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HISTORIAS DEL CANTE ANDALUZ XXI |
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HISTORIAS DEL CANTE ANDALUZ
EL CANTE DE ALCALÁ. (XXI)
EL CANTE DE ALCALÁ.
Como ya he dicho, los gitanos andaluces, y entre ellos muchos trianeros, se instalaban en Mairena y en los pueblos próximos, atraídos por la feria de Mairena, y luego se quedaban viviendo muchos de ellos en Mairena y en otros pueblos, como Alcalá, normalmente en las afueras de la población, al abrigo de los montes o en cuevas. De este modo escapaban al control de las autoridades, cosa que sería más difícil en Triana. Probablemente en Alcalá habría gitanos establecidos desde muy antiguo, como en bastantes pueblos sevillanos, y otros gitanos se fueron estableciendo quizá con los ojos puestos en la feria de Mairena. También Alcalá llegó a tener una feria renombrada a la que acudía la gitanería. Hasta el año cuarenta y tantos de este siglo, por lo menos, el marco de esta feria era la Plaza del Duque, hasta el Peregil. Allí las gitanas buñoleras de Triana colocaban sus puestos en llegando la feria.
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En la época hermética del cante los gitanos trianeros debieron llevarlo a Alcalá, donde vivió y fue evolucionando, aunque todavía sin salir del seno de esas familias gitanas. De este modo, partiendo de una inicial levadura trianera, se fue formando una modalidad de cante por soleá bailable que iba adquiriendo un aire propio. En aquellos tiempos florecía en Alcalá una gitanería abierta, graciosa, dicharachera, que alternaba con los demás vecinos, sobre todo en los momentos de esplendor de la industria panadera local. Esos gitanos alcalareños los Jiménez, los Francos, los Fernández, los Vargas, los García, los Cruz, los Carrillos, los Bermúdez se hallaban emparentados con otros de Triana, Mairena, El Viso del Alcor, Utrera, Paradas, El Arahal
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Durante el siglo
pasado se fue desarrollando en Alcalá una gama bastante amplia de soleares,
comparables a las de Triana y quizá superiores a las de otros centros
cantaores. Resultó así un cante con un sabor propio, inimitable, que ni
admitía ni admite influencias extrañas, hasta tal punto que cualquier aleación
lo corrompe; cosa que no ocurre con otros cantes por soleá. Cuando los genios
del cante cantaban por soleá o por cualquier otra modalidad, solían mejorar
los estilos, les imprimían su sello personal o familiar e incluso desarrollaban
las posibilidades musicales de muchos cantes, cada uno según sus maneras. Pues
bien: esto no ha sido posible con el cante de Alcalá. Ni Manuel Torre, ni Tomás
Pavón, ni la Niña de los Peines, que
mejoraron tantos cantes, casi todos los que interpretaban, pudieron mejorar el
de Alcalá. Y no sólo eso: ni siquiera pudieron ejecutarlo con el sabor
característico con que se cantaba en Alcalá. Tengo que señalar, sin embargo, una
sola excepción, que yo sepa: la de Manolo el Chindo, que era un gitano de Marchena íntimo amigo de mi padre.
El Chindo era un enamorado profundo
del cante de Joaquín el de la Paula. Siendo yo muy joven, lo escuché por
primera vez en Mairena, en presencia de Juan Talegas, Pepe Torre y una gitana
de Jerez que se llamaba María Pantoja, y, aunque yo era muy joven, pude
apreciar que hacía el cante de Joaquín igualito que éste. Cuando Joaquín lo
escuchaba solía llorar como un niño. Por eso y por otras cosas, cuando se habla
de cante gitano no hay que olvidar a la Marchena de otros tiempos, cuando tenía
una gitanería que nada tenía que envidiar a ningún centro cantaor. En Marchena
se cantó, se bailó y se tocó la guitarra como en el mejor de los sitios. Yo
mismo lo comprobé en la gratísima compañía de Joaquín el de la Paula. El cante
de Alcalá viene a ser, por lo tanto, algo prácticamente autóctono,
inconfundible, tan ligado a Alcalá que puede decirse que no pasa de unos
límites geográficos bastante reducidos, pues tiene el capricho de no pasar a la
orilla sur del río Guadaira. Se queda en Alcalá o hacia tierras de Mairena,
Carmona e inclusive, por lo más abajo, hasta Morón. El Guadaira es un muro de
contención del cante de Alcalá que, a diferencia de otros, no es un cante
espectacular, aunque sí es de muy difícil ejecución, no obstante su aparente
sencillez, su desarrollo lineal, bellísimamente mecido, lleno de una dulce
melancolía gitana y saturado con las esencias del alma del hermoso paisaje
alcalareño.
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Pero vamos a ver cómo se fue gestando en realidad este cante. Nació en el seno de una familia que se formó a partir de una pareja de gitanos llamados el Gordo y la Paula. De este matrimonio nacieron Joaquín, Agustín, Carmen, Vicenta y José, de los cuales unos tomaron el apodo del padre, como Agustín, y otros, como Joaquín, el de 1a madre. Las hembras, Carmen y Vicenta, cantaban por soleá a ritmo de baile y con una gran pureza, como era habitual entonces. Agustín y Joaquín, en cambio, pararon el cante y lo llevaron al ritmo con que hoy lo conocemos, es decir, para escuchar. Del otro hermano, José, padre de Manolito el de María, no se sabe cómo cantaría. Agustín el del Gordo se casó y se fue a vivir a Dos Hermanas, pero no dejó de frecuentar su familia de Alcalá. Aunque era un gran solearero, como ha podido atestiguar su hijo, Juan Talegas, era sobre todo un extraordinario seguiriyero, hasta el punto de que se dice que no tenía nada que envidiarle al Nitri o a Juanelo de Jerez. Conservaba muchos cantes jerezanos y trianeros de épocas pasadas, que interpretaba de manera magistral y con un hondo sabor gitano. Un extenso muestrario de estos cantes me ha llegado a mí a través de Juan Talegas.
Pero fue Joaquín el de la Paula el que dio su forma culminante y definitiva al cante por soleá que se formó en su familia y que, siendo por ello el cante de Joaquín el de la Paula, pronto empezó a llamarse cante por soleá de Alcalá o, simplemente, cante de Alcalá. Joaquín imprimió a ese cante su personalidad y sus dificilísimos duendes, desarrollándolo al máximo y dándole, al mismo tiempo, su inconfundible e inimitable sello alcalareño. Junto a Joaquín, ha habido otros alcalareños, todos ellos gitanos cien por cien, que han sido altos valores del cante de Alcalá. Entre ellos hay que mencionar a 1a Roezna, mujer de Josele y madre de Juan Barcelona. Esta gitana también cantaba por romances y por arboreá. Yo tuve ocasión de oírla hace mucho tiempo, en mis principios como cantaor. La Roezna cantaba cantes por soleá bailable que eran muy puros y que también los ejecutaba su hijo, Juan Barcelona. Otra personalidad del cante de Alcalá fue uno de los hermanos Pelaos de Triana, llamado José, tío de los Pavones. Procedente de Triana, vivió en Utrera y en Alcalá, muriendo en esta población. Tanto Arturo como Pastora Pavón afirmaban que cantaba fantásticamente por soleá. También fue un gran intérprete del cante de Alcalá Juan Fernández Vargas (Juan Talegas), hijo de Agustín el del Gordo. Aunque nació en Dos Hermanas, a donde, como hemos dicho, se fue a vivir su padre, fue honra del cante alcalareña. En cierta ocasión, Manuel Torre dijo de él que su cante tenía rasgos negros. Y el último gran intérprete de esa maravilla de cante de que hablo fue Manolito el de María, nieto también de E1 Gordo y de la Paula. Manolito María cantaba con un sentimiento casi religioso y su cante sonaba gitano hasta lastimar. Fuera de los nombrados, ya no queda nadie en Alcalá que interprete sus cantes, sacando a un hijo de Joaquín el de la Paula, Enrique, el cual, aunque con pocas facultades, conserva el cante de su padre. Alcalá se ha quedado muda. Es triste reconocer este hecho increible pero cierto. Alguna vez lo he dicho cantando.
Las tres Marías subieron
al castillo de Alcalá, y
de negro luto vistieron
el cante por soleá
Las confesiones de Antonio Mairena, escritas por Ricardo Molina |
El Arte de Vivir el Flamenco © 2003 |