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EL PAÍS semanal
Numero 1.032 Domingo 7 de Julio de 1996

TOQUE
La historía de la guitarra flamenca es el relato de una búsqueda individual, inquieta y fantástica que representa una tradición musical viva, una cultura popular. El resultado de esta aventura es hoy la admiración del mundo.    Montoya, Sabicas, Niño Ricardo, pusieron las base Paco de Lucía, `Entre dos aguas; dio a la guitarra un universo de armonía. Sus herederos, virtuosos, intuitivos, arriesgados, han tomado el testigo.
 

PACO DE LUCÍA
El buscador de Perlas
Un alarmante signo es que Paco de Lucía toque más fuera que dentro de España. Le admirar. en todo el mundo, pero su tie­rra es extrañamente pródiga en especialistas en filosoña )onda, que afean la osadía del maestro y se permiten dar consejos. Es­tas gentes de bien sólo pueden equipararse a Paco, de poder a poder, en una cosa: abrir el es­tuche de la guitarra. Ya tocarla es otro cantar. El genio, cuando se encuentra en España gusta de estar con su gente, amigos de siempre con los que salir y reírse. Se le ve por el Candela o escuchando a El Chino en Casa Patas. Es inevitable la nube de compañe­ros, aficionados y curiosos que se le acercan. Él busca refugio en un rincón para estar a su aire. Trágicos acontecimientos, como la pérdida de su amigo Ca­marón o la muerte de su padre, le han sumido en un hundi miento que ya empieza a supe rar. Veces hay en que regresan do a casa de mañana, su viejo Mercedes rojo pálido le deja ti rado. Los sabihondos que le po nen peros a su arte venderían si alma por echarle una mano cm pujando la máquina, para despues; contar la hazaña con displicencia. Francisco Sánchez (Algeciras, Cádiz, 1947) sabe que España es capaz de encontrar un problema para cada solución, y así se le ha quedado en mirada ese gesto de desconfianza  Paco ha descubierto el diflcil equilibrio entre la apertu­ra y la raíz. Regalos suyos al fla­menco son un fenomenal uni­verso armónico y esa rítmica vi­brante, sin pretender otra cosa que sonar de ley, afinado y a compás. Jóvenes endiablados van tras sus pasos. El de Lucía se interroga: ¿Qué es lo que pasa? ¿Dónde están los sonidos del duende?Su inmensa obra acaba de ser reeditada y remasterizada, amén de la aparición de un re­copilatorio antológico. Este fut­bolista entregado y buceador atrevido qué susto lo de las profundidades del Caribe! busca, entre presiones acuáticas artísticas, la perla de su nuevo album.
Texto José Manuel Gamboa' Antología. Mercury. 1996.

 

MORAÍTO CHICO
El heredero de las esencias

Jerez de la Frontera es la tierra jonda más egolátrica. Tiene mo­tivo para estar pagada de sus pa­gos. Allí se jalean los flamencos con un ¡España -jerez! que no les cabe en el cuerpo moreno. Sonar con el aire y temple jerezanos in­superables de Manuel Moreno Junquera, Moraíto, no tiene más secreto que el haberse criado en Jerez, a compás de ecos ancestra­les. Como además sus antece­dentes artísticos y familiares se basan en guitarras de fuste, hay mucho ganado. Cuando genoti­po y fenotipo se alían, los artistas pueden formarla. El Moraíto Chico de hoy es hijo de Juan Morao, el Chico de antaño, y sobrino de un puntal del toque por derecho llamado Manuel Morao. La sonanta de este músico fino, cosecha del 56, arrebata con duende obsti­nado, curtido en mil batallas a la vera de los dueños de la sabi­duría cantaora. Su presencia es ya obligada cuando se trata de invocar la grandeza jonda. Mo­raíto además tiene el poder de aglutinar y difundir artistas de su tierra. Su único álbum en solitario obtuvo el reconocimiento de la Nueva Academia del Disco de París. Moraíto reinterpreta desde la juventud la herencia sonora de sus dominios. No hay nada nue­vo bajo el sol, ¡pero cómo reluce! A su jefatura guitarrística ha uni­do Moraíto un carácter generoso, una vocación de líder espiritual que le ha convertido en el vale­dor de muchos artistas de su pue­blo, entre otros Fernando de la Morena, El Capullo, El Torta y La Macanita.
 
Texto Juan Manuel Gamboa .Antología. Mercury. 1996

 

 

TOMATiTO
El soniquete
A José Fernández Torres, Tomatito, persona carismática de sonrisa abierta, se le respeta con especial devoción por haber sido la mano derecha de un dios llamado Camarón. El genio de la Isla le sentó a su lado y, con él, To­mate aprendió lo que no está en los escritos. El elegido era un adolescente deslumbrado por Paco de Lucía. Camarón, quien sabía de guitarra, de afinaciones y de compás, necesitaba la com­paña de alguien flamenquito y centraíto. Ahí estuvo, en el lugar y el momento oportunos, el tocaor almeriense. Cuando hicieron La leyenda del tiempo, Tomati­to apenas contaba veinte años de edad. Tocar flamenco tocan muchos, pero no con la claridad y contundencia con que lo hace José A Tomatito le suenan los toques a lo que son en su esencia: flamencos. No es menester ejercitarse en cábalas para reconocer lo que interpreta. Se le entiende todo. Su soleá es so­leá; sus tangos, tangos canaste­ros; sus bulerías... una barbaridad. Usa el pulgar y el rasguea­do como corresponde a un gutarrista de enjundia. Juega tanto con las distintas afinaciones del instrumento que estaríamos por llamarle El Niño de los Ascen­sores. Entre el trajín de subir y bajar la tensión de las cuerdas, nos apabulla con poderosos masajes de soniquete calé.
Texto Juan Manuel Gamboa. Nuevos Medios. 1991

 

 

 

 

 

 

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