PEPE MARCHENA
JOSÉ TEJADA MARTÍN, cantaor payo,
más conocido en la historia del mundo del arte del cante flamenco con el nombre
artístico de NIÑO DE MARCHENA, y también como PEPE
MARCHENA, nació en Marchena (Sevilla) el día 8 de noviembre en el año de 1903, y murió en Sevilla en
1976. Fue el principal
representante de la divulgación del fandango de su repertorio creativo de todas
las provincias andaluzas, engrandeció su forma del fandango de su propio
repertorio de maestros de maestros, de esa época grandiosa de la ópera flamenca. Su
cante a base de gorgoritos, falsetes y recitados era una forma única de este
gran cantaor.
Pepe Marchena con su maestría
para todos los cantes,
fue maestro de maestros
como el mismo nos decía
con mucho arte y sabiduría,
por su bondad y su buen corazón
fue querido por toda la afición,
llenando todos los escenarios
porque todos los públicos
le admiraban y le querían
llenándoles de aplausos,
por su arte y su gran humildad
fue querido por toda la afición
de España y del mundo entero
que dios le tenga en la gloria
con un monumento en el cielo.
En sus primeros comienzos de su infancia fue borriquero, aprendiz de herrero y tabernero, trabajos que alternaba con su dedicación a cantar por las noches en los bares y ventas, pasando al final la bandeja. Su debut profesional tuvo lugar en Fuentes de Andalucía, donde ganó un concurso de aficionados, pasando a actuar en La Puebla de Cazalla, Morón de la Frontera y Osuna, siendo seguidamente contratado, cobrando cinco duros diarios, en el Café Novedades de Sevilla.
Debuta en Madrid en año 1921, en el merendero Casa Juan, sito en La Bombilla, junto a El Canario de Colmenar y La Lavandera. El empresario Carcellé lo lleva al Teatro La Latina, con un sueldo de doscientas pesetas diarias. Graba su primer disco, toma parte en la comedia lírica Málaga, ciudad bravía, en el Teatro Martín, con Ramón Montoya. Con aquellas mismas fechas canta durante varios días en el Teatro Novedades de Madrid. Otra actuación histórica de Pepe Marchena, se produjo en Sevilla, en 1925, durante la inauguración del Hotel Alfonso XIII, en presencia de los infantes don Carlos y doña Luisa, en compañía de Chacón, Ramón Montoya, Currito de La Jeroma, Luisa Requejo y otros destacados artistas de la época. Durante toda su carrera artista graba una inmensa discografías.
En 1925 en un concurso celebrado en el Teatro Pavón de Madrid, gana el tercer premio. En 1926 forma parte de un elenco flamenco en el que figuraban Chacón, Escacena, Manuel Pavón, El Chato de Las Ventas, Centeno y el guitarrista Perico el del Lunar. Recorrió toda la geografía española, con este espectáculo y realiza una gira por la costa mediterránea, debutando en Valencia y Barcelona. Desde estas fechas hasta la guerra civil, alterna sus participaciones en los espectáculos llamados ópera flamenca, con otros teatrales de flamenco, entre ellos La copla andaluza, en el Teatro Pavón de Madrid.
Foto que me regalo como una cosa muy especial mi gran amigo Carlos Rodríguez Diez, gran aficionao a este arte, casado con Teresita una de las bailaoras de primer cartel entre los más grandes de su época.
En 1935, año que interpreta la película Paloma de mis amores. Meses antes de iniciarse la guerra, en 1936, monta la obra Cancionero de los hermanos Álvarez Quintero. Pasada la guerra, se estrenan dos películas suyas La Dolores y Martingala, en 1944, La copla andaluza, en el Teatro Fontalba de Madrid, seguida de El alma de la copla. En el 1945, encabeza la compañía del empresario Juan Arana, con Vallejo, Canalejas de Puerto Real, Pepe Aználcollar, Ramón Montoya y Niño Ricardo, y en noviembre del mismo año se presenta en el Teatro Avenida de Buenos Aires, con el espectáculo Feria de Sevilla, de Guillén y Ribas, en unión dc Carmen Amaya, permaneciendo tres meses consecutivos, alternados con actuaciones en Radio Belgrano, y finalizando su gira en Montevideo y Río de Janeiro.
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Se le tributa un homenaje en su ciudad natal, rotulándose una
calle con su nombre, en 1952, y en el otoño dicta conferencias sobre el arte
flamenco en diferentes puntos de España, En 1974, se celebró en Marchena un
festival en su homenaje, con la actuación especial de Juanito Valderrama y
Perlita de Huelva. En noviembre de 1976, ya gravemente enfermo de cáncer, se le
concede la Medalla de Oro de su ciudad natal, y Juanito Valderrama organiza en
Madrid un festival en su beneficio, que se celebra el día 28 del mismo mes, en
el Teatro Alcalá-Palace, festival en el que intervienen un gran plantel de
figuras del arte flamenco y de la canción andaluza. Pepe Marchena hizo pública
la siguiente despedida: «A los artistas que cariñosamente han intervenido en
este acto y a todos los públicos dé España.
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Aquel mismo día que mi hermano Paco y yo abandonábamos aquellas tierras Africanas, Pepe Marchena el 22 de Octubre de 1959, actuaba en el Teatro Español de Tetuán (Marruecos). representando un gran cartel de cantaores y artista. Luego en Madrid le vimos en muchas ocasiones, sobre todo en el Circo Price, siempre acompañado con un buen elenco de Cantaores y artistas. Pepe Marchena era muy elegante en el vestir, solía cambiarse de traje en cada actuación, tenia también la costumbre de llevar el compás del cante con el anillo del dedo sobre el micro. Al agravarse su estado de salud, fue trasladado a Sevilla, donde falleció el día 4 de diciembre.murió en Sevilla en 1976. En 1986, se le erigió un monumento en su tierra, obra de Rafael Armenta.
Un
libro y un DVD recorren toda la vida del cantaor Pepe Marchena
La obra, escrita por el
periodista y flamencólogo Gonzalo Rojo, fue presentada en la localidad natal del
cantaor, que estuvo considerado como rey del fandango
La Fundación Unicaja presentó ayer en Marchena (Sevilla)el libro La dimensión
infinita de Pepe Marchena, del periodista, escritor y flamencólogo Gonzalo Rojo.
El libro, la obra más completa dedicada a este cantaor, narra la vida del
ilustre cantaor de flamenco José Tejada Martín, más conocido como Pepe Marchena,
uno de los personajes más carismáticos y populares de España, desde su infancia
en su Marchena natal hasta sus últimos días en Sevilla e incorpora dos CDs con
sus primeras grabaciones y dos películas (en sendos DVDs) protagonizadas por el
genio del cante. El libro fue presentado por el presidente de Unicaja, Braulio
Medel, el director de la Obra Social, Felipe Faraguna, el alcalde de Marchena,
Juan María Rodríguez y por el autor del libro, Gonzalo Rojo 'La dimensión
infinita de Pepe Marchena recoge con exactitud y rigor la historia de uno de
cantaores más célebres de España. El autor reúne en cerca de 500 páginas y más
de 350 fotografías aspectos de su vida, de su producción discográfica, de su
genialidad creadora y de su amistad con destacados cantaores y músicos de la
época como el trianero Rafael Pareja, Pepe Pinto, el Cojo de Málaga o la Niña de
los Peines, entre otros. Dentro de la trayectoria profesional del cantaor
marchenero, Gonzalo Rojo destaca el año 1924, año en el que Pepe Marchena
participa en el segundo acto de la comedia lírica Málaga, ciudad bravía, de
Manuel Ruiz Aguirre y Luis Martínez Tovar, representada en el madrileño Teatro
Martín, y que supuso un éxito en su carrera. No obstante, el autor hace un
repaso a las distintas fases que se contemplan en la trayectoria discográfica
del cantaor: la etapa más clarificadora y ejemplar, que abarca desde 1924 hasta
la preguerra civil, concretamente hasta el año 1934, en el que se presenta en el
cine Capitol de Madrid y las etapas que transcurren entre 1941 y 1946 y de 1947
a 1963, períodos en los que se decanta por el divismo y el neolirismo. Pepe
Marchena (Marchena, 1903-Sevilla, 1976) cuenta con una intensa producción
discográfica en la que abarcó todos los cantes, aunque es el fandango el estilo
al que dedicó más atención, llegando a ser conocido como el Rey del fandango.
Parte de esa producción discográfica se recoge en los dos CDs que acompañan al
libro y en los que se incluyen 40 grabaciones recopiladas de los primeros
trabajos discográficos de pizarra del cantaor con sonido remasterizado y
filtrado. El cantaor marchenero también participó en el cine, protagonizando
varias películas junto a destacados cantantes de la época como Lola Flores o
Antoñita Moreno, con quienes protagonizó Martingala y Reina mora,
respectivamente, y que también se incluyen en la obra presentada ayer. Gonzalo
Rojo nació en Coín (Málaga). Estudió Magisterio; profesión que abandonó para
dedicarse al periodismo. Ha trabajado en Radio Juventud, más tarde RNE, y en la
sección Oído al cante en el diario Sur de Málaga. Es autor de libros como
Cantaores malagueños, Mujeres malagueñas en el flamenco, La Jimena de Coín o
Antonio de Canillas.
Redacción / Granada | Actualizado 05.06.2009. En la foto, Pepe Marchena, a la
izquierda, junto a Juanito Valderrama y Dolores Abril.
Las bodas de Marchena
Una nueva edición
sobre el cantaor más revolucionario del flamenco, producida por el coleccionista
Manuel Cerrejón, incluye un documento cinematográfico familiar inédito
Marchena
sigue seduciendo. A 110 años de su nacimiento, y 37 de su muerte, sigue siendo
uno de los referentes fundamentales del flamenco. Su estela se puede apreciar en
el cante de artistas tan dispares como Miguel Poveda, Estrella Morente, Arcángel
o Rocío Márquez quien, por cierto, se halla inmersa en la grabación de un disco
con el repertorio del cantaor marchenero que se publicará en 2014. El Niño de
Marchena y Pepe Marchena son los dos nombres artísticos que utilizó José Tejada
Martín (Marchena, 1903-Sevilla 1976), uno de los más importantes intérpretes de
este arte, el más en opinión de muchos. A pesar de ello la discografía de
nuestro intérprete sigue encontrándose hoy en una situación bochornosa, en
especial la de su primera época, la obra anterior a la Guerra Civil. Marchena,
sin dejar de ser nunca preciosista, lúdico y vital, resulta más melancólico que
trágico, cosa que algunos confundieron con falta de profundidad. Una audición
minuciosa de su obra grabada nos permite el raro privilegio de asistir al
proceso en vivo y ante nuestros ojos de la historia de este arte. Marchena
transfiere su personalidad
libérrima a todos los estilos, conociendo a conciencia el legado clásico. A
pesar de lo cual, y en este sentido su proceder es flamenquísimo, Marchena crea
su propia tradición. No hablo, o al menos no principalmente, del marchenismo,
sino de la música y la lírica popular. Marchena acarrea hacia el cante material
de diversa procedencia popular, española e iberoamericana, que eran tradiciones
por él manejadas y vividas. El ejemplo más extremo es el de los mal llamados
cantes de ida y vuelta. Sus grabaciones parten de su conocimiento de las
fórmulas decimonónicas, pasando por las versiones más evolucionadas de Escacena
para estilizarse y hacerse personales más tarde, con sus propias contribuciones
al género. Asistimos así al prodigio del nacimiento de un nuevo cante, último en
incorporarse al canon flamenco: la colombiana. Ello ocurre en una grabación de
1931, la primera llevada a cabo de este palo, un dúo con el Niño de la Flor, que
incluye esta edición. La denominación del estilo es puramente casual ya que nada
tiene que ver con Colombia: José Manuel Gamboa aclaró que las músicas y los
textos en los que se basó Marchena para crear la colombiana proceden de México y
del País Vasco. De hecho en una de las primeras grabaciones por colombianas de
Marchena encontramos el subtítulo Cante de Guatemala, lo que evidencia la
indefinición nominal del cante en esta primera época. Simplemente el primer
disco grabado con este palo se titulaba Mi colombiana, como podía haberse
llamado de otra manera. Marchena era así: genial, anárquico, raro, estrambótico
y elegante. Bello y zumbón. Su creatividad consistía, en gran medida, en
estilizar un repertorio cancioneril. Hay que destacar en estos primeros
registros de Marchena la colaboración de Ramón Montoya, que los convierten, como
a todos sus trabajos a dúo, en auténticas joyas de sutileza, estilización y
virtuosismo. Un caso insólito de compenetración.
Juan Vergillos | Actualizado 05.01.2014 - El Niño de Marchena junto a Ramón
Montoya en una de sus primeras grabaciones, en los años 20.
Continua en el periodico
Mito y realidad de Marchena
La Federación de Peñas de Sevilla, junto con la Diputación de
Sevilla y el Instituto del Flamenco, publican las obras completas en pizarra del
mítico cantaor Niño de Marchena
Obras
completas en 78 rpm. Niño de Marchena. 17 CD y Libreto. Ed. Juan Castañeda.
Textos: Manuel Martín Martín. Federación de Peñas / Diputación / Instituto del
Flamenco. Marchena sigue seduciendo. A 111 años de su nacimiento y 38 de su
muerte, sigue siendo uno de los referentes del flamenco. Y no sólo eso. Sino que
el magnífico publicista que fue Marchena ha sometido a todos, a sus seguidores
pero también, y creo que en una medida aún mayor, a sus detractores. Cuando
hablamos de Marchena siempre tenemos que hablar de polémica. Porque fue un
artista de éxito, fundamentalmente, y libre. Marchena dijo aquello de que él le
dio dignidad al cante, lo vistió de limpio, le dio sex appeal "como dicen los
franceses" (sic) y sus detractores lo creyeron. Y fundaron en ello su crítica,
su tarea de destruir el mito cantaor que fue: Marchena sacó el flamenco de su
ámbito legítimo, íntimo, e hizo de él un arte de masas. Lo cierto es que hubo
otros publicistas antes de Marchena, empezando por el creador mismo del cante
flamenco, Silverio Franconetti. Si Marchena se llama a sí mismo "maestro de
maestros", Franconetti se concedía el título de "Rey de los cantadores
andaluces". Por cierto que Franconetti jamás usó en su abundante publicidad la
denominación de flamenco, nombre que no era del gusto de Marchena, precisamente.
Si Marchena cantó en teatros antes de él lo hicieron Vallejo, la Niña de los
Peines, Chacón, El Mochuelo, Franconetti …. todos los cantaores de éxito
anteriores a él. Pero Pepe Marchena quiso crear un mito, un antes y un después.
Y sus detractores le siguieron el juego, todavía se lo siguen. Marchena sigue
seduciendo. El Niño de Marchena y Pepe Marchena son los dos nombres artísticos
que utilizó José Tejada Martín (Marchena, 1903-Sevilla 1976), uno de los más
importantes intérpretes de este arte, el más en opinión de muchos. Esta edición,
fruto del empeño de José María Segovia, presidente de la Federación de Peñas de
Sevilla, viene a deshacer uno de los agravios más sangrantes de la historia del
flamenco al poner en orden y al alcance de todos los aficionados la discografía
marchenera, en especial la obra anterior a la guerra civil. Una de las
conclusiones que arrojan estas obras completas en pizarra es la confirmación de
una obviedad: ciertamente el Niño de Marchena grabó infinidad de fandangos, una
buena porción de cantes de levante y de los llamados americanos, esto es,
guajiras y milongas, amén de la colombiana que inventara. Pero también registró
profusamente seguiriyas, soleares, malagueñas, bulerías por soleá, cantiñas…
Marchena siempre escapa de su propio tópico, independientemente de que el origen
del mismo sean sus detractores, sus seguidores o él mismo. El maestro de
maestros jamás queda atrapado en su propio verbo y una prueba evidente son los
rótulos fantásticos de sus discos: tangos clásicos de los Montes de Toledo,
Aires de la Sierra de Baena, Cante de la Campiña de Osuna, Cantes del Ecuador,
Canción de los Luises del siglo XVIII, Aires de la Sierra de Almodóvar… se trata
de una gustosa ironía contra los excesos de atribuciones de la flamencología de
la época. La diferencia es que Marchena es plenamente consciente de que sus
genealogías son fantásticas. ¿Cómo se articula esto con la minuciosa atribución
que ofrece esta edición en su libreto? El oyente-lector tiene la última palabra
al respecto. Otra conclusión que arroja esta obra es que esa descomposición, en
el mejor o peor sentido del término, según quien hable, y la desjerarquización
que se le atribuyen a Marchena eclosionan en una época tan descompuesta de la
historia de España como la posguerra: de los 24 cantes que graba en los 40, 6
son las llamadas "creaciones personales", es decir, esa soberana mezcla de
géneros que grabaron en la posguerra muchos intérpretes del momento: el Pinto,
Valderrama, Niño de Utrera… Aunque el género había nacido antes. En todo caso,
después de este súbito desorden, que era el desorden de una España arrasada, sin
rumbo, sin presente ni futuro, y sin pasado por tanto, grabó esas Memorias
antológicas donde, entre 55 cantes, no impresionó su colombiana. Las obras
completas en pizarra de Pepe Marchena ilustran y puntualizan muchas cosas.
Aunque no queda clara la discografía completa de Marchena. Es decir, ¿hizo
alguna grabación en vinilo, además de la antología citada? Parece que no pero,
como digo, no queda claro este extremo. El quid de la cuestión es la frase que
El Planeta le espeta al Fillo y que recoge Estébanez Calderón en sus Escenas
andaluzas: "esa voz del Broncano es crua y no de recibo, y en cuanto al estilo
ni es fino, ni de la tierra". Desde los 40 y 50 la flamencología se ha edificado
sobre la idea de que el flamenco primitivo es crudo, austero, esencial, radical
y viril. La realidad, que hoy es accesible gracias a los cilindros de cera, es
que el flamenco de los orígenes, el decimonónico, el flamenco del Planeta, que
nunca cantó por seguiriyas por cierto, de Silverio y Chacón, era un flamenco
atenorado, belcantístico, fino, lírico, pleno de recursos vocales y que, en este
sentido, Marchena, como Vallejo o Valderrama, son legítimos herederos del mismo.
Lo cual no quiere decir que el flamenco de la posguerra no sea un invento
maravilloso del que no podemos prescindir. El flamenco, como arte romántico, ha
encumbrado el pasado mítico, el pasado inventado, y la mayor parte de sus
genealogías actuales son tan reales como el Ossian de McPherson. Que existiera
otro flamenco crudo oculto es, no ya una cuestión de fe, sino algo que no se
ajusta a la realidad estética del periodo: son unos valores contemporáneos que,
para justificarlos, situamos extemporáneamente en un pasado idealizado, irreal.
El flamenco crudo es irreal pero eso no quiere decir que sea falso. Tiene que
ver con nuestra esencia como seres humanos, no tanto con nuestra historia
decimonónica. Tiene más que ver con la historia contemporánea, las guerras
civiles y mundiales del siglo XX, que con nuestro pasado remoto. En este sentido
Marchena, más que un descomponedor y un desjerarquizador es, como digo, un
legítimo heredero de un arte que, desde sus orígenes, es una mezcla de elementos
gitanos, americanos, negros, orientales, franceses, italianos y hasta españoles
y andaluces. Quizá Marchena no lo supo de una manera intelectual pero lo
vivenció en su arte, en su capacidad para aunar tradiciones propias y ajenas en
el crisol rotundo de su garganta privilegiada. Porque quiso y porque pudo. Esta
edición lo muestra a las claras.
Juan Vergillos | Actualizado 08.02.2015 - en la foto Pepe Marchena con Carmen
Amaya (izquierda) y Concha Piquer.
La voz que cambió la historia del flamenco
Redigitalizadas en pizarra las obras completas del cantaor, Pepe
Marchena dotó al género de libertad , El marchenero inauguró la independencia
musical en el flamenco
Si
la sabiduría del flamenco se encuentra donde se ha eliminado lo que no es
esencial, es porque hubo artistas que, como Pepe Marchena, fueron conscientes de
que sólo cuando ellos murieran el mundo se enteraría de todo lo que había
vivido. Transcurridos 38 años de su muerte, ha tenido que ser una entidad
privada, la Federación de Peñas Flamencas de Sevilla y su Provincia, la que
salve del olvido la obra completa en discografía de pizarra del ilustre músico,
obra redigitalizada por Fonotrón con la actualización biográfica por parte de
quien firma así como el estudio analítico de los 266 cantes que la conforman. El
colectivo peñístico, presidido por José María Segovia, ha visto de esta forma
cumplido un sueño que parecía imposible, y los adictos a lo jondo van a
encontrar en este trabajo de investigación y sus 17 CD adjuntos, una obra de
consulta indispensable para profundizar en cuanto acaeció, principalmente, en el
segundo tercio del siglo XX. Empezo, la vida de Pepe Marchena principió como las
grandes faenas, a las cinco de la tarde del 8 de noviembre de 1903 según el DNI
y en la localidad de Marchena, testigo mudo de una vida traspasada por sus más
variadas realidades experienciales y su devoción por el mundo de la música. Fue
bautizado con los apellidos maternos, dado que fue hijo prematuro, y las
circunstancias le obligarían como primogénito a incorporarse a edad temprana al
mundo laboral, además de buscarse la vida cantando por tabernas y ventas pasando
el platillo. Empieza a ganar adeptos a la edad de 13 años y su vigoroso aliento
sostenido alcanza desde el sevillano Café de Novedades a su debut el año 1921 en
Madrid. Pero es a partir de 1924 cuando Pepe nos enseña que lo satisfactorio no
es hacerse notar, sino ser diferente. Sus cantes -era reclamado como "rey de los
fandanguillos"- subían en la proporción en que se multiplicaban sus seguidores,
que ya encontraban en él a su gran médium, lo que explica que se codeara con las
más relevantes figuras, desde reyes a los más grandes políticos, actores, nobles
y maestros de su tiempo. Preocupado por ser él mismo desde que comprobó que los
maestros que le precedieron eran inmejorables, su plan fue crear una marca
identitaria, lo que explica que apresara la inteligencia del público no
satisfaciendo las emociones del artista, sino contentando al divo que llevaba
dentro y devolviendo melodías sentimentales a los auditorios, ávidos de estar
ante una fábrica de sueños. A tal fin, añadió al guiso flamenco la sal armónica
que demandaba para el consumo; creó prosélitos y estimuló de continuo sus
apetencias evasivas, es decir, abordó los sonidos más calmados y experimentales
con el impacto natural más feroz de la vida cotidiana o de hechos históricos
como la guerra civil; abrió nuevas vías de promoción introduciendo el elemento
publicitario como herramienta no para rebasar la línea que reflejan los valores
sociales, sino para no aburrir a la gente, y si fuese necesario, como así
ocurrió, subirse al tren comercial.
'Alma popular'
Aun así, el libro de los gustos flamencos está abierto para todos, y aunque
muchos de sus coetáneos, por no decir la inmensa mayoría, ponderaban su
generosidad y aplaudían su arte escénico al mismo tiempo que lo acusaban de no
ser jondo e incluso de no conocer en profundidad todos los cantes, acusación tan
falsa como irrisoria, ningún cantaor histórico ha enloquecido más al público y
ha ahondado más en el alma popular que el Niño de Marchena, por lo que
regatearle los méritos a quien se los ganó durante toda una vida en el escenario
sea una temeridad. Pero más allá de pisar sobre sus huellas hoy revisadas, lo
que interesa señalar es que estamos ante el cantaor que dotó al flamenco de un
bien hoy incontestable, la libertad, y la voz, por tanto, que inaugura la era de
la independencia musical en el flamenco, el sueño de todo artista que se precie
y que reúna condiciones no ya para tomar decisiones acerca de su profesión, sino
para la creación, el acto reservado para quien, aun viviendo dentro de una
cultura endógena, se convierte en una entidad influenciable y no producir
indiferencia en el resto de la colectividad. Reconozco, por último, que como
crítico exigente me resulta imposible llevarle la contraria al cantaor que mayor
dimensión artística logró en su tiempo, al compositor que consiguió la mágica
química de crear lo que el público quería escuchar y hacerla coincidir con lo
que él quería cantar. Y, en definitiva, al ilustre andaluz que bordó en la
bandera del cante el don de la libertad y que convenció a su legión de
seguidores con un axioma para la historia: cuando nos alcanza la emoción, las
normas se mandan a la mierda,... con perdón.
El primer cantaor-actor conocido
Finales del primer tercio del siglo XX es una época flamenca en la que no se
trataba sólo de ser, sino de saber estar. Y el Niño de Marchena se propuso
acostumbrar a la sociedad de entonces a vivir con él y despertar en el auditorio
emociones indescriptibles que fueran capaces de acercar al público a su figura
artística, por lo que no desaprovechó ninguna oportunidad. Pepe tenía, además,
empaque de señor, pero no de petulante señorito, y qué duda cabe que se sabía
artista porque hasta andando marcaba el paso distinto a los demás, de ahí que el
interés mediático por el Niño de Marchena se fuese acumulando con el tiempo y
que sus imitadores se expandieran como una plaga, dado que si protagonizaba los
más importantes espectáculos de la Ópera Flamenca, igual ideó la teatralización
del flamenco, movimiento que supo aprovechar contando para ello con avispados
empresarios, tales como Vedrines y su cuñado Alberto Monserrat. En efecto. El
Niño de Marchena fue el primer cantaor-actor del flamenco, e incluso llegó en
1935 a debutar como autor, actor y cantaor, algo insólito en la historia. Y es
que Pepe, que era un personaje en sí mismo, no es que quisiera ser actor, tenía
espíritu de actor, se sabía actor. Pepe propagaba un estilo cantaor. No vendía
el cante, sino una manera de expresar e interpretar el cante. Él era el consumo
de los dominantes, el del público que pasa por taquilla, ese público al que se
penetra en el subconsciente con miles de trucos y técnicas de persuasión que
sólo disponen no los grandes cantaores, sino los artistas, los genios.
MANUEL MARTÍN MARTÍN Sevilla. Actualizado: 24/02/2015 en la foto El cantaor
Pepe Marchena, cuando tenía 20 años.
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Autor: José María Ruiz Fuentes |
El Arte de Vivir el Flamenco © 2003 |