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HISTORIAS DEL CANTE ANDALUZ XXXIV |
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HISTORIAS DEL CANTE ANDALUZ
EL CANTE DE CURRO LUCENA (XXXIV)
RECORDÁNDOLO EN SU VIDA ARTÍSTICA
FRANCISCO DE PAULA
LUNA NAVARRO, "Curro Lucena" nació en Lucena (Córdoba), el 1 de Septiembre de
1950. Hasta los 18 años su oficio fue de zapatero "remendón", casualmente el
mismo que cojieron los grandes cantaores como Don Antonio Chacón, Enrique
Morente o José Meneses. Comenzó a cantar procesionalmente a los 18 año.. A
la edad de 20 años se marcho a Madrid introduciéndose en los ambientes
flamencos de aquella época. Entrando a formar parte del ya
desaparecido tablao flamenco: "Las Cuevas de Nemesio", compartiendo escenario
con Paco Toronjo, Amina, Gordito de Triana, La Tomata, La Susi, La Marilu, etc.
Pasó posteriormente a trabajar en el también desaparecido tablao flamenco:
"Zambra" en este ultimo tablao alterno junto a cantaores como : Juan Varea,
Rafael Romero, "El Gallina", Pepe "El Culata", Rosa Durán, Miguel Vargas, Perico
el del Lunar, Andrés Heredia, etc.
Entre los años que van desde 1970 hasta 1973 dio recitales en todos los colegios
Mayores de la Universidad de Madrid, así como en los Centros Culturales más
famoso de aquel tiempo, tales como, El Ataneo, Club Urbi, La Casa de Córdoba, La
Casa de Asturias, etc. Participo también en la obra de teatro de Federico García
Lorca, titulada "La casa de Bernarda Alba", en la Universidad de Salamanca y en
el teatro Tivoli de Valladolid. Al mismo tiempo entre los años 1971 y el 73
compartió tertulias y buenas reuniones con sus amigos "Pepe de la Matrona"
y "Enrique Morente".
El día 9 de Junio de 1973, participo en el festival Organizado por la Catedral
de Flamencología de Jerez en el Teatro Español de Madrid, con gran éxito,
otorgándose en dicho acto los Premios Nacionales de Cante, Baile y mejor
grabación a los siguientes artistas, Antonio Mairena, "El Faico", y Rafael
Romero "El Gallina".
Entre el 24 de Octubre de 1973 y el 25 de Abril de 1974, realizó una gira por
las principales ciudades de Japón. En el año 1975, realizó un recital junto al
guitarrista Juan Carmona "Habichuela" en los cursos de verano de la
Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander. Ese mismo año realizó
otro recital en la Universidad de Lengua Hispano - Portuguesa de Tour (Francia).
Volviendo a participar en Francia en1986, en esta ocasión en Ciudad de
Tarbes participando en el festival Internacional de Guitarra junto a "Veneno",
Nano de Jerez, "Chaquetón", Rosa Duran, Perico del Lunar y Manolo Franco.
El 11 de Septiembre de 1986, participa en la IV Bienal de Arte Flamenco de
Sevilla, en el día dedicado al cante de las minas, junto a Antonio Piñana,
Gabriel Moreno, Luis de Córdoba, Encarcanación Fernández, Fernanda Romero,
Merengue de Córdoba y Antonio Piñana Hijo, durante los días 19 y 20 de Marzo de
1990, participó en el Teatro "Alcalá Palace", junto a Calixto Sánchez, Pepe de
Lucia, Carmen Linares, José Mercé, Beni de Cádiz y Antonio Canales.
Desde Abril de 1974 reside en la bella Ciudad de Ronda.
Premios y menciones
Menciones fionorificas:
*Oliva de Oro de Jaén.
*Socio de honor e insignia de oro de la Peña Flamenca de Lucena.
*Socio de honor de la Peña Flamenca Tobalo de Ronda.
*Medalla de oro de la Peña Flamenca Torres de Caracas de Venezuela.
Premios:
A lo largo de su carrera tuvo la suerte de
cosechar numerosos premios. A continuación se citan algunos de los más
importantes.
1º premio Concurso para aficionado en Rute (Córdoba), en el año 1971.
1º premio Velón Flamenco Lucena (Córdoba) en 1971.
Premio al cantaor más completo De la Peña Flamenca Manuel Torres de Caracas
(Venezuela), en el año 1971.
1º premio por Malagueñas en Osuna (Sevilla), en1972.
Premio Absoluto De la Peña Anilla la Gitana y el TES de Ronda en 1972.
1º premio Por Malagueñas y Cantes de Levante de Mairena del Alcor (Sevilla) en
el año 1972.
1º premio En la Feria San Lucas en Jaén, en el 1973.
Premio De la Tertulia Flamenca de Ceuta al mejor Cante por Malagueñas, en 1976.
1º premio Por Malagueñas en La Unión (Murcia) en 1983.
1º premio Del Cante de las Minas (Lámpara Minera) en La Unión en 1985, etc.
Componen mi discografía un total de 10 grabaciones de larga duración.
Discografía
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CURRO LUCENA (ALBA Y LUCÍA) Fandangos 2014 G. Ángel Mata . |
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El próximo día 18 de Septiembre sale el nuevo disco de Curro Lucena conmemorando el 40 aniversario de su primera grabación 1972 - 2012 40 años, y sigo aprendiendo, próxima grabación de Curro Lucena
Ha llegado a mi poder esta maravillosa grabación de mano de Curro
Lucena uno de los últimos maestros del cante que nos va quedando, donde he podido
disfrutar esta variación de cantes, desde la zambra de mi Niña Lola, hasta el
pilar de los buenos estilos, como la Solea de Cádiz, peteneras de la Rubia de
Málaga, Fandangos a su manera, Saeta (Canción), Guajiras, Alborea cantes
gitanos, Garrotín, Fandangos de Lucena, Rondeñas, Zángano de Puente Genil,
Fandangos de Pérez de Guzmán y Palanca, y por ultimo cerrando este maravilloso
disco, Martinetes, Debla y Tonás, tres pilares con una grandeza asombrosa. El
disco esta muy bien terminado por que nos hace un recuento en recordándonos
cantes históricos que no se deben perder, siempre es bueno de agradecer para
toda la buena afición, que seguimos fiel ha este arte tan grande que es el cante
flamenco. Gracias Curro Lucena por esta maravilla. |
CURRO LUCENA, UNA SINGULARIDAD FLAMENCA
Por las tardes, a la oración, como se decía entonces a la llegada de la noche, a Araceli, le gustaba recorrer con la mirada, fugazmente, los grupos de estrellas que se recortaban por entre los desiguales recuadros que formaba el emparrado del patio. Sentada sobre la vieja silla baja de anea, junto al brocal del pozo que, en Lucena, cada casa tenía el suyo, mitad, tesoro que surtía de agua las necesidades doméstica, mitad, enigmático médium que reflejaba en su oscuro fondo los buenos o malos augurios que habrían de acontecer a las familias fieles seguidoras de las creencias supersticiosas, trataba de invocar a la divinidad para que el hijo que llevaba en su vientre no tuviese falta alguna y le librase de las penurias que la vida ofrecía por aquellos años. Y, entre buscar los hados de la diosa fortuna en el fondo del pozo, relegado, en razón de su hiriente frialdad, a hechicero del mal sino, y, demandar la energía positiva de la estrella personal que lleva escrito el verdadero destino de cada uno, obviamente, Araceli se decantaba por lo segundo. Aunque, la infinita desproporción kilométrica entre las lejanas estrellas y el cercano pozo, la mantenía inquieta y temerosa, a la vez que infinitamente esperanzada en obtener los dones que tan constantemente solicitaba del cielo, quiso Dios que, aquel primer retoño que inauguró septiembre para salir al mundo exterior, trajese mezclados en proporciones muy desiguales los estigmas del pozo y las estrellas. El primero, en una disimetría pélvica que le afectaba a su pierna izquierda y el segundo, los maravillosos dones de una voz, un oído y una afición extraordinaria para el cante flamenco, que como es natural, en aquellos primeros instantes de su vida no se podían evidenciar. Por eso, tanto Araceli, como Sebastián, “Bastián”, los padres de la criatura, sintieron más aguda aún la nueva dentellada que le había asestado la vida con el nacimiento de su primer hijo a quien su estrella quiso ponérselo más difícil. A las penurias que padecía el matrimonio para su subsistencia, mal endémico en el noventa por ciento de la población, se unía la preocupación por el futuro de su pequeño. Hacía once años que había finalizado la contienda fratricida española y cinco años del fin de la segunda guerra mundial. Septiembre de 1.950. La escasez de alimentos, la inexistente industrialización, la concentración de la posesión de la tierra en el diez por ciento de los privilegiados propietarios, “señoritos”, como se les denominaba en las poblaciones andaluzas, el régimen dictatorial que propugnaba la autarquía y favorecía la sociedad de clases, en la que, la ocupación de puestos en la administración y la obtención de privilegios era reservada a un escaso número de adeptos al régimen, y en la que funcionaba el favoritismo por encima de la capacitación, el grado tan alto de analfabetismo entre la clase obrera y la falta de inversiones estatales, habían relegado a Andalucía a la región más deprimida, hambrienta, explotada y políticamente más ignorada de España, al tiempo que, mansa, rendida, resignada a lo que popularmente se entendía supersticiosamente como destino (cualquier cosa antes que verse en la cárcel, perseguido, o incluso volver a la guerra civil) El miedo y la ignorancia han sido siempre las estrategias más rentables de algunas formas de poder.
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Esta era la realidad de aquellos años en los que vino al mundo nuestro querido, protagonista, justo a mitad del siglo XX. Su estrella, la que tanto miraba su madre, lo trajo a Lucena, justo al corazón de Andalucía. Vino a conocer el “joyo” como ración alimenticia casi única en el día, y a conocer las casas de vecinos, en donde se hacinaban en una sola habitación hasta cinco, seis, e incluso diez o más miembros de la familia, compartiendo anafre de leña en el portal de la casa a modo de cocina comunal, pozo de agua y pozo ciego o retrete en el fondo del patio y media tinaja abierta longitudinalmente como baño o lavadero de ropa. Y a conocer los juegos infantiles en las calles, pobladas siempre por pandillas numerosas de chiquillos que, inconscientes del futuro que la vida les tenía reservado a cada uno, se entregaban alegres y jacarandosos a mil y un juegos que la tradición les ponía a su disposición. Pero, a pesar de la alegría infantil, eran tiempos difíciles, y, de la calle Cortés nº 8 enclavada en el barrio alto, segunda bocacalle por la derecha de la calle Rute, que fue donde vino a nacer Francisco de Paula, tuvo que trasladarse a la calle Santiago, antigua casa de vecinos, hoy convertida en el bar “La Pera”, para posteriormente mudarse a la casa de su abuelo, antiguo nº 40 de la misma calle, donde instalaría su propio negocio antes de comenzar a dedicarse por entero al flamenco. Finalmente, la familia, Araceli y Sebastián, sus padres, y Francisco, Antonia y Araceli (hijos) hubieron de trasladarse a la tahona, antiguo molino harinero y fábrica de pan, convertido en esa segunda mitad del siglo XX en casa vecinal, marcada con el nº 5 de la misma calle Santiago. A veces, la multiplicidad de casualidades, aunque en el fondo creamos que no son más que eso, nos hacen pensar, si no habrá en ellas algo más que no entendamos, algo atávico, o cósmico, o codificado en un lenguaje astral, en una cuarta o quinta dimensión que, de algún modo, nos hagan seguir un rumbo determinado. Esto lo digo, porque el barrio de Santiago, en distintas poblaciones andaluzas ha sido talismán natal de grandes artistas flamencos, y aquí tenemos a nuestro Curro mudándose una y otra vez, pero siempre en el barrio morisco por excelencia de Lucena, como es el barrio de Santiago. Como si el crisol de culturas que un día habitaron en ese lugar convergiesen para destilar toda la esencia de sus músicas y estigmatizaran con ese don y sabiduría a la persona que tuviese ese sino, como de igual forma, los efluvios nocivos contaminan nuestras vidas, sin que seamos conscientes, hasta caer enfermos. Amén de otras coincidencias, como la de su propio oficio, zapatero, el mismo que tuvieron grandísimas figuras como Chacón, Menese y Morente.
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Dejando a un lado lo meramente especulativo, lo cierto es que, favorecido por su carácter abierto, inquieto y afectivo, dio pronto a conocer en reuniones familiares, juegos infantiles y celebraciones extraordinarias en la escuela, sus buenas dotes de oído, voz y estética flamenca. Recuerdo, especialmente, una que hicimos en el grado preparatorio con nuestro común maestro, D. Francisco Espada Gómez, con motivo de la fiesta de finalización del mismo, en la que Curro, por aquel entonces el alumno Francisco de Paula Luna Navarro, con unos diez años, cantó por tientos, alegrías, caracoles y fandangos con tanta gracia y duende que, desde entonces, siempre he sabido, aunque suene poco serio, que a mi buen amigo Curro le acompañaba aquella luminosa estrella a la que su madre, tan devotamente pidió. Pero nada fue fácil para él y su familia; años de incertidumbre, de preocupación, de hospitales e intervenciones quirúrgicas, sacrificios familiares para que el niño estudiara y pudiera tener una profesión menos lacerante que la eventualidad agrícola o la peligrosidad del andamiaje, dieron como resultado que comenzara sus estudios en la escuela pública de D. Pedro “El Campanero”, situada en la acera alta del Carmen, y que además tuviese un complemento instructivo con la contratación de varios maestros particulares que la familia pagaba de mil amores y con mil apuros para que el pequeño “Frasquito” tuviese otras oportunidades en la vida. Después pasaría al grado preparatorio y posteriormente a primero de bachillerato, en el Instituto Marqués de Comares, que por entonces pertenecía a la rama laboral, donde nuevamente coincidimos; él en primero y yo en segundo curso. Pero, su inconsciencia de niño, su especial vitalidad, su pasión por crecer lo más rápidamente posible y su deseo por descubrir por sí mismo toda la sabiduría popular; ésa que se destilaba por entonces en las ágoras del conocimiento del pueblo; tabernas, barberías, zapaterías… que nada tenían que ver con enseñanzas regladas, con contenidos científicos, ni gramáticos, sino con la picaresca, la astucia, la conversación, la observación de las reacciones de las diferentes personalidades, las intencionalidades, las pasiones, etc. etc. dieron con Curro, por mucho que le pesara a la familia, en aprender el oficio de zapatero en el antiguo local de la calle de las Tiendas que regentaba Enrique “El Taco”, donde con mucha frecuencia, se reunían personas de la más variada inquietud y el más versado conocimiento, desde D. Francisco Muñoz, “Hornillón”, profesor de matemáticas, Miguel Delgado, tinajero, Juan Miguel Caballero, gañán, Paco Florido, repartidor, Francisco Espada, maestro, Pepe Flores, empleado de notaría, etc. y donde, igualmente, era frecuente que Curro, que siempre fue generoso y de vivo genio, deleitase a los presentes con su peculiar voz y forma de cantar; animándole éstos a que siguiera perseverando y a que participase en los diferentes concursos. Pero a Curro le tiraba mucho el barrio, o tal vez fueron nuevamente las casualidades y pasó a la zapatería de Martín situada en la calle Santiago, para posteriormente, abrir local propio en la sala baja del nº 40 de la citada calle, propiedad de su abuelo, a quien Curro le pasaba un módico alquiler mensual. Poco a poco se le empezó a conocer, más que como zapatero, como firme promesa en el cante flamenco, por lo que llegó a vivir intensamente los ambientes lucentinos de las peñas flamencas, celebraciones festivas, juergas de cante, “juntas” de santería, tabernas y demás reuniones ociosas en las que surgía como enseña del divertimento el cante flamenco. Y así comenzó otro paso más en el aprendizaje de la “vida”, en el que, si no eres listo, al andar sobre el filo de la navaja, es muy fácil que en el menor descuido te decapites. Lógicamente, este nuevo rumbo que tomaban los acontecimientos en su vida constituyó otra preocupación familiar, por temor a que se dejase arrastrar por esos ambientes. Pero, si hubiera que destacar alguna de las grandes virtudes que Curro posee, que no son pocas, sin duda, su agudeza, su sagacidad, su astucia, es la que sutilmente le pone en aviso para detectar el terreno que pisa en cada momento. Y Curro aprovecha cada situación para aprender algo de cada una sin dejarse engañar por los aduladores, que los había, ni por los detractores. Los unos intentando envanecerle y los otros tratando de anularle. Quien persigue un fin, ha de tener muy claro en qué dirección ha de orientarse, qué pasos tiene que dar, qué obstáculos ha de salvar, qué estrategias va a utilizar, cómo debe encajar cada logro o cada fracaso, etc. etc. Y en este sentido, Curro es un aventajado, pues, es listo como el hambre, que se dice por aquí, y sin titubeos se pone a la tarea, consciente de que el camino es largo y lleno de sacrificios, pero sabe perfectamente dónde, cómo y cuándo afrontarlo. Con esa visión resuelta y clara que le caracteriza, comienza a participar en los Concursos de la comarca para tener la referencia de otras personas sobre el nivel de aceptación de su estética flamenca.
Llegan los premios y la confirmación de que hay que prepararse concienzudamente para probar a dar un salto cualitativo que le impulse a trascender las fronteras de lo meramente anecdótico, de ser sólo un buen aficionado que queda en el recuerdo de la gente de su pueblo que un día le escuchó. Como en cualquier otra faceta del arte, la referencia está en Madrid, y hay que perfilar una estética y unos fundamentos flamencos que se ajusten a sus características personales. Por esta razón se reviste de valor, deja el oficio y marcha con el equipaje de su juventud, de sus buenas dotes artísticas y la rebosante ilusión por aprender de los grandes, a la aventura de ser un “artista”; una de las más arriesgadas opciones de encontrar un futuro que te permita vivir dignamente, por lo que de competitivo, de incierto y de subjetivo o afortunado tiene lo de ser “artista”. A pesar de todo, Curro, que ya viene ilustrado de la escuela de la calle y de los ambientes flamencos locales, sabe adaptarse perfectamente a la aventura de buscarse la vida y encontrar el modo de ganarse, con su cante, su gracia natural, y la avidez con la que aprende toda clase de matices y registros flamencos que le enseñan, la admiración y simpatía de varias de las figuras más importantes y de mayor enjundia flamenca del momento, como fueron los patriarcas, Pericón, Juan Talega, Pepe el de la Matrona, “El Culata”, Rafael Romero “El Gallina”… a cuyas tertulias asiste como una verdadera esponja que absorbe todo el conocimiento que en ellas se comparte. Aquí comienzan sus contactos, no sólo con cantaores consagrados como los mencionados y con jóvenes que, como él, ya comenzaban a tener un sitio en el mundo del flamenco como, Enrique Morente, Carmen Linares, Juanito Varea, José Menese etc. etc. sino con artistas de la talla de Antonio Mairena, Manolo Sanlúcar, Juan Carmona “Habichuela”, Faico, Parilla de Jerez, Perico el del Lunar, Miguel Vargas y otros como Manolo Ávila, tan excelente por los cantes de Lucena, así como contacto con escritores, poetas, estudiosos del flamenco, periodistas, y otras personalidades influyentes de los diversos ámbitos del saber, entre los que podemos recordar a Fernando Quiñónez, José Gelardo, Francisco Salgueiro, Antonio Murciano, José Blas Vega, Manuel Ríos Ruiz, Marcos Manuel, Moreno Galván, Andrés Salón, Eduardo Delgado, José Mª Pérez Orozco… Se puede afirmar, que tanto su talento y cualidades para el cante, como su inteligencia natural hacen posible que se conduzca por el camino que había soñado. Se consolida su estética flamenca en la más pura ortodoxia del cante que ya desde el cincuenta y seis consiguieran difundir a través del nuevo formato flamenco de los festivales, como movimiento revolucionario frente a la denominada ópera flamenca, Antonio Mairena, el pontanense Antonio Fernández Díaz, “Fosforito”, Antonio Núñez el “Chocolate”, amén de los círculos circunscritos a localidades y ambientes de tradición honda flamenca, de Jerez, Triana, Cádiz, Málaga, Granada, Córdoba y localidades gaditanas y de Sevilla, en donde se recuperaba el añejo elixir del sentido rajo “jondo”, del cante “quebrao” de la ruptura en la uniformidad melódica, del pellizco y del quejío, de la tesitura amalgamada de tonos y compases, sobre todo en los cantes festeros; de la voz grave, rota, sonora, jonda, “afillá”. Y esta es la estética de Curro. Por aquel entonces, sorprende a todos, su seriedad en el escenario, a pesar de su juventud, su imagen de rey centrado, acompañado siempre de su imprescindibe colección de bastones, dada su dismetría pélvica, y su peculiar voz profunda, que nace en el diafragma y se proyecta con un especial fuelle de contención e interrupción del aire de los pulmones, que recordando a Tía Anica “la Periñaca”, podríamos decir que sale de su pecho a cuajaretones buscando los preciosos registros en los tonos bajos y exigiéndose enormes esfuerzos para culminar los altos, entregándose generoso en la pelea con el cante y buscando la mayor honestidad. Estas esencias y las propias circunstancias de movimientos sociales clandestinos que se rebelaban contra los últimos años de dictadura, le sirvieron para conquistar los Colegios Mayores, las Universidades, y cuantos foros intelectuales reivindicaban la extinción de todo lo que fuera impuesto, lo que hasta entonces había sido dominantemente persistente. Lo cual sirvió como trampolín, no sólo para que lo conocieran en su esencia más pura una parte importante de los universitarios, sino para que se reconociera en los ámbitos culturales como una música seria y profunda desligada de todo carácter folclórico y superficial al que habían llegado a asociar en la etapa anterior; más por hartazgo y falta de imaginación de los organizadores de espectáculos y de los canales de difusión que, por escasez de calidad de aquella otra estética flamenca. Asegurada su consolidación como cantaor de flamenco; pues, a los foros culturales, se añaden las conferencias ilustradas, la participación en festivales con las figuras más destacadas de la época, los programas de televisión, la participación en diversas antologías y trabajos de flamenco, las grabaciones, las giras artísticas por diferentes países, etc. etc., así como el reconocimiento de los jurados y del público mediante los premios conseguidos, es necesario digerirlo todo y afrontar el futuro con la mayor serenidad y sapiencia posibles, máxime, cuando en este mundo de la expresión artística, existe tanta competencia y es tan efímera la gloria del momento. Y, aquí, también es Curro un brillante alumno, pues, como él mismo dice, “En la escuela de la vida es donde debes obtener el máximo rendimiento”. Y a fe mía que supo afrontar cada momento con la mayor eficacia posible.
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Buscó una fuente fija de ingresos en uno de los lugares más bellos de la tierra, como es Ronda, allí conoció a Angelita, su esposa, su abnegada compañera con la que comparte sus ilusiones, sus proyectos y su amor fruto del cual nacieron sus tres hijos. Francisco, quien lleva artísticamente el nombre de Curro Luna y sigue la llamada del flamenco por los nuevos caminos y tendencias en las que los jóvenes se sitúan con más acomodo, recorriendo algunos países europeos por los que intenta dar a conocer su forma de entender y expresar su arte, mezcla de copla y cante. Sebastián, cuyo nombre recuerda al abuelo paterno y el pequeño Ángel a quien bautizaron con el nombre de la madre. Allí trabaja en el Centro de Salud, y, asentado y querido en esa su segunda patria chica, comenzó a construir su segunda faceta de artista. Sin dejar de intervenir por toda España en festivales, peñas, tertulias, conferencias o reuniones flamencas, sintiéndose libre de la agitación propia de aquellos años en que, por razón de la fama debía ir de acá para allá constantemente, comenzó a organizar su magnífica hemeroteca y fonoteca y a estudiar despacio, pero sin pausa cada uno de los diferentes matices de la incontable nómina de grabaciones de cantaores que ha logrado reunir, y a preparar los proyectos que bullían en su cabeza y que seguro van a continuar surgiendo a lo largo del tiempo, para que podamos recrearnos con trabajos como Mi amante la malagueña, monográfico sobre diferentes estilos de malagueñas, Lucena y Ronda, Ronda y Lucena, Los cantes de Lucena, En directo e inédito, CD 1, 2 y 3. etc. Aquí radica la coherencia de un gran cantaor y de una personalidad artística; en saber asimilar la efervescencia del triunfo como figura del flamenco por un espacio de tiempo limitado, sin dejar de reconocerse, no obstante, humilde, cercano, sencillo, sincero… al tiempo que utilizar el raciocinio, la seguridad, la afición, y la pasión flamenca, para no cesar jamás de profundizar en el conocimiento de los más genuinos y poco conocidos contenidos flamencos, para que le permitan mantener esa categoría alcanzada con la mayor dignidad y sapiencia a lo largo de toda la vida, lo cual no es nada fácil, como se evidencia en muchos de los ejemplos de artistas flamencos que todos conocemos, pero que sin embargo, en Curro, es una obviedad apreciable, rica y fecunda, propia de una persona intuitiva, apasionada, inquieta, cualificada y entrañable, a quien por derecho y méritos propios se le ha de reconocer el lugar que ocupa en el mundo del flamenco. Desde mi punto de vista, y esta es una opinión muy personal, Curro, ha contribuido muy dignamente al enriquecimiento del patrimonio musical flamenco, no sólo por su personal forma de expresión del cante, donde, aunque es un cantaor largo, tiene un especial acomodo, una magnífica concreción de los fundamentos jondos y sus cualidades personales, en la soleá de Tomás Pavón, en la apolar, recordando a Cobitos, en las cañas y polos, y en los cantes de Málaga, Ronda, Lucena y Levante, sino también, por las aportaciones novedosas de la creación de los Tangos de Ronda, la primicia en la interpretación del himno de Andalucía por tangos, las versiones flamencas del himno de la Virgen de Araceli, el Perdón de la Semana Santa lucentina y la romería aracelitana y el interesantísimo trabajo monográfico sobre diferentes estilos de malagueñas. Así mismo, estoy convencido que seguirá realizando nuevas aportaciones en las que, sin dejar la firme ortodoxia con la que siempre comulgó, realice variaciones instrumentales de acompañamiento que añadan nuevos matices sonoros en los trabajos que quiera Dios sean muchos, y que aún quedan por ver la luz. En este espléndido trabajo recopilatorio de su vida artística se puede apreciar su empeño por conseguir ese sueño que persiguió desde niño, se puede valorar su obra discográfica, se puede apreciar su coherencia vital y artística, se pueden conocer los premios obtenidos, el eco que, de sus muchísimas actuaciones se hicieron los diferentes medios de comunicación y el valor que los redactores de las muchísimas noticias de prensa le han concedido; se puede entender su pasión por el flamenco y se pueden percibir sus aportaciones. Todo ello, ha de servirnos, además de disfrutar de su genuina forma de expresar el flamenco, para acercarnos aún más a su persona, a sus valores personales y artísticos, con el fin de que nadie confunda su cercanía, su humildad, su sentido del humor y la espontaneidad personal que posee, (que le dignifican y que siempre van a continuar así, por esencia natural y filosófica) con una infravaloración de la importancia que como embajador de Lucena en el mundo flamenco y como figura del flamenco ha tenido tiene y seguirá teniendo, pues, objetivamente, Curro Lucena es el cantaor más laureado, más premiado y el de mayor trascendencia dentro y fuera de nuestras fronteras que ha dado Lucena hasta el momento presente, como Paco de Lucena, lo fue en la Guitarra flamenca en el último tercio del siglo XIX . PACO CALZADO
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Datos de su propio protagonista Curro de Lucena, |
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