CONCHA VELASCO
ENTREVISTA A CONCHA VELASCO
"Los seres humanos no nos queremos lo suficiente"
Gigante de la escena española, vuelve a las tablas tras un paréntesis por enfermedad gracias a 'Olivia y Eugenio', obra de de Herbert Morote.
Desde sus inicios junto a Manolo Caracol y Celia Gámez, Concha Velasco se ha ganado un hueco en la memoria sentimental de un país. La celebración del quinto centenario de Santa Teresa no podrá contar con la actriz, que prestó su rostro a esta figura esencial de la cultura española en una serie mítica. Velasco está de nuevo en el teatro tras un paréntesis por enfermedad gracias a Olivia y Eugenio, de Herbert Morote, una obra que interpreta esta semana en el Teatro Lope de Vega de Sevilla y con la que ha aprendido, dice, a amar mejor.
Hace unos años repasaba su carrera en Yo lo que quiero es bailar...
¿Recuerdas ese espectáculo? Yo tengo cierta pena, porque quizás José María Pou y yo nos adelantamos con algo que no se había hecho aquí, que sí habían interpretado Shirley MacLaine, Debbie Reynolds o Liza Minelli fuera. A mí me encantaba eso de mezclar la propia vida con lo musical y lo dramático. ¡Y qué músicos tenía!
Le recordaba esa obra por el título. Usted, cada vez que tenía un problema, se decía: "Y yo lo que quiero es bailar".
Lo sigo diciendo. He sido siempre más premiada por los personajes más dramáticos... y yo lo que quiero es bailar. Y cuando me enfrento a momentos terribles en mi vida privada, cuando tengo dolores, tristezas, y pienso que todo se ha terminado, me digo: Yo lo que quiero es bailar. Y salgo adelante.
Usted canceló Hécuba por enfermedad, pero hasta el último momento mantuvo las energías ante el público.
Porque a los espectadores no se les puede contar: Mire usted qué malita estoy. Una actriz tiene que hacer su trabajo. Pero sí lo estaba, y sabía que era grave. Hécuba era para mí un sueño imposible y, fíjate, se vengó de mí la anciana reina... Recuerdo que el último día que actué en el Lope de Vega vino a verme la duquesa de Alba. Ella quería acercarse al camerino, y yo en realidad prefería que no se pasara, porque me encontraba fatal. La voy a echar mucho de menos.
Usted afirma que el personaje que interpreta ahora, Olivia, le ha cambiado la vida. ¿En qué sentido?
Al trabajar con chicos down, ellos necesitan muchísimo amor. Cuando nacen, según cuenta esta obra y por lo que yo he sabido por padres a los que he entrevistado, son una sorpresa y no siempre agradable. Pero después los padres sienten que son seres especiales, que aman por encima de todo, que no juzgan, que son la bondad personificada. Seres que si notan rechazo en la gente que les rodea son incapaces de hacer nada. Y si les amas son capaces de todo: como se demuestra en Olivia y Eugenio, hasta de salvarte la vida.
Debería aprenderse de esa afectividad.
Yo he aprendido que los seres humanos no nos queremos lo suficiente. Tenemos que besarnos más. Rodrigo [Raimondi, su compañero de reparto] te da cariño constantemente. Si advierte que estoy cansada, o me nota una lágrima en los ojos, él me besa. Yo he aprendido a amar más y mejor desde que hago este espectáculo.
Todo apunta a que es la primera obra, al menos en España, interpretada íntegramente por un actor con síndrome de Down.
En un principio, José Carlos Plaza pensó en hacer la obra con actores profesionales, no con gente con síndrome de Down, pero la encontró gracias a una escuela estupenda. Rodrigo es hijo del barítono Ruggero Raimondi, conoce el teatro, ha hecho musicales y ha estudiado, pero es la primera vez que hace una obra de teatro entera, con lo que eso conlleva. Con alguien así vives cada función como algo nuevo.
En una entrevista que le hicimos en 2010 y en otra de 2012, se repetía curiosamente el titular: hablaba de que no había permitido que la encasillaran.
No lo he permitido. Cuando me dicen que no me han dado las mejores oportunidades, yo me rebelo. ¿Cómo que no? Cuando hacía esas comedias de finales de los 50 y principios de los 60, de las que estoy muy orgullosa, ya interpretaba yo obras dramáticas en televisión. Y cuando me ofrecían más cine o teatro dramáticos, me ponía con Mamá, quiero ser artista o Yo lo que quiero es bailar. No he permitido que me encasillen. Un crítico recordaba el otro día algo que decía Luis Escobar de mí, que soy una actriz larga.
Usted no alberga ya muchas esperanzas con el cine.
El cine tiene el problema de la fotogenia, y ahí juegan también otros factores. Un hombre mayor puede tener sus historias sentimentales hasta el final de sus días, pero parece que las mujeres... bueno, tenemos una especie de fecha de caducidad. Es triste, pero es así y hay que admitirlo. Lo dice hasta Meryl Streep.
Ella precisamente no se puede quejar, que no para...
Pero mira cómo lleva su carrera. Sabe muy bien qué paso dar, ya no hace papeles de chica joven precisamente.
Ahora que se cumple el quinto centenario de Santa Teresa, ¿no va a participar de ningún modo?
Quizás no me ofrecieron nada por la enfermedad, después me propusieron cosas que no me gustaban y ahora tengo un texto estupendo de Paco Bezerra, que es Premio Nacional de Literatura Dramática, pero que no podremos montar hasta otro año.
Debe de ser un orgullo que en el imaginario colectivo Santa Teresa siga teniendo su rostro.
Yo me pregunto por qué Televisión Española no recupera esa serie. Sé que en Moscú hay un canal donde se pasa, me escriben cartas desde allí. Teresa, además de santa, es doctora de la Iglesia y una de las escritoras más importantes del siglo XVI. Es la segunda mujer más destacable de la historia de España después de Isabel la Católica. Ella no es desde luego un personaje baladí.
Braulio Ortiz | Actualizado 27.02.2015 - La actriz Concha Velasco, a las puertas del Teatro Lope de Vega de Sevilla. / Juan Carlos Vázquez