EL SEVILLANO
ANTONIO
PÉREZ GUERRERO, cantaor payo, más conocido por el nombre artístico de EL
SEVILLANO, nació en Sevilla en el año de 1909 y murió en Alcalá de Guadaira (Sevilla) en
1989. Se destaco por sus fandangos personales y creativo dándose a conocer en el
mundo del flamenco por los fandangos del Sevillano, que fue lo que más cantó por
su grandeza de expresarlos, junto a las bulerías, tangos de Triana también con
mucho éxito en su mejor época.
Sevilla y España entera,
siempre te recordaran,
por esos grandes fandangos,
tan puros y bonitos
que tú supiste crear,
con esa grandeza y estilo
que nunca se podrán olvidar,
para el buen aficionao
siempre serás inmortal
Vivió en Alcalá de Guadaira desde los nueve años hasta que hizo el servicio militar, y allí aprendió a cantar junto a Joaquín el de la Paula, a quien consideraba su único maestro. Profesionalmente se inició en las reuniones de aficionados de la Alameda de Hércules, según él mismo nos cuenta, según sus relatos había siempre ocho o diez cantaores, otras tantas bailaoras y cuatro o cinco guitarristas. Y había que cantar con tos, que ésa era la gracia. Y tirarse de fiesta toa la noche. Y el día. Y te daban cuatro o cinco duros y con eso tenías que vivir". Sobre sus fandangos manifestaba: "Yo hago tos los cantes y conozco tos los cantes. Aunque parece que lo que más ha quedao han sío mis fandangos. En mis fandangos lo difícil esté en el final. Hay que recortar, y decirlo tó en un momento. Mi cante es recortao, no se puede alargar
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De sus fandangos hizo muchas
grabaciones, como de sus bulerias y otros muchos cantes más, Con el
fandango de su creación tuvo mucho éxito e hizo fortuna, y fue lo que más cantó
en toda su carrera, junto a las bulerías, recorriendo toda la biografía
española. A los árabes les gustaban muchos sus fandangos recortados a estilo
árabes del norte de Marruecos, donde solía ir mucho por su apreciación y acogida
en los teatros.
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El
Sevillano, un centenario olvidado
El 15 de abril de 1909 nació en la calle Macasta, detrás de la muralla macarena,
Antonio Pérez Guerrero, El Sevillano, uno de los cantaores más personales de la
historia del flamenco. Ayer, por tanto, fue su centenario. Pero su inmensurable
torrente de voz no ha tenido eco en su tierra. Sólo la Universidad Pablo de
Olavide tiene programado, hasta la fecha, un curso de verano en Carmona para
rememorar su figura. Porque todos los honores serán este año para otros dos
genios centenarios: Manolo Caracol y Antonio Mairena. El Sevillano, que alcanzó
la gloria a partir de 1935 por mor de un estilo de fandango propio que ha legado
al repertorio clásico del cante, fraguó su queja jonda en el barrio de San
Julián escuchando los lamentos del Carbonerillo, Pepe Pinto y el Colorao, entre
otras figuras de la época. Pero su estilo terminó de tomar esencia propia cuando
se trasladó a Alcalá de Guadaíra, donde precisamente le pusieron el apodo, El
Sevillano, con el que conquistó los escenarios. Cuando Antonio se instaló en la
capital de los panaderos, con tan sólo nueve años, era ya conocido, sin embargo,
por otra faceta también olvidada hoy: sus cualidades futbolísticas. De hecho,
jugó como carrilero diestro en el Betis durante la década de los veinte. Su
nombre balompédico fue Pérez. Pero el servicio militar frustró su carrera
deportiva y a partir de entonces, El Sevillano, que podía presumir de haberle
marcado al Sevilla en La Enramadilla, donde jugó junto a históricos como Papa
Jones y Artola, decidió consagrar su vida al flamenco. No en vano, en Alcalá
había conocido a Joaquín al de la Paula, gitano medular que nos dejó en herencia
los estilos por soleá que hoy se atribuyen a esta localidad sevillana. Y para
Antonio Pérez Guerrero no hubo más maestro en su vida que el legendario cantaor
alcalareño. Sin embargo, sus comienzos profesionales se produjeron en Sevilla,
muy cerca de la calle en la que había nacido: La Alameda de Hércules. «Entonces
en La Europa había siempre ocho o diez cantaores, otras tantas bailaoras y
cuatro o cinco guitarristas. Y había que cantar con todos, que ésa era la
gracia. Y tirarse de fiesta toa la noche. Y el día. Y te daban cuatro o cinco
duros y con eso tenías que vivir», reconocía él mismo. Su repertorio fue muy
amplio, pero Antonio Mairena lo definió como «una de las primeras figuras entre
los fandangueros egregios», lo que sirvió para encasillar definitivamente a El
Sevillano como genio del fandango, obviando sus insoslayables cualidades como
cantaor festero. No hay que olvidar que Antonio metió por bulerías decenas de
coplas de autores como Rafael de León o Salvador Valverde, entre otros muchos, y
que creó escuela propia en los cantes de compás con tercios como «El tío de las
castañas». Además, su manera tan distinta de acometer la soleá de Alcalá invita
a pensar que su versión es la más cercana a la original de Joaquín el de la
Paula y que Antonio Mairena pudo haberle añadido mucho de su cosecha al estilo
que conocemos hoy. Pero el leve recuerdo que queda de su legado está dirigido
exclusivamente hacia su magisterio como fandanguero. Tal vez por esa razón, él
mismo hablaba de este tema tratando de aclarar que no era un simple
fandanguillero: «Yo hago todos los cantes y los conozco todos. Aunque parece que
lo que más ha quedao han sío mis fandangos. En mis fandangos tal vez lo difícil
esté en el final. Es una cosa de velocidad. Hay que recortar, y decirlo tó en un
momento. Mi cante es recortao, no se puede alargar. Efectivamente yo he tenío
pocos imitadores de mis cantes, pienso que porque no podrán, por esa dificultad
que he dicho» Su discografía es muy extensa, sobre todo junto al guitarrista
Niño Ricardo, y en ella da muestras de su amplio dominio de los cantes, pues
aunque el 80 por ciento de sus grabaciones son de fandangos y bulerías, también
hay cortes de alegrías, farrucas, estilos de ida y vuelta y soleá. Pero casi
toda su obra está descatalogada. Como su memoria. Porque Antonio Pérez Guerrero
es otro maestro desdeñado en esta tierra de los olvidos a la que, ahora más que
nunca, habría que cantarle uno de aquellos fandangos que él mismo escribió: «Con
un bien se paga, / tú no debes de olvidar / que un mal, con un bien se paga. /
Con eso demostrarás / que la mentira se acaba / cuando llega la verdad». Él nos
paga con un bien incalculable: su cante.
POR ALBERTO GARCÍA REYES. ABC Antonio El Sevillano, junto al guitarrista
Manuel Serrapí, Niño RicardoJueves, 16-04-09
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Autor: José María Ruiz Fuentes |
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