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HISTORIAS DEL CANTE ANDALUZ XX |
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HISTORIAS DEL CANTE ANDALUZ
EL MADRID DE LOS TABLAOS: (XX)
EL MADRID
DE LOS TABLAOS:
GUITARRAS DURAS, AFICIÓN BUENA Y CANTE Y BAILE ECHADOS A PERDER.
Por los años 50
empezó en Madrid la época de los tablaos, que en cierto modo vinieron a suceder
a las ventas. Yo también participé en el ambiente de los tablaos. Era en la
época en que estaba contratado en el ballet de Antonio, ya que había períodos de
tiempo, de dos o tres meses o así, en los que, por no tener fijadas la compañía
de ballet, yo quedaba libre .y me contrataban en Madrid.
Yo inauguré el tablao de El Duente, que
era de Pastora Imperio y de
Gitanillo de Triana, y por primera vez
canté en Madrid estando solo en un escenario, sin más compañía que he del
guitarrista, y sentado, esto es como mandan los cánones. También allí le canté
por romances a Pastora Imperio y ésta
los bailó. Era la primera vez que Pastora bailaba el romance en público
cantándoselo yo, pues en la Cavitana lo habíamos interpretado en privado.
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Por los años 53
y 54 se extendieron mucho estos tablaos por Madrid, aparecieron
Zambra, El Corral de la Morería y
otros. Los tablaos mejoraron el ambiente de la afición. Era frecuente que
acudiera a ellos un público que pe-, día cante bueno y puro, y, como entonces
escaseaban los buenos intérpretes, yo tenía un buen cartel. Desgraciadamente, a
pesar del ambiente favorable de la afición, el cante entró en decadencia.
¿Cómo se explica esto? Los causantes de
la baja calidad del cante fueron los propios cantaores, que tiraban por tierra
el buen ambiente que se estaba creando, cantando cup:zs v fandangos, y cuando
cantaban otros cantes, por ejemplo por soleá, era para bailar, subordinando el
cante al baile. Y lo mismo le pasó al toque de guitarra, completamente sometido
al baile. En los tablaos se daban muchos cuadros flamencos, y los guitarristas
tocaban casi solamente para bailar. Se pierde la distinción entre tocaores para
cantar y tocaores para bailar, y casi todos tocan para el baile, con lo que
aparece un toque con mucho ritmo, pero duro para el cantaor, sin matices, sin
tonalidades, sin dulzura, sin sensibilidad. Esto ha echado a perder a buenos
tocaores. Yo mismo tuve ocasión de comprobar como un buen guitarrista era
víctima de estas circunstancias, pues sehabía acostumbrado a tocar sólo en
cuadros flamencos.
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Tablao Los Canasteros; en la foto José Maria Ruiz Fuentes |
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Escenario del Tablao Los Canasteros; |
Es decir, a
partir de los años 50 hubo un contraste entre un público entendido o, por lo
menos, bien intencionado y deseoso de conocer y escuchar cante bueno, y unos
cantaores que, por diversas razones y sinrazones, ni le dieron a este público lo
que quería y se merecía, ni dignificaron el cante, sino todo lo contrario. Se
puede decir que esta situación continúa todavía, con la particularidad de que
ahora los causantes de la misma tienen menos disculpa, ya que ahora el cantaor
no tiene que someterse necesariamente al ambiente del tablao, porque existen
otros ambientes y otros sitios donde cantar por derecho, siempre que se sepa y
se quiera, claro está
Pero el hecho de que el cante y la guitarra perdieran por someterse casi totalmente al baile no quiere decir que éste saliera ganando con los tablaos. Después de los cafés cantantes, el baile había dado un bajón, aunque hay que reconocer que luego se remozó con Antonia Mercé, que empezó a bailar en los teatros, ella sola, cosas flamencas, siguiéndole luego en esa trayectoria Encarnación López, la Argentinita.
Esta última montó el espectáculo Las calles de Cádiz, en el que llevaba artistas como la Malena, la Macarrona, Rafael Ortega e Ignacio Espeleta. Y a pesar de todo eso, el baile siguió su declive. Yo vi en aquellos tablaos madrileños grupos de gitanas y gitanos de Andalucía que, al mismo tiempo que vociferaban en vez de cantar, como si se mofaran de su propio cante, pataleaban y producían un ruido infernal que sólo servía para atrofiar los oídos al público. Lo que bailaban no tenía ni nombre, y desde luego nada tenía que ver con lo que hacían la Macarrona, la Malena o Antonio Ramírez; y hasta sus vestidos parecían más propios de una fiesta de carnaval: del carnaval de todos ellos. Esta situación, poco más o menos, sigue todavía, aunque, como es natural, tanto entonces como hoy se dieron y se dan, junto a los que mixtifican el cante, buenas figuras que, por el contrario, lo purifican y lo engrandecen.
Las confesiones de Antonio Mairena, escritas por Ricardo Molina |
El Arte de Vivir el Flamenco © 2003 |