha eliminado lo que no es
esencial, es porque hubo artistas que, como Pepe
Marchena, fueron conscientes de que sólo cuando ellos murieran el mundo
se enteraría de todo lo que había vivido. Transcurridos 38 años de su muerte, ha
tenido que ser una entidad privada, la Federación de Peñas Flamencas de Sevilla
y su Provincia, la que salve del olvido la obra completa en discografía de
pizarra del ilustre músico, obra redigitalizada por Fonotrón con la
actualización biográfica por parte de quien firma así como el estudio analítico
de los 266 cantes que la conforman. El colectivo peñístico, presidido por José
María Segovia, ha visto de esta forma cumplido un sueño que parecía imposible, y
los adictos a lo jondo van a encontrar en este trabajo de investigación y sus 17
CD adjuntos, una obra de consulta indispensable para profundizar en cuanto
acaeció, principalmente, en el segundo tercio del siglo XX. Empezo, la vida de
Pepe Marchena principió como las grandes faenas, a las cinco de la tarde del 8
de noviembre de 1903 según el DNI y en la localidad de Marchena, testigo mudo de
una vida traspasada por sus más variadas realidades experienciales y su devoción
por el mundo de la música. Fue bautizado con los apellidos maternos, dado que
fue hijo prematuro, y las circunstancias le obligarían como primogénito a
incorporarse a edad temprana al mundo laboral, además de buscarse la vida
cantando por tabernas y ventas pasando el platillo. Empieza a ganar adeptos a la
edad de 13 años y su vigoroso aliento sostenido alcanza desde el sevillano Café
de Novedades a su debut el año 1921 en Madrid. Pero es a partir de 1924 cuando
Pepe nos enseña que lo satisfactorio no es hacerse notar, sino ser diferente.
Sus cantes -era reclamado como "rey de los fandanguillos"- subían en la
proporción en que se multiplicaban sus seguidores, que ya encontraban en él a su
gran médium, lo que explica que se codeara con las más relevantes figuras, desde
reyes a los más grandes políticos, actores, nobles y maestros de su tiempo.
Preocupado por ser él mismo desde que comprobó que los maestros que le
precedieron eran inmejorables, su plan fue crear una marca identitaria, lo que
explica que apresara la inteligencia del público no satisfaciendo las emociones
del artista, sino contentando al divo que llevaba dentro y devolviendo melodías
sentimentales a los auditorios, ávidos de estar ante una fábrica de sueños. A
tal fin, añadió al guiso flamenco la sal armónica que demandaba para el consumo;
creó prosélitos y estimuló de continuo sus apetencias evasivas, es decir, abordó
los sonidos más calmados y experimentales con el impacto natural más feroz de la
vida cotidiana o de hechos históricos como la guerra civil; abrió nuevas vías de
promoción introduciendo el elemento publicitario como herramienta no para
rebasar la línea que reflejan los valores sociales, sino para no aburrir a la
gente, y si fuese necesario, como así ocurrió, subirse al tren comercial.
'Alma popular'
Aun así, el libro de los gustos flamencos está abierto para todos, y aunque
muchos de sus coetáneos, por no decir la inmensa mayoría, ponderaban su
generosidad y aplaudían su arte escénico al mismo tiempo que lo acusaban de no
ser jondo e incluso de no conocer en profundidad todos los cantes, acusación tan
falsa como irrisoria, ningún cantaor histórico ha enloquecido más al público y
ha ahondado más en el alma popular que el Niño de Marchena, por lo que
regatearle los méritos a quien se los ganó durante toda una vida en el escenario
sea una temeridad. Pero más allá de pisar sobre sus huellas hoy revisadas, lo
que interesa señalar es que estamos ante el cantaor que dotó al flamenco de un
bien hoy incontestable, la libertad, y la voz, por tanto, que inaugura la era de
la independencia musical en el flamenco, el sueño de todo artista que se precie
y que reúna condiciones no ya para tomar decisiones acerca de su profesión, sino
para la creación, el acto reservado para quien, aun viviendo dentro de una
cultura endógena, se convierte en una entidad influenciable y no producir
indiferencia en el resto de la colectividad. Reconozco, por último, que como
crítico exigente me resulta imposible llevarle la contraria al cantaor que mayor
dimensión artística logró en su tiempo, al compositor que consiguió la mágica
química de crear lo que el público quería escuchar y hacerla coincidir con lo
que él quería cantar. Y, en definitiva, al ilustre andaluz que bordó en la
bandera del cante el don de la libertad y que convenció a su legión de
seguidores con un axioma para la historia: cuando nos alcanza la emoción, las
normas se mandan a la mierda,... con perdón.
El primer cantaor-actor conocido
Finales del primer tercio del siglo XX es una época flamenca en la que no se
trataba sólo de ser, sino de saber estar. Y el Niño de Marchena se propuso
acostumbrar a la sociedad de entonces a vivir con él y despertar en el auditorio
emociones indescriptibles que fueran capaces de acercar al público a su figura
artística, por lo que no desaprovechó ninguna oportunidad. Pepe tenía, además,
empaque de señor, pero no de petulante señorito, y qué duda cabe que se sabía
artista porque hasta andando marcaba el paso distinto a los demás, de ahí que el
interés mediático por el Niño de Marchena se fuese acumulando con el tiempo y
que sus imitadores se expandieran como una plaga, dado que si protagonizaba los
más importantes espectáculos de la Ópera Flamenca, igual ideó la teatralización
del flamenco, movimiento que supo aprovechar contando para ello con avispados
empresarios, tales como Vedrines y su cuñado Alberto Monserrat. En efecto. El
Niño de Marchena fue el primer cantaor-actor del flamenco, e incluso llegó en
1935 a debutar como autor, actor y cantaor, algo insólito en la historia. Y es
que Pepe, que era un personaje en sí mismo, no es que quisiera ser actor, tenía
espíritu de actor, se sabía actor. Pepe propagaba un estilo cantaor. No vendía
el cante, sino una manera de expresar e interpretar el cante. Él era el consumo
de los dominantes, el del público que pasa por taquilla, ese público al que se
penetra en el subconsciente con miles de trucos y técnicas de persuasión que
sólo disponen no los grandes cantaores, sino los artistas, los genios.
MANUEL MARTÍN MARTÍN Sevilla. Actualizado: 24/02/2015 en la foto El cantaor
Pepe Marchena, cuando tenía 20 años.
Fallece a los 24 años el guitarrista jerezano Manuel Moneo 'Barullito'
El
mundo del flamenco vuelve a estar de luto. La familia Moneo sufría en la tarde
de ayer la noticia del fallecimiento de Manuel Moneo Castillo 'Barullito', joven
guitarrista jerezano de apenas 24 años. Todo un golpe durísimo para una saga que
hace apenas un año ya padeció el repentino adiós de otro de sus pilares más
importantes, el del cantaor Juan Moneo 'El Torta'. Manuel Moneo 'Barullito' era
uno de los últimos valores de la guitarra flamenca jerezana. Iniciado en la
Academia de Manuel Lozano 'El Carbonero' pronto recorrió los caminos del
autodidactismo hasta el punto de obtener un sonido propio cultivado en las
fiestas y actuaciones con su familia. Sus ganas de crecer y sobre todo su
acercamiento a su padre Barullo y su abuelo Manuel Moneo, al que ha acompañado
en los últimos tiempos por todos los escenarios de España, le hicieron crecer
como artista en todos los sentidos. En Jerez lo pudimos escuchar recientemente
en algunas peñas, además de los Viernes Flamencos y la última Fiesta de la
Bulería, en la que participó junto al resto de su familia para homenajear a su
tío El Torta. Sus exequias se celebrarán esta tarde a partir de las cinco de la
tarde en la Iglesia de Cristo Resucitado del Tanatorio de Jerez. Desde este
Diario queremos enviar nuestras condolencias a la familia Moneo en unos momentos
tan complicados como los que les ha tocado vivir. Descanse en Paz, Barullito.
R.D. jerez | Actualizado 21.02.2015 - Manuel Moneo 'Barullito'.
Siete meses en el tablao
La Bienal de Arte
Flamenco de Málaga reúne hasta septiembre a más de 200 artistas en un centenar
de espectáculos
Regresa
la Bienal de Arte Flamenco de Málaga. Y lo hace manteniendo la misma estructura
que en su pasada edición de 2013, cuando revivió tras seis años sin celebrarse
debido a los recortes derivados de la crisis. Vuelve con un formato que se
caracteriza por sus elevadas cifras. Más de 200 artistas participan en esta
cuarta Bienal, que programa más de un centenar de espectáculos y actividades que
recorrerán unos 40 municipios de la provincia hasta el próximo 20 de septiembre.
Si en la edición pasada se puso el acento en la guitarra, en esta ocasión será
el baile, siempre dentro de la pureza, el principal reclamo. José Mercé, Eva La
Yerbabuena, Marina Heredia, Farruquito, Argentina, El Pipa, Fuensanta La Moneta,
El Pele y Antonio Canales son algunos de los artistas más destacados que
componen el cartel. “El flamenco es un atractivo más para visitar la provincia
este año. Millones de turistas eligen Málaga y la Costa del Sol como destino de
sus vacaciones. El visitante va a poder disfrutar de una extensa programación de
calidad y asequible a los bolsillos”, explica el presidente de la Diputación de
Málaga, Elías Bendodo, organizadora de la Bienal. “La bienal de flamenco busca
dar respuesta a una demanda que nos viene del sector turístico para que Málaga
tenga una programación prolongada de flamenco”, añade Bendodo. La Bienal levanta
el telón este martes 17 en el Teatro Cervantes de la capital malagueña (20.00)
con el espectáculo La Moneta, paso a paso, que tendrá como artistas invitados al
cantaor El Pele y al coreógrafo Javier Latorre. “Me hace mucha ilusión inaugurar
la Bienal. Málaga es una tierra en la que me siento como en casa y es una
programación de peso. Me supone una alegría muy grande, una satisfacción y una
responsabilidad a la vez. Me siento muy agradecida”, señala la bailaora
granadina Fuensanta La Moneta. Posteriormente, en la gala inaugural se ofrecerá
un homenaje de reconocimiento por su brillante y dilatada carrera profesional a
una de las artistas locales más reconocidas, la cantaora María Teresa Sánchez
Campos, La Cañeta de Málaga. A este
reconocimiento a La Cañeta se sumará uno de los guitarristas que más veces le ha
acompañado, Chaparro de Málaga, que interpretará dos piezas a la guitarra. La
Moneta también estará arropada en el escenario por los cantaores Miguel Lavi,
Morenito de Íllora y El Mati, por el guitarrista Luis Mariano y por el
percusionista Miguel Rodríguez El Cheyenne. “Es una buena noticia para los
artistas flamencos que celebre una cita tan importante y que sea aquí, en
nuestra tierra. Se habla y admira el flamenco en todo el mundo y se organizan
citas importantes en Londres, Nimes o Alburquerque, pero también se ha de poder
trabajar en casa, sin tener que estar todo el día de arriba para abajo como
estábamos obligados antes”, afirma La Cañeta de Málaga. La Bienal cuenta con
diversos ciclos: Vocación flamenca, que se desarrollará en el Centro Cultural
Provincial María Victoria Atencia; El baile por bandera, en el Auditorio Edgar
Neville; El corralón de Santa Sofía, en este corralón; Flamenco de altura, en la
terraza del AC Málaga Palacio; Las noches del castillo, en el Castillo
Gibralfaro; Festival Cueva de Nerja, en la propia Cueva de Nerja y en la plaza
España de esta localidad; Flamenco en la provincia, en municipios como
Antequera, Estepona, Nerja o Álora, entre otros; Cine y Flamenco, dentro del
festival de Málaga-Cine Español; El Colmao de El Pimpi, en estas bodegas y el
ciclo Flamenco y poesía.
Sergio Mellado Málaga 17 FEB 2015 - Imagen de La Cañeta de Málaga durante una
actuación.
El Tiriri, tocado por la gracia
El cantaor
Gabriel Campos, último testigo de la Málaga flamenca y figura clave de la Gran
Taberna Gitana, murió este lunes poco antes de cumplir 80 años.
En
el homenaje a su figura celebrado hace dos años en el Corralón de Santa Sofía de
El Perchel, dentro de la Bienal de Flamenco de Málaga, Gabriel Campos El Tiriri
habló así: "Gracias a Dios, a la Virgen del Carmen y a mi Cautivo, me han hecho
muchos homenajes y muchas cosas. Me conocen en Sevilla, en Madrid, en Jerez, en
Huelva. A donde voy, todo el mundo me quiere. Será por algo. Pero, por encima de
todo, adoro Málaga. Aquí tengo muchos amigos, muchos señoritos que ya han
fallecido. Y, por suerte o por desgracia, cuando voy por la calle Larios, la
gente dice 'Por ahí va El Tiriri'. Cuando me han hecho homenajes han venido
todos los artistas. Camarón vino cinco veces. Por entonces cobraba dos millones,
y a mí no me cobró una peseta. Ahora, sólo quiero que Dios me ampare". Era
verdad: Camarón de la Isla le quería. Cuando el genio venía a la Gran Taberna
Gitana a aprender la forma malagueña de hacer y decir el cante, adoptó enseguida
a este gitano menuíllo y tocado por la gracia, que entonces era allí primera
figura, como maestro. También los Habichuela le admiraban en Granada, y en el
jerezano Barrio de Santiago le tenían por uno de los suyos. Gabriel Campos murió
ayer. El próximo 1 de mayo habría cumplido 80 años. Los últimos tiempos se
habían mostrado ingratos, a cuenta de la enfermedad que se lo ha terminado
llevando, las penurias económicas y los problemas familiares. Antes del citado
homenaje, allá por 2009, la Diputación organizó un concierto benéfico con
distintos artistas con el fin de extraer fondos para su manutención. Hasta no
hace mucho, era habitual encontrarlo en la calle Larios, paseando, saludando a
cómplices y amigos y arrimándose a las mesas de Lepanto y Moka para ver si
alguien se dejaba caer con una convidá. Ahora, El Tiriri descansa en paz. Y con
él, una manera única de entender el flamenco, ligada a una ciudad que ya no
existe, la de la Trinidad y El Perchel, la de los corralones, la mecida en el
ángel mítico de El Piyayo, la de la combustión espontánea, de la que apenas
quedan ya testigos, más allá de Pepito Vargas y La Cañeta. Este mundo ya no era
el de El Tiriri. Pero su reino sí seguía siendo de este mundo. Vino al mundo
Gabriel Campos en la calle Zurradores, hijo, sobrino y primo de cantaores y
artistas. Se casó con Josefa Reyes Porras, prima hermana de La Repompa. Despuntó
en los hoteles de Torremolinos, ya a finales de los años 50, cuando el milagro
turístico era aún incipiente, aunque tuvo en El Pimpi su plaza fuerte en la
capital. Actuó en Canarias con Pepito Vargas, y en Melilla con El Galleta. La
Taberna Flamenca, en la Plaza de las Flores, le propició su consagración; pero
fue en la Gran Taberna Gitana donde se convirtió en institución y donde, durante
casi diez años, ganó la admiración de los maestros que venían desde toda España
a comprobar el portento de la Málaga cantaora. No desdeñaba las fiestas
privadas, ni las llamadas de los señoritos, a los que siempre mostró respeto; es
más, a menudo afirmó que las prefería. Pero también cantó para Miguel de los
Reyes, y de la mano de Alfonso Queipo de Llano actuó en Japón, en Cuba, en
tantos lugares. Cuando el esplendor empezó a remitir siguió siendo un habitual
en las peñas, en los festivales, en la Feria, en más de una juerga improvisada.
Armaba la de Dios por bulerías, claro, pero decía bien la soleá y la seguiriya,
y por fandangos nunca se salía de Málaga. Siempre presumía de sus amigos, de
Antonio Banderas, de Chiquito. Frente a la rigurosa escuela de Juan Breva, El
Tiriri prefería la performance: cantaba y atizaba todos los demonios, sin
estarse quieto pero sin desviarse del tono más allá de los estrictamente
necesario. Era, en este sentido, la personificación del artista; pero, también,
el depositario de una memoria viva, contenida en el cante, que ya se ha perdido
también, quién sabe si para siempre. Porque el flamenco, y seguramente gracias a
Dios, ya es, sin más remedio, otra cosa. En declaraciones recogidas por Europa
Press, Gonzalo Rojo rememoró ayer que El Tiriri iba siempre con "los zapatos
limpios y su camisa de flores". Y el alcalde, Francisco de la Torre, le recordó
como "una persona entrañable, muy querida, muy popular y muy presente en la vida
en general de Málaga". Vendrán más homenajes, seguro. Pero el olvido no tardará
en cumplir lo suyo. Salvo que alguien se dé por aludido.
Pablo Bujalance / Málaga | Actualizado 10.02.2015 - El Tiriri, en la calle
Larios, entre Antonio Carmona y Juan Habichuela. / M. H.
Mito y realidad de Marchena
La Federación de Peñas de Sevilla, junto con la Diputación de
Sevilla y el Instituto del Flamenco, publican las obras completas en pizarra del
mítico cantaor Niño de Marchena
Obras
completas en 78 rpm. Niño de Marchena. 17 CD y Libreto. Ed. Juan Castañeda.
Textos: Manuel Martín Martín. Federación de Peñas / Diputación / Instituto del
Flamenco. Marchena sigue seduciendo. A 111 años de su nacimiento y 38 de su
muerte, sigue siendo uno de los referentes del flamenco. Y no sólo eso. Sino que
el magnífico publicista que fue Marchena ha sometido a todos, a sus seguidores
pero también, y creo que en una medida aún mayor, a sus detractores. Cuando
hablamos de Marchena siempre tenemos que hablar de polémica. Porque fue un
artista de éxito, fundamentalmente, y libre. Marchena dijo aquello de que él le
dio dignidad al cante, lo vistió de limpio, le dio sex appeal "como dicen los
franceses" (sic) y sus detractores lo creyeron. Y fundaron en ello su crítica,
su tarea de destruir el mito cantaor que fue: Marchena sacó el flamenco de su
ámbito legítimo, íntimo, e hizo de él un arte de masas. Lo cierto es que hubo
otros publicistas antes de Marchena, empezando por el creador mismo del cante
flamenco, Silverio Franconetti. Si Marchena se llama a sí mismo "maestro de
maestros", Franconetti se concedía el título de "Rey de los cantadores
andaluces". Por cierto que Franconetti jamás usó en su abundante publicidad la
denominación de flamenco, nombre que no era del gusto de Marchena, precisamente.
Si Marchena cantó en teatros antes de él lo hicieron Vallejo, la Niña de los
Peines, Chacón, El Mochuelo, Franconetti …. todos los cantaores de éxito
anteriores a él. Pero Pepe Marchena quiso crear un mito, un antes y un después.
Y sus detractores le siguieron el juego, todavía se lo siguen. Marchena sigue
seduciendo. El Niño de Marchena y Pepe Marchena
son los dos nombres artísticos que utilizó José Tejada Martín (Marchena,
1903-Sevilla 1976), uno de los más importantes intérpretes de este arte, el más
en opinión de muchos. Esta edición, fruto del empeño de José María Segovia,
presidente de la Federación de Peñas de Sevilla, viene a deshacer uno de los
agravios más sangrantes de la historia del flamenco al poner en orden y al
alcance de todos los aficionados la discografía marchenera, en especial la obra
anterior a la guerra civil. Una de las conclusiones que arrojan estas obras
completas en pizarra es la confirmación de una obviedad: ciertamente el Niño de
Marchena grabó infinidad de fandangos, una buena porción de cantes de levante y
de los llamados americanos, esto es, guajiras y milongas, amén de la colombiana
que inventara. Pero también registró profusamente seguiriyas, soleares,
malagueñas, bulerías por soleá, cantiñas… Marchena siempre escapa de su propio
tópico, independientemente de que el origen del mismo sean sus detractores, sus
seguidores o él mismo. El maestro de maestros jamás queda atrapado en su propio
verbo y una prueba evidente son los rótulos fantásticos de sus discos: tangos
clásicos de los Montes de Toledo, Aires de la Sierra de Baena, Cante de la
Campiña de Osuna, Cantes del Ecuador, Canción de los Luises del siglo XVIII,
Aires de la Sierra de Almodóvar… se trata de una gustosa ironía contra los
excesos de atribuciones de la flamencología de la época. La diferencia es que
Marchena es plenamente consciente de que sus genealogías son fantásticas. ¿Cómo
se articula esto con la minuciosa atribución que ofrece esta edición en su
libreto? El oyente-lector tiene la última palabra al respecto. Otra conclusión
que arroja esta obra es que esa descomposición, en el mejor o peor sentido del
término, según quien hable, y la desjerarquización que se le atribuyen a
Marchena eclosionan en una época tan descompuesta de la historia de España como
la posguerra: de los 24 cantes que graba en los 40, 6 son las llamadas
"creaciones personales", es decir, esa soberana mezcla de géneros que grabaron
en la posguerra muchos intérpretes del momento: el Pinto, Valderrama, Niño de
Utrera… Aunque el género había nacido antes. En todo caso, después de este
súbito desorden, que era el desorden de una España arrasada, sin rumbo, sin
presente ni futuro, y sin pasado por tanto, grabó esas Memorias antológicas
donde, entre 55 cantes, no impresionó su colombiana. Las obras completas en
pizarra de Pepe Marchena ilustran y puntualizan muchas cosas. Aunque no queda
clara la discografía completa de Marchena. Es decir, ¿hizo alguna grabación en
vinilo, además de la antología citada? Parece que no pero, como digo, no queda
claro este extremo. El quid de la cuestión es la frase que El Planeta le espeta
al Fillo y que recoge Estébanez Calderón en sus Escenas andaluzas: "esa voz del
Broncano es crua y no de recibo, y en cuanto al estilo ni es fino, ni de la
tierra". Desde los 40 y 50 la flamencología se ha edificado sobre la idea de que
el flamenco primitivo es crudo, austero, esencial, radical y viril. La realidad,
que hoy es accesible gracias a los cilindros de cera, es que el flamenco de los
orígenes, el decimonónico, el flamenco del Planeta, que nunca cantó por
seguiriyas por cierto, de Silverio y Chacón, era un flamenco atenorado,
belcantístico, fino, lírico, pleno de recursos vocales y que, en este sentido,
Marchena, como Vallejo o Valderrama, son legítimos herederos del mismo. Lo cual
no quiere decir que el flamenco de la posguerra no sea un invento maravilloso
del que no podemos prescindir. El flamenco, como arte romántico, ha encumbrado
el pasado mítico, el pasado inventado, y la mayor parte de sus genealogías
actuales son tan reales como el Ossian de McPherson. Que existiera otro flamenco
crudo oculto es, no ya una cuestión de fe, sino algo que no se ajusta a la
realidad estética del periodo: son unos valores contemporáneos que, para
justificarlos, situamos extemporáneamente en un pasado idealizado, irreal. El
flamenco crudo es irreal pero eso no quiere decir que sea falso. Tiene que ver
con nuestra esencia como seres humanos, no tanto con nuestra historia
decimonónica. Tiene más que ver con la historia contemporánea, las guerras
civiles y mundiales del siglo XX, que con nuestro pasado remoto. En este sentido
Marchena, más que un descomponedor y un desjerarquizador es, como digo, un
legítimo heredero de un arte que, desde sus orígenes, es una mezcla de elementos
gitanos, americanos, negros, orientales, franceses, italianos y hasta españoles
y andaluces. Quizá Marchena no lo supo de una manera intelectual pero lo
vivenció en su arte, en su capacidad para aunar tradiciones propias y ajenas en
el crisol rotundo de su garganta privilegiada. Porque quiso y porque pudo. Esta
edición lo muestra a las claras.
Juan Vergillos | Actualizado 08.02.2015 - en la foto Pepe Marchena con Carmen
Amaya (izquierda) y Concha Piquer.