MANOLO GARRIDO

 

MANOLO GARRIDO · CANTAOR

"En mi casa éramos flamencos desde antes de salirnos los dientes"

El cantaor tarifeño Manuel Garrido repasa su trayectoria a meses vista de la publicación de su biografía.

Decir Manolo Garrido en Tarifa es decir flamenco. Y es hablar de un intérprete variado en los estilos y las formas, del que el adjunto al director de Europa Sur Ildefonso Sena ultima una completa biografía que saldrá publicada en los próximos meses. Garrido fue un niño pobre que se calaba hasta los huesos bajo la lluvia y perdía horas de sueño con tal de escuchar cante y no parar de aprender. Una conversación con él es un paseo por lo jondo del sur del sur y sus circunstancias.

Me gustaría conocer sus comienzos en el flamenco.

Están en una tía mía que fue profesional, Isabel Garrido. Vivía en Madrid, pero venía a Tarifa dos veces al año. Una, de vacaciones. Y la otra porque la traía el famoso conservero Diego Piñero todos los jueves santos a cantar saetas. Era hermana de mi padre y estuvo cantando mucho con Juanito Valderrama, Pepe Pinto y, sobre todo y por más tiempo, con Marchena. Ella no era tarifeña. Mi familia paterna vino de Puente de Génave, en Jaén, porque la empresa de camiones en la que trabajaba mi padre lo destinó aquí para arreglar la carretera N-340 entre Facinas y Algeciras.

¿El ejemplo de Isabel Garrido le hizo cantar?

En parte sí, pero solo en parte. No basta con eso, claro. Hay que tener cualidades y ella decía que yo las tenía y comenzó a acercarme a su entorno de artistas. Lo que pasó fue que tuvimos el inconveniente de mi madre, que era como las gallinas cluecas que no quieren que ninguno de sus polluelos se vaya de su lado.

¿Y entonces?

Tuve la gran suerte de vivir en el número 1 de la calle San José junto a un vecino, Luis El Pasivo, que era un gran cantaor de saetas y que me ayudó muchísimo.

De ahí que la gente reconozca tanto en usted su vertiente saetera…

Pues sí. Puedo decir que a mis 67 años yo me siento dominador de todos los cantes. Sí es verdad que a la gente le gustan mucho mis saetas, no sé por qué, pero también he sido capaz de triunfar tanto por siguiriyas como por martinetes.

Usted no falta a su cita con el Nazareno tarifeño, que sale de San Mateo cada jueves santo. Y eso que la saeta es un palo muy difícil.

Muy complicado. Lo que ocurre es que tiene muchos cambios de una tonalidad a otra para los que se necesitan bastantes facultades. Y hay que recordar que siempre se ha hecho a pulmón. Desde un balcón o la calle, pero a pulmón. Ha habido y hay muchísimos cantaores profesionales que no se atreven con ella. De niño ya me preguntaba por qué solo las cantaban 5 o 6 intérpretes.

¿Cómo recuerda la etapa de su madurez cantaora?

Fue muy bonita, cantando por muchos sitios. Aquí, en las provincias de Cádiz, Sevilla, Córdoba, Jaén, en muchos sitios de España… Arrimaba un dinero -no mucho tampoco- que venía muy bien en mi casa mientras hacía lo que me gustaba. En esa época es cuando empiezan a llegarme los reconocimientos en Tarifa por todo eso que estaba pasando.

¿Y cómo era la afición de aquella época?

Mejor que la de ahora. Creo que antiguamente, por poner un ejemplo, íbamos a un festival de verano y había un respeto y un silencio impresionantes. Hoy no se vive eso. Se reconocía socialmente más a los cantaores que actualmente.

Y llega un momento en que ustedes fundan la Peña Flamenca Tarifeña. Recuérdeme aquello.

La fundamos en 1989 y fui su primer presidente hasta 1999. Continuó luego y en el año 2004 se cerró por cuestiones políticas. Estaba en La Ranita (actual biblioteca municipal, en la plaza Santa María), junto al ayuntamiento. Allí teníamos los talleres de guitarra, de cante y baile y por allí pasaron además los mejores artistas de España, ya fuera porque los traíamos nosotros o por intercambios con otras entidades.

Antes de empezar la entrevista me habló de otro personaje importante para usted, como fue Juan Conil.

Ah, sí. Llegó aquí a trabajar en una fábrica de conservas y cuando ésta vino abajo y lo despidieron puso un bar en Batalla del Salado. Mucha gente me advirtió de lo bien que cantaba y para mí fue un segundo padre. Nunca se hizo profesional, sí aficionado. Él añoraba tener una peña, algo que lo relacionara con el flamenco. Él ya era mayor cuando nosotros la fundamos y al darle cabida en ella reaccionó como un niño el día de Reyes. Era más bien saetero pero además un grandísimo aficionado y me llegó muy hondo. Junto a Isabel Patón y a mí mismo, éramos los tres cantaores de la peña.

¿Qué cantaores gustan a Manolo Garrido?

De la época antigua, Pepe Marchena. En mi familia había siempre una disputa constante porque mi padre era marchenero y, mi madre, de Pepe Pinto. Había una gran rivalidad y es que en mi casa éramos flamencos desde antes de salirnos los dientes. Fuimos ocho hermanos y hasta en un tiempo en que quise descansar un poco de flamenco me comprometieron a formar un coro rociero, Los de Juana, con el que nos recorrimos media España. Volviendo a la pregunta, los niños antes cogíamos algo distinto de cada cantaor. He sido un enamorado de Fosforito, me ha gustado mucho más que Antonio Mairena. Pero nombrar cantaores es estar aquí sin parar hasta mañana. Prefiero incluso hablar de cantes, que cada lunes los repasamos en un programa que hacemos en la TV local de Tarifa. En este sentido, me encanta la soleá de Triana, la de Zurraque. Me la piden mucho.

El flamenco en Tarifa ha dado otros nombres aparte del suyo.

Claro, yo recuerdo que canté mi primera saeta con 12 años, en 1961, que fue también la primera vez que llevaron al Nazareno hasta el final de Batalla del Salado, a la barriada de pescadores recién construida allí. He cantado mucho con Isabel Patón y Juan Conil. Y hay más intérpretes: Antoñita Díaz y la historia curiosa de dos hermanos que tuvieron que huir y refugiarse en Tánger por la Guerra Civil. Eran Rafael y El Toto Porrita, hijos de marineros tarifeños. El Toto falleció en Tánger. Rafaelillo Porrita acabó viviendo en Gibraltar y me las arreglé para entrevistarme con él en La Línea, estando aún cerrada la frontera, y me dejó alucinado. Me moví muchísimo para lograr verlo, decenas de gestiones. Mi encuentro con él duró hora y media y me contó cosas increíbles del flamenco antiguo. Un libro abierto. Murió muy mayor en Algeciras.

Me habla del flamenco con pasión, rebosa afición.

He sido muy aficionado, las broncas con mi madre eran porque me iba a escuchar a cada saetero en todas las esquinas y luego a las casas de hermandad si allí se seguía cantando porque el hermano mayor diese una copita o lo que fuese. Mi familia era muy pobre y no podía pagarme la entrada al teatro de la Alameda, por el que han pasado los mejores flamencos de todo el país. Me pegaba a la parte trasera del escenario, en la calle, y si llovía acababa calado hasta los huesos. Era un niño e intentaba que me dejaran entrar al bar de Donda, donde la gente con dinero se llevaba a los cantaores. Todo por el flamenco.

¿Y ahora?

Sigo disfrutando. Me cuido muchísimo hasta el punto de que gente de mi edad me dice que cómo conservo la voz en esta forma. Y por supuesto cada Semana Santa no puedo fallarle al Nazareno. No sé qué tiene ese Cristo, que parece que mientras lo miro me está hablando. Es una imagen con tanta antigüedad y tal gesto que parece que me habla. Indescriptible. Lo he comentado cientos de veces tanto con Ildefonso Sena como con una persona que no se me puede quedar atrás y que me hizo muchísimas letras, como fue Jesús Terán. Gente muy grande.

 

JOSÉ MANUEL SERRANO -Tarifa, 30 Enero, 2017 - Manolo Garrido, en una imagen de detalle durante la conversación.- Manolo Garrido, con las vistas de su ciudad de Tarifa detrás.

http://www.diariodejerez.es/ocio/casa-flamencos-salirnos-dientes_0_1104489830.html

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