RAMÓN MONTOYA
ENTREVISTA A
RAMÓN MONTOYA
Ramón Montoya Salazar, nació en Madrid 1880, y murió en Madrid 1949. Supuestamente recibió clases del Maestro Malagueño Miguel Borrull (Padre). Según declaración propia, recibió influencia de Javier Molina. En 1893 empezó
profesionalmente como acompañante en los café cantantes de Madrid. Su talento y su fama crecieron rápidamente,
y acompañó a Antonio Chacón entre 1912 y 1926. Al final de los años 20 su toque era muy desarrollado,
incluso visto desde hoy. Casi todos los guitarristas desde entonces han recibido su influencia. Fue de gira por Europa y
América entre 1936 y 1938, tocando como solista en locales de música clásica, y fue aclamado por
guitarristas clásicos y flamencos. Después de la Guerra Civil grabó con muchos artistas, sobre todo
Pepe Marchena. Se dice que era admirador del toque de Miguel Llobet, un alumno de Tárrega. Grabó con casi
todos los grandes cantaores de la primera mitad del siglo XX, entre ellos Juan Breva, Pastora, Aurelio, Chacón,
Cepero, Vallejo y Mojama.
Ramón Montoya, 1937
Esta entrevista viene del periódico "La Nación", de Buenos Aires, con fecha de 11 de mayo de 1937. No aparece
el nombre del periodista.
EL ARTE POPULAR ANDALUZ
D. Antonio Chacón acompañado a la guitarra con Ramón Montoya
Recuerda figuras del “cante jondo” Ramón Montoya
La vida pintoresca del “cantaor” Antonio Chacón
En las primeras horas de la mañana de ayer llegó a nuestra metrópoli, a bordo del vapor Campana,
procedente de Marsella, el celebrado guitarrista español Ramón Montoya, considerado como el intérprete
más completo de la música popular Andaluza. Viene el artista antes citado para actuar en nuestra capital,
contratado por la empresa del teatro Maravillas, en cuyo escenario se presentará esta noche, integrando el
espectáculo de arte regional que en el mismo viene ofreciendo el conjunto que encabeza la bailarina Carmen Amaya.
Está vinculado Montoya al arte del “cante jondo” por una actuación de más de un cuarto de siglo, en
que su destreza de “tocaor” fue hermanada con figuras de tanta significación en la expresión flamenca como las
Macarronas, la Niña de los Peines y Antonio Chacón. A través de una entrevista que el celebrado
guitarrista nos concede en el Maravillas, van desfilando en sus recuerdos todos los “grandes” que hicieron un culto de la
canción popular del pueblo Andaluz, salpicando la conversación con episodios, pintorescos unos, sentimentales
otros, y en los que interviene, frecuentemente, el actor Manolo Vico, vinculado también a la vida artística de
Montoya por más de una actuación accidentada por tierras de la Península. El físico de Montoya
desmiente por completo la región de la que es oriundo, como no lo confirma tampoco el acento de su palabra. Al verlo,
con su rostro encendido, se diría que es un hombre del norte de España, y hablando parece un andaluz perfecto. Pero
en las primeras preguntas ya Montoya se explaya y detalla todo cuanto de él se desea saber.
¿De qué región es usted?
Yo soy de Madrid, del mismo barrio del Avapiés, de esa tontería de barriada que tan bien define a la capital
de España. Y por cierto que en algunas oportunidades he tenido que enseñar mis documentos personales para
demostrar que yo era madrileño por los cuatro costados.
Yo hube de venir a Buenos Aires, hace más o menos siete años, en que García Malla me propuso que actuara en el
teatro Casino, pero el miedo a embarcarme, que para algo soy, además de madrileño, gitano, me hizo renunciar
a los tentadores ofrecimientos de entonces. Recuerdo siempre que más de una vez me lo decía Manolo Vico, que
ya conocía esta tierra:
¡No seas tonto, Ramón, vete a América, que te vas a hinchar de ganar dinero! Pero confieso que la sola idea de
saber que tenía que pasarme tantos días en medio del mar me quitaba todo el interés que podían
ofrecer los interesantes contratos ofrecidos.
Montoya se inició tocando en los cafés cantantes de Madrid.
¿Cómo se inició usted en el arte de guitarrista?
En los cafés cantantes de Madrid, muchos de los cuales o la mayor parte de ellos, ya ni siquiera existen. De entonces
recuerdo yo con emoción el café de la Marina, donde me inicié, y que estaba situado en la calle
Jardines número 21. También me tocó trabajar en el famoso café de Naranjeros, en la plaza de la
Cebada; el café del Gato, en la cortada del mismo nombre y cuyas dueñas respondían al pintoresco nombre
de las hermanas Higorrotas; el café de la Magdalena, también en la calle de ese nombre, entre las plazas de
Antón Martín y del Progreso; el café del Pez, en la calle Ancha de San Bernardo. En el café de
la Marina me tocó actuar al lado de las famosas Macarronas, de Malena de Salud, la hija del Ciego, que representa
para mí lo más grande en bailes de hombres, interpretados por una mujer, que aparecía en traje de corto
con zajones y sombrero calañés, chiquita y con una voz cavernosa que coincidía perfectamente con su
arte; Anita Caña artista de gran temperamento; la Mejorana, una de las grandes intérpretes del baile
clásico flamenco, y Antonio de Bilbao, que conocieron en Buenos Aires en el teatro San Martín en la
compañía de Eulogio Velasco, hace varios años. De Antonio de Bilbao recuerdo, por cierto, la forma original en
que se consagró en Madrid. Fue una noche de esas memorables en el café de la Marina. Después de actuar
varios artistas, y respondiendo al jaleo de varios amigos, apareció en el tabladillo Antonio y me pidió que yo
le acompañara. La impresión que se traducía de su físico y su indumentaria no dejaban adivinar
el bailarín inmenso que había en él. Iba metido debajo de una boina que traducía su origen vasco,
y al preguntarle qué quería bailar, me dijo que lo haría por alegrías. Lo miré y
pensé que eso era en broma y resolví tocar entonces del mismo modo,
Pero el hombre reaccionó y me dijo convencido de sí mismo:
¡No, toque usted bien, que yo sé bailar!
Y en efecto, el hombre sabía lo que hacía, hasta el punto que esa noche acabó con los “bailaores”,
“tocaores” y con el público, y cómo sería la impresión que produjo, que el dueño del
café vino de inmediato a imponerme que debía contratarlo, por cuanto esa facultad estaba reservada al “tocaor”
oficial de la casa, que entonces era yo. Le pregunté el precio que quería ganar y me respondió: doce
pesetas, que a la sazón era un buen salario, pero que si pidiera cincuenta lo mismo se las hubiéramos dado.
Yo ganaba siete pesetas, que también era una paga importante, pero por intervenir fuera del café ganaba yo
diariamente más de veinte duros. Lo único que puedo decir de Antonio de Bilbao es que poco tiempo
después era él el amo del café de la Marina y que su nombre circuló por toda España en
tono consagratorio. No quiero dejar de recordar también a Faíco, interprete magnífico de la farruca y a
quien actuando en París el público lo consagró en el paso doble “La Giralda”. Triunfaron igualmente
allí Ramírez, de Jerez, en farrucas y tangos, y Monijón, primo de Faíco.
¿Y de las “bailaoras”, cuales recuerda como las mejores?
Mariquilla, la flamenca, en lo clásico, de la talla de la Macarrona, y Encarnación Hurtado, la
Malagueñita. Considera a Chacón como el intérprete más completo.
Pero en el “cante jondo” —continúa diciendo
Ramón Montoya lo más grande que ha dado España es Antonio Chacón,
o, mejor dicho, D. Antonio Chacón, porque si a alguien hay que darle el don es a él. Para mí y para
muchos, Chacón ha sido el amo de todos los “cantes” flamencos. Y puede decirse, además, de él, que no
era solamente un “cantaor”, porque lo mismo sabía hablar de pintura y de literatura como de medicina. Y cantando era
algo serio. Era capaz de comenzar a cantar a las 8 de la noche y seguir hasta el día siguiente a la misma hora con el
mismo entusiasmo y eficacia, y terminaba con todos, como que donde estuviera él nadie podía ponerse a su lado.
Durante quince años le acompañé con mi guitarra, esta guitarra que va conmigo desde hace veintisiete
años, y que los flamencos llaman “la leona de Montoya”. Chacón era lo más grande en el cante gitano por
seguidilla y era, a la vez, gran señor y amigo, como que se murió y no dejó una “gorda”, después
de haber ganado más de dos millones de pesetas, porque todo cuanto rescataba lo empleaba en vivir bien, como un gran
señor que era. También fue grande en el “cante” de Levante Manuel Torres, intérprete magnífico
de la murciana y la cartagenera, y Manuel Escasena, que contó, además, con la admiración de Antonio
Chacón. Escasena tenía una cabeza de forma rara, que le valió fuera comparada a un pepino, y recuerdo
que Chacón, al referirse a él me decía: “Vea usted, Montoyita, este “cabeza de pepino” es
extraordinario”. Y más de una vez el mismo Chacón se encargó de hacer que en alguna juerga de Villa
Rosa llegara a manos de Escasena un billete de cien pesetas, fingiendo que otra persona se lo había entregado para
él. El pobre bondadoso de Antonio Chacón. De Chacón debo recordar también cuando me
presentó en Sevilla en una fiesta, durante las ferias. Había allí reunido lo más grande que el
“cante” tenía entonces, y fui yo, ilustre desconocido, para acompañar a Don Antonio. Al presentarme se
limitó a decir: “Primero vais a cantar todos vosotros y luego lo haré yo, acompañado por Montoya, y os
aseguro que os voy a hacer llorar a todos”. Y así fue, en efecto: acabaron todos llorando. Su admiración por
mí era tanta que llegó a perdonarme que en una fiesta del Duque de Medinaceli llegara tarde por preferir jugar
al billar, y se limitó a decirme: “Montoya, ¿usted es jugador de billar o “tocaor” de guitarra?”. En otra oportunidad
que volvimos a Sevilla, la admiración de los andaluces llegó a negar mi nacimiento en la capital, y él
replicó en tono amable: “¡Haga el favor de decir que usted ha “nacío” en Sevilla!”.
En París actuó en la Opera Cómica con la Argentinita
La conversación gira luego sobre sus actuaciones recientes y sobre el plan a desarrollar en el Maravillas, y Montoya
nos dice:
He estado actuando en París por espacio de ocho meses, que se han ido prolongando desde hace cinco, en que
tenía que venir a Buenos Aires, y no me dejaban. He dado varios recitales de música flamenca en la sala Pleyel,
de París, y dos en la Opera Cómica, acompañando a Encarnación López, la Argentinita, que
obtuvo un éxito extraordinario. ¡Cómo baila vuestra compatriota! Para mí es la artista más
completa que ha conocido España entre las “bailaoras”, con el agregado de que hasta cantando con esa voz chiquitina
que tiene lo hace en forma primorosa. Es el suyo arte puro, de primera calidad, y que el público de París,
como antes el de España, supo valorar en su verdadera expresión. Luego actué en Bruselas, Londres y
Suiza, hasta que pude salir en dirección a Marsella y embarcarme para pasar esos días de alta mar, de los que
no quiero ni siquiera acordarme para tener valor para la vuelta.
“En mi actuación en Buenos Aires, mi repertorio estará integrado por interpretaciones en la guitarra, en mi
“leona” de arte flamenco puramente clásico, como soleares, malagueñas, granadinas, mineras, tarantas,
rondeñas, bulerías, tango en mayor y menor, guajiras, farrucas, seguidillas y la rosa, y ejecutaré cada
una de ellas con arreglo a los deseos del público, que por espacio de tantos años he pensado conocer por
tantas referencias que de él tenía”
Extractos Históricos
El Arte de Vivir el Flamenco © 2003 |