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SILVIA PÉREZ CRUZ
ENTREVISTA A SILVIA PÉREZ CRUZ
«Si cantas pensando en momentos concretos, puede doler»
El Festival de Jazz de Madrid tiene hoy como protagonista a esta cantante catalana que triunfa con una propuesta muy personal y llena de delicadeza
Es como una rara y delicada flor en medio de la agobiante ciudad. Nadie se hubiera esperado que una música tan ajena a lo comercial como la que propone Silvia Pérez Cruz pudiera romper un pequeño círculo de entendidos. Por lo visto, cada vez más gente quiere apreciar ese mimo por los detalles, esa enciclopedia de matices. Un sonido que parece hacer suyos folclores diversos, conducidos por una voz que de repente se ha situado entre las más bellas de nuestro país, capaz de pasar del flamenco a la bossa nova, pasando por el fado, con una fluidez asombrosa. Para todo ello hay que tener una formación musical impresionante. No nos equivocamos: ella la tiene.
Hoy mismo actúa en el Teatro Circo Price dentro del Festival de Jazz de Madrid. Presenta su primer disco en solitario, «11 de noviembre», que acaba de reeditarse con material extra y DVD, y que fue gestándose en su cabeza durante años, mientras compartía papeles al frente de Las Migas o junto a Javier Colina o en el dúo Llama junto al músico israelí Ravid Goldschmidt, algunos de los múltiples proyectos de los que ha formado parte.
Supongo que la repercusión de «11 de noviembre» fue inesperada.
Me esperaba que pasaran muchas cosas, porque en mi vida siempre han pasado muchas cosas, pero no que el disco tuviera tan buen recibimiento. Ha sido realmente una sorpresa. Pensé que era una apuesta valiente, en el sentido de que no era lo que la gente esperaba, pero me daba tranquilidad poder elegir lo que yo quería hacer. Ahora me doy cuenta de lo intenso que fue la creación de este disco, fue un proceso muy loco, de entrega total, de estar enganchada y seguir, seguir, seguir...
¿Te refieres al trabajo en el estudio?
Sobre todo, y la postproducción. La parte de composición era más libre, solo tenía que vigilarme a mí. En lo otro, cuando entran segundas y terceras personas, en primer lugar Raül Fernández «Refree» (productor del disco), y los músicos... todo se ralentiza, pero era como una terapia para mí. Y después llegaron las entrevistas, los conciertos... Cuando pienso: «¿He cantado en el Liceo?, ¿Cómo lo he hecho?, ¿cómo es que no estaba nerviosa?» Pero es que no tenía tiempo ni de estarlo. Luego empezó la preparación del directo, que fue un proceso muy bonito también, porque fue partir del disco y olvidarse de él, y poner como objetivo que las canciones tuvieran sentido para los músicos que formaban parte del grupo, que llegaran a la conclusión de que cada uno de ellos es importante, que no podía estar otro. Y ahora ha empezado un proceso de deconstrucción. Una vez que todos nos sabemos el punto de partida, nos podemos permitir romperlo. Hemos asimilado la parte más intelectual y ahora viene la más animal. Es una parte muy bonita, olvidarme de que son mis canciones porque ahora son las de todos.
Entonces en el Price escucharemos un concierto distinto al del Gran Teatro del Liceo del pasado mes de abril.
Sí, no tiene nada que ver. En el Liceo estaban los solistas que habían grabado en el disco, y en este caso los arreglos ya se han adaptado. Somos un quinteto: contrabajo, chelo, guitarra, diferentes instrumentos de cuerda tocados por Refree, y yo con la guitarra. En la segunda parte invitaré al grupo de percusión Coetus, que sí estuvieron en el Liceo. Creo que el discurso ha quedado coherente, bonito.
¿Se nota un plus emocional al pasar de cantar canciones de otros a las tuyas?
Cuando la canción es mía, intento olvidarme de que es mía, porque si no, el cerebro funciona demasiado, y no va muy bien. Hay que pensar poco antes del concierto, y cuando ya ha empezado. Siempre intento cantar desde un sentimiento universal, como lo que yo opino de estas emociones, pero no pensando en momentos concretos, porque te puede llegar a doler directamente. Por ejemplo, cuando cantaba las canciones de Javier Colina, si pensaba en algún mal de amores concreto, o buscaba un sentimiento propio, lloraba, y llorando no puedes cantar. Hay que pensar desde la distancia, no desde las vivencias. Si no, te desmonta. Y es una emoción que no es bella al final.
¿Cómo llegas a esa enorme mezlca de matices sonoros llegados de diferentes procedencias?
Yo no he escuchado mucha música de discos, nunca. Ni ahora. Pero sí que he vivido mucho la música en directo. Mis padres cantaban, yo hacía musicales desde los tres años, y hacía más actividades extraescolares que nadie: piano, saxo, solfeo, coral, orquesta, baile, pintura, escultura, voleibol... menos violín, que me apuntaron pero yo decía que me daba pena cuando lo tocaba. Donde nací, en Palafrugell (Gerona) estudié música clásica, allí me empezaron a contar lo que era el jazz, luego en Barcelona hice la carrera de canto de jazz, y ahí me contaron bien lo que era el flamenco, y algunas cosas de bossa nova. También es verdad que si escucho una canción que me gusta, saco bastante información. Y creo que, más que del estilo, he aprendido de los músicos que he conocido, de su manera de compartir la música, de vivir en el lugar de la música.
Lo que resultará más complicado es meterse a cantar flamenco...
Creo que he ido trabajando el gusto, y eso es muy importante, y saber qué posibilidades tienes, y una vez que sabes lo que tienes, ofrecer lo mejor. En el flamenco hay unos parámetros que sí entiendo, y otros que se me escapan. Yo no conocía el mundo flamenco y gitano, con todo lo cerrado que es, pero en el momento que me metí yo no tenía vergüenza. Tengo mucho respeto a todo, y eso siempre te abre puertas. Aprendí mucho, pero yo no quería ser flamenca. Hay muchas cosas del flamenco que las encontraba fantásticas, como el ritmo... y fui sacando conceptos que se me han quedado.
Pues con el flamenco te van a conocer en Hollywood (pone la voz en la banda sonora de «Blancanieves», película española candidata al Oscar). ¿Cómo surgió esta colaboración?
Querían una cantaora, porque Blancanieves, en la película, es hija de una cantaora. Propusieron mi nombre y todos estuvieron de acuerdo. Yo había trabajado ya en cosas de teatro, de danza, y me gustan, pero en cine no se había dado el caso. Las imágenes que me enseñaron me parecieron muy bellas, con una fotografía impresionante. Cuando me enseñaron las canciones vi que lo que querían era algo más flamenco de lo yo había entendido, y pensé que a lo mejor no era yo la adecuada. pero me convencieron, y bueno, me ayudaron, porque había cosas que no había cantado nunca. La escena de la manzana querían que se pareciera a una Semana Santa, y se imaginaban una saeta. Compuse una canción chiquita después de escuchar una saeta entera, para ver qué me se venía a la cabeza, con un texto corto. Es mi pequeña canción en la película.
¿Sabías dónde te estabas metiendo?
Yo me daba cuenta de que había actores de primera, como Maribel Verdú y Ángela Molina, pero pensaba que, al ser en blanco y negro y muda, y tal como me lo vendían, que la cosa no iría a más. De repente me vi en San Sebastián -donde el filme obtuvo el Premio Especial del Jurado y Concha de Plata a la Mejor Actriz- en la alfombra roja, y supongo que luego llegarán los Goya... Yo hago música, nunca me hubiera imaginado esto. Luego llegó la interpretación de la banda sonora en directo en el Liceo, donde había que sincronizar perfectamente las imágenes con la música... Hice mi pequeñísima aportación a «Blancanieves», y a cambio me han llegado un montón de regalos. A mí que me gusta tanto regalar. Pero también hay que saber recibir.
pablo martínez pita / madrid Día 08/11/2012 - p. m. p.. Silvia Pérez Cruz ha volcado en su disco «11 de noviembre» su amplísimo conocimiento musical
http://www.abcdesevilla.es/20121108/cultura-musica/abci-silviaperezcruz-201211071913.html