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HISTORIAS DEL CANTE ANDALUZ
LOS CAFÉS CANTANTES (XVII)
LOS CAFÉS 
CANTANTES: EL CANTE GITANO Y EL CANTE FLAMENCO.
 
Por causas 
desconocidas y difíciles de aclarar, Silverio salió de España y embarcó para 
América, de donde no volvió hasta unos veinte años después. A su vuelta, intentó 
mercantilizar el cante gitano. Para ello se hizo de un café cantante sevillano, 
el Café de E1 Burrero, que con él tomó 
el nombre de Café de Silverio, y 
contrató a algunos artistas para que actuaran en el café. Los primeros que 
contrató fueron, naturalmente, gitanos de los Puertos, Jerez y Cádiz, a los que 
él conocía bien. Pero esto resultó un fracaso, porque, aunque estos artistas 
eran muy buenos, la pureza de su cante dificultaba su comprensión por el 
público, que no podía digerir un cante que nunca había oído y que le resultaba 
demasiado duro e impenetrable. De esta manera resultó que aquellos artistas 
apenas si se podían sostener.
 
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En realidad, el 
propio Silverio, aunque cantaba los cantes gitanos, ya en su época significaba 
para los gitanos algo distinto, como lo prueba el hecho de que Tomás
el Nitri, a partir de cierto momento, 
se negó a cantar con Silverio, a pesar de que éste se lo propuso varias veces. 
Esto, y otras muchas cosas de los gitanos de entonces, me lo contó a mí, Ante 
esta situación, surgió la idea de dar al público de aquellos cafés cantantes 
-porque existían otros, además del de Silverio; y algunos más que fueron 
apareciendo en otras ciudades, como Jerez o Málaga una cosa más fácil de 
comprender; y entonces se fueron introduciendo en los espectáculos algunos 
números del folklore andaluz, que alternaban con el cante gitano. De esta 
manera fue naciendo y formándose el cante flamenco, con la entrada de los 
malagueños Juan Breva y el Canario, y 
otros muchos, hasta la llegada de don Antonio Chacón. Este fue quien consolidó y 
perfeccionó el cante flamenco, por cierto de forma magistral, pues hizo de él 
algo completo, muy bien elaborado, muy bien terminado y, sobre todo, muy bien 
mercantilizado, que era tal vez el objetivo principal. Los artistas no gitanos 
se sintieron muy bien acomodados en esa modalidad recien hecha, que les vino 
como anillo al dedo, como es de suponer, ya que sus gargantas no sonaban 
gitanas, y, además, el cante gitano de aquellos tiempos era para ellos algo 
sumamente difícil, con una inspiración, unas motivaciones y un sentido 
completamente distintos de los de otros cantos andaluces. Y esto precisamente 
sirve, entre otras cosas, para demotrar el origen gitano del cante, es decir, 
de ese cante que hoy aparece como modalidad del flamenco en general y que 
debemos llamar gitano andaluz. Es hoy en día y tampoco puede decirse que un 
cante por seguiriya, por soleá o por bulería sean cosas que estén en el pueblo 
en general ni que el pueblo conozca verdaderamente y comprenda. En las 
expansiones y fiestas populares ferias, romerías, etcétera, el pueblo, lo que 
se dice el pueblo, no canta estos cantes; y no los canta porque no los sabe; y 
si alguien los canta se trata de una excepción, o es un gitano o un cantaor 
profesional, gitano o no. Siendo el cante flamenco una especie de mescolanza 
entre cantos andaluces y cantes gitanos, el gitano es un ingrediente importante 
del flamenco. Pero, a su vez, a partir de esta época de los cafés cantantes, el 
cante gitano fue experimentando la influencia del cante flamenco. Por lo tanto, 
en la evolución del cante flamenco y en la del cante gitano-andaluz se 
aprecian influencias de uno en otro. El cante flamenco tomó del gitano, entre 
otras cosas, los lamentos y los ayes profundos; ciertas paradas o pausas que 
antes no existían en las canciones y coplas andaluzas, que se cantaban de 
forma más seguida, como ocurría con la malagueña; incluso letras gitanas, con 
problemáticas de los gitanos, aunque más bien adaptadas, no bien comprendidas, 
reducidas muchas veces a ciertas expresiones peculiares; y, sobre todo, el 
cante flamenco tomó del gitano los ritmos y el compás, como se puede apreciar en 
la serrana, que antes se cantaba adelibitum y luego se metió en compás de seguiriya. Y el cante 
gitano, por su parte, también tomó cosas del flamenco y de otros cantos 
andaluces anteriores, así como ya había tomado antes elementos de la tradición 
cultural andaluza y castellana. Así, en primer lugar, el cante gitano, nacido 
en Andalucía, tomó de aquí el idioma, el habla de sus letras; también, ciertas 
temáticas, muchas de ellas provenientes del lejano, pero aún vivo, romancero; 
y hasta el nombre de los cantes, aunque a veces alterando su pronunciación:
arboreá, toná, seguiriya. Pero sobre 
todo, las formas y estilos del cante gitano se apropiaron de melodías no 
gitanas, a las que dieron ritmo y compás de soleá, de bulería, etc., como 
ocurre con muchos villancicos y romances, además de inyectarles una savia 
gitana. La estructura de cante gitano que más se ha nutrido de letras y melodías 
no gitanas, a veces incluso extrañas a la misma Andalucía, ha sido la bulería, a 
la que por eso algunos estudiosos han calificado de cante omnívoro. La bulería 
tiene como base pura y originaria el cante por soleá y con ella muchas veces se 
cantan, como de todos es sabido, melodías adaptadas.
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El cante 
flamenco ganó con el gitano, ya que éste, como hemos visto, es nada menos que 
uno de sus elementos formativos. Pero al cante gitano no le ocurrió lo mismo 
con el flamenco, sino que perdió pureza. Ya en el siglo pasado
Demófilo, el padre de los hermanos 
Machado, que vivió este proceso, se lamentaba de ello y llegó a decir que más le 
habría valido al cante gitano no haber salido de las fraguas trianeras y del 
reducido ambiente familiar de su época hermética.
Pero sigamos con Chacón y con su tarea de dar el gran impulso al que ya era cante flamenco andaluz. Esta tarea la pudo llevar a cabo Chacón porque conocía bien la música y la técnica de los cantes gitanos de su tiempo, particularmente de Enrique el Mellizo y otros, por la sencilla razón de que se había criado en el barrio gitano de San Miguel, de Jerez de la Frontera, su cuna natal. Con este bagaje artístico se presentó Chacón en el Café de Silverio. A lo primero Chacón cantaba con su voz natural, pero la voz natural de Chacón no se adaptaba a los cantes gitanos, y entonces puede decirse que se descubrió una voz de falsete, con la cual, prescindiendo ya de las técnicas y estilos gitanos, fue desarrollando el cante flamenco y dándole el gran impulso. Por debajo de Chacón había muchos cantaores que seguían su idea, cada uno acomodándose a su especialidad; y así se fueron consiguiendo distintos matices, que iban enriqueciendo aquel cante. Las dos escuelas, la gitana y la flamenca, alternaban juntas en los cafés cantantes. Como es lógico, la flamenca arrinconó a la gitana, y la primera víctima de esto fue el propio Silverio, el cual, ante el empuje de D. Antonio Chacón y de los malagueños, que, con su voz de falsete, empezaron por entonces a cultivar e imponer los cantes malagueños y levantinos, tuvo que claudicar y retirarse, ya que no pudo resistir el empuje de tan súbita y avasalladora competencia. Y es entonces cuando empieza anotarse el decaimiento de espíritu y el complejo de inferioridad que se fue apoderando de aquellos grandes maestros del cante gitano-andaluz, portadores de una herencia extraordinaria y de una cantidad de cantes de un valor incalculable. Aunque muchos cantaores y cantaoras, bailaores y bailaoras continuaban fieles a sus músicas y las desarrollaron y llevaron a buen ritmo, su moral fue decayendo y su complejo de inferioridad llegó a tal punto que ellos mismos, que habían llamado a Silverio el monstruo del cante, llamaban a don Antonio Chacón la campana gorda. Todo esto serviría para menospreciar todavía más el arte de los gitanos. Mientras subían y se mantenían en la cumbre Chacón y sus seguidores, como antes se mantuvo triunfante Silverio Franconetti, a los grandes maestros gitanos no se les ocurría tomar otras medidas que empequeñecerse más y más y mantener luchas y competencias inútiles entre ellos mismos, con lo que revelaban su falta de preparación o de inteligencia.

D. Antonio Chacón cantando en 
Sevilla, a la guitarra Javier Molina
Como todo pasa, también pasó la época de los cafés cantantes, y entonces se extendió un inmenso manto negro por encima del cante gitano-andaluz, condenándose su recuerdo con las frases más duras por muchos intelectuales de aquella época, ignorantes, por supuesto, del cante gitano. Pero también salió mal parado lo flamenco, que empezó a considerarse como cosa panderetesca. Nadie quería saber nada de ese mundo, que era sinónimo de ambiente más bien encanallado. El silencio se hizo casi total para ambos matices artísticos.
 
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| El Arte de Vivir el Flamenco © 2003 | 

