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HISTORIAS DEL CANTE ANDALUZ
MEMORIAS DE ANTONIO MAIRENA (XL)
Centenario de
Antonio Mairena
La universidad del cante
Antonio Mairena recibe la Medalla de Oro de las Bellas Artes en
1983 de manos del Rey Juan Carlos | Álbum familiar
Mairena es el cantaor que más galardones recibió en la historia
del cante
Hipotecó su vida para sacar al flamenco del fango de tabernas y
burdeles
"Con Mairena se moría, junto a un hombre, una universidad", dijo
Félix Grande
Si cuando el público supo de Antonio Mairena la grandeza del cante estaba inscrita en la sombra de la historia, cuando celebramos el centenario de su nacimiento podemos confirmar que con grandes maestros como él, cada artista se sitúa con una herencia detrás y un enigma delante. En los años treinta del pasado siglo, pocos sabían dónde estaban las variantes de buena parte de los llamados cantes fundamentales. Se sospechaba que habitaban por todas partes, en la memoria del aire, pero nadie daba norte de su paradero. Quienes pudieron hacerlo, minimizaron toda influencia étnica, miraron para otro lado dejando al descubierto la nula conciencia cultural que tenían del género del que vivían, o bien estaban en otros menesteres más productivos. Hacía falta, por tanto, quien rastreara, computara la magnitud de su presencia y se convirtiera en un foco de irradiación de tan oscuras soledades. Y ese fue Antonio Mairena, al que le sobrevino la responsabilidad la tarde del sábado 22 de julio de 1933, cuando recibe el legado histórico y la herencia artística de Manuel Torre. Horas antes de morir el gran cantaor jerezano, le dijo a un comerciante de Carmona que lo contrataba cada sábado para que le cantara: "Yo me muero. Te recomiendo que te vayas a Mairena del Alcor y preguntes por un gitanillo que tiene allí una tabernita y que le dicen el Niño de Rafael. Le dices que vas de mi parte, que te atenderá y te gustará".
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Aquí comienza la obra de uno de los maestros indiscutibles de
todos los tiempos. Nadie con más títulos que él para ostentar
este rango, pues si se trata de un hecho insólito en la historia
del flamenco es porque no todos tuvieron su enorme interés por
investigar la realidad del cante y restaurar estilos que sin él
se habrían perdido, lo que explica que a su muerte, Félix Grande
elogiara su descomunal aportación, pues «con Mairena se moría,
junto a un hombre, una universidad».
'Un hombre, una universidad'
Había nacido el 7 de septiembre de 1909 -aunque en los
documentos figure el día 5-, en el seno de una humilde familia
gitana de la calle Alfonso XII, de Mairena del Alcor, y si a los
11 años ya sorprende a todos cantando por tangos, a los 14 gana
el concurso de Alcalá evocando a sus maestros, Manuel Torre y
Joaquín el de la Paula. En 1930 debuta en el Kursal
Internacional, de Sevilla, y un Viernes Santo de 1933, en los
altos de lo que hoy es el bar Laredo, al paso de Los Gitanos,
lanzó una saeta por seguiriyas que dejó inmóvil a los propios
costaleros. A partir de entonces y durante treinta años, fue
para muchos el ídolo de la Semana Santa. Donde él cantaba, las
sillas se alquilaban a doble precio. Paradójicamente. Ese mismo
año fallecieron sus maestros, Manuel Torre y Joaquín el de la
Paula. Pero la vida sigue, y un año después, de la mano de
Rafael Tristán, toma plaza en el Pasaje del Duque. En septiembre
de 1935 sorprende cantando a Carmen Amaya y pocos días después
graba en Barcelona el cante que hiciera Julio Peña en la
película 'María de la O'.
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Con el premio de la lotería
A su vuelta a Sevilla conoce a Melchor de Marchena, guitarrista
al que haría su escolta, y tras la guerra civil marcha al pueblo
de Carmona, donde vivió hasta 1956 en que, gracias a las
cuatrocientas mil pesetas del premio de la Lotería el Niño de
1952, regresa de nuevo a Sevilla y a la calle Padre Pedro Ayala,
número 12, donde residió junto a su hermana Rosario hasta su
último adiós, el 5 de septiembre de 1983. Postergado a cantar
atrás, en 1943 es contratado por Juanita Reina para el
espectáculo 'Solera de España', con quien estuvo hasta 1944. Un
año después le canta a Pastora Imperio en la madrileña Venta La
Capitana, y en 1946 canta para el ballet de Pilar López, para
luego figurar en las compañías de Carmen Amaya (1949) y de
Teresa y Lusisillo (1950 y 1951). Tras la muerte en 1945 de su
abuela La Morena -a la que quería como si de su madre se
tratara-, decide cambiar de aires a requerimiento de Pastora
Imperio. Esta había abierto tres años antes una Venta en Madrid,
lugar de cita y reunión de todos los flamencos de la Villa. En
La Capitana, así se llamaba la Venta, Pastora gozaba los
laureles del triunfo, cuando con la magia y el embrujo de sus
brazos y caderas, baila por primera vez el romance que le
cantara el maestro de los Alcores. De La Capitana pasa a
Villa-Rosa, y en 1946 figura en el ballet de Pilar López, para
un año después trabajar en a Samba, donde actúa con el genial
Ramón Montoya. Y de ahí a seguir viviendo de las fiestas hasta
1949 en que vuelve Carmen Amaya, presentándose con su compañía
en Madrid. Inmediatamente, Carmen lo contrata por 60 días para
el Teatro Fuencarral hasta que Teresa y Luisillo se separan de
la compañía y Mairena se une a ellos hasta 1951, en que ingresa
en la compañía de Antonio Ruiz Soler.
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Estando con Antonio, el de los Alcores analiza los nuevos rumbos
que se abrían al flamenco. Hacia 1956 conoce por mediación de
Fosforito al escritor pontanés Ricardo Molina, quien le
ordenaría en un libro su ideario flamenco, en tanto que surgen
en Madrid los tablaos en sustitución de las ventas y Mairena
inaugura ese año de 1956 el Tablao El Duende, de Pastora Imperio
y su yerno Gitanillo de Triana, cantando adelante por primera
vez en Madrid, lo que le llevó a pensar en independizarse a
tenor de cómo se subordinaban al baile los cantes que él tenía
por fundamentales. Fue así que se separa del ballet hacia 1959,
coincidiendo con el nombramiento de Director Honorario de la
Cátedra de Flamencología de Jerez de la Frontera. Ya por
entonces el de Mairena instaura la época de los festivales
flamencos y se entroniza en Córdoba consiguiendo en 1962 la III
Llave de Oro del Cante, lo que le permite proyectar su
misticismo jondo a través de una discografía inconmensurable y
única, tan excelente que hoy es referencia de cuantos maestros
conforman el flamenco contemporáneo.
Publicaciones y galardones
Decía el tratadista pontanés Ricardo Molina que no conocía a
nadie que fuera en su especialidad lo que Antonio Mairena en el
arte flamenco. Efectivamente, porque a su calidad cantaora de
rango muy superior, hay que sumar sus publicaciones, entre las
que figuran ‘Mundo y formas del cante flamenco’ (Librería Al-Andalus,
1963), libro escrito junto a Ricardo Molina; ‘Las Confesiones de
Antonio Mairena’ (Universidad de Sevilla, 1976), edición
preparada por Alberto García Ulecia, y su obra póstuma ‘Joaquín
el de la Paula. Gran artífice del cante por soleá de Alcalá’
(Ayuntamiento de Alcalá de Guadaíra, 1984). De otra parte,
Mairena sigue siendo el cantaor que más galardones y homenajes
recibió en la historia del cante. Respetado y considerado por
todos como el número uno, citemos tan sólo que era Premio
Nacional de Flamenco (1971, 1979 y 1983), Hijo Adoptivo de
Sevilla (1979), Medalla al Mérito en el Trabajo en su categoría
de plata con ramas de roble (1980), Hijo Predilecto de Mairena
del Alcor (1981), I Medalla de Oro de las Bellas Artes al
Flamenco, impuesta por SM el Rey Juan Carlos I el 27 de junio de
1983, y el galardón más importante que no pudo entregársele en
vida: Es el primer Hijo Predilecto de Andalucía. Antonio Mairena,
toda una vida consagrada al arte andaluz, se había casado con el
cante. Hipotecó su vida y su corazón para sacarlo del fango de
tabernas y burdeles en que estaba sumido. Lo dignificó dotando a
su obra de un redondo poder de convicción, y si su sentido de la
responsabilidad le llevó a cumplir una misión poco menos que
sagrada, la de restaurar la grandeza del cante, dio a la afición
y a los analistas el vademécum que todos demandaban, de ahí que
para muchos fuese una moneda acuñada en Andalucía que no se
volverá a repetir.
Manuel Martín Martín | Sevilla
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