ANTONIO PIÑANA (HIJO)
ENTREVISTA A ANTONIO PIÑANA (HIJO)
LA GUITARRA JONDA DE UN MAESTRO: ANTONIO PIÑANA (HIJO)
En el mismo lugar donde, hacia finales del siglo XIX, actuara el mítico Antonio Grau Mora “Rojo el Alpargatero”, como es el Balneario de Archena; hoy, el maestro Antonio Piñana (hijo), a sus 68 años de edad, y poco antes de comenzar una de sus actuaciones, nos hace una reflexión de su trayectoria artística como profesional de la guitarra flamenca y comenta cómo ésta ha influido en todos los aspectos de su vida.
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Antonio Piñana Calderón, conocido artísticamente como Antonio Piñana (hijo), nació en Cartagena (Murcia) el 19 de mayo de 1940, hijo del gran cantaor Don Antonio Piñana (padre) y Ana María Calderón.
Nos cuenta que se establece una diferencia fundamental entre Antonio Piñana, Funcionario de la Administración del Estado (su antiguo trabajo) y Antonio Piñana, guitarrista. Explica además que el hecho de utilizar junto a su nombre el alias “hijo” radica en que su padre, importante cantaor y patriarca de los cantes mineros de Levante, también se llamaba de la misma forma; por ello, en el mundo del flamenco y en la discografía son mencionados como Antonio Piñana (padre) y Antonio Piñana (hijo).
Para el maestro Piñana, el flamenco le supone media vida. La guitarra ha sido para él ese cobijo que le ha dado ánimos para seguir adelante y le ha compensado de los sinsabores que se le han presentado en el camino.
A la edad de diez años cantaba flamenco y llegó, incluso, a formar pareja artística con Angelita Vidal.
Durante el cambio de voz, entre los once y doce años comenzó a tocar la guitarra por imposición de su padre. Debido al autoritarismo de éste, y al sentirse obligado, Antonio abandonó el estudio de ella. No obstante, y no después de mucho tiempo, sería a los catorce años cuando decide por voluntad propia y de forma autodidacta retomar el camino de la guitarra flamenca.
Cuando le preguntamos por quienes han sido sus maestros, nos dice que el primero de todos fue su padre; éste en poco tiempo le enseñó todo lo que sabía sobre el instrumento y en cuestión de meses acabó con todo el repertorio de su progenitor.
Seguidamente, aprovechando la llegada de compañías teatrales a Cartagena en aquella época, y por la amistad de su padre con ciertos guitarristas de gran renombre, entre ellos “El Niño Ricardo”, Antonio conseguía entrar en los camerinos de éstos con su guitarra en la mano, entonces se situaba frente a ellos en los momentos de ensayo y poco a poco les iba cogiendo algunas de sus técnicas. Compaginó este aprendizaje con la aportación del guitarrista clásico Cristóbal Montojo, aunque nunca pudo llegar a decir que tuvo un maestro en el amplio sentido de la palabra. Por ello, se considera un guitarrista autodidacta.
A pesar de haberse codeado con numerosos guitarristas de aquella época, manifiesta guardar un gran recuerdo del Niño Ricardo y de Paco Aguilera (guitarrista de Lola Flores).
Para Antonio, su padre ha sido un pilar fundamental en su vida artística puesto que fue su orientador. Con él adquirió la experiencia suficiente para acompañar al cante y, además, por mediación de él pudo entrar en el Tablao Flamenco de Torres Bermejas (Madrid) donde permaneció durante cinco años consecutivos.
Sin embargo, a la edad de diecisiete años, su sueño era llegar a ser militar, por lo tanto llevó a cabo los estudios en la Escuela de la Armada con su labor de docente de guitarra flamenca. Al percatarse de que en esta última tarea “ya ganaba más que el Coronel del Tercio de Levante” dejó la Academia Militar y se dedicó completamente a la guitarra. Poco después conoció a su esposa Carmen, madre de sus seis hijos, he hizo unas oposiciones a funcionario del Estado con el propósito de acallar el poco crédito que las mentalidades de aquel entonces daban a la profesión de guitarrista.
Ha acompañado a numerosos artistas. En el cante a Camarón, El Turronero, Chano Lobato, Sordera de Jerez, Luís de Córdoba, Chato de la Isla, Pericón de Cádiz, etc… En el baile a: Lola Núñez, María La Campano, Raúl, Milagros Menjíbar, Matilde Coral, La Tati, entre otros.
Durante los años sesenta, setenta, y ochenta, se dedicaba a dar conciertos como guitarrista solista, pero afirma que actualmente disfruta más “tocando para cantar o para bailar”.
Nos confiesa, además, que se siente cómodo “con cualquier artista que tenga amistad con el compás” es decir, que se ajuste al ritmo y a las cadencias en cada parte de la composición.
Basándose en su experiencia, nos dice que la vida del artista
pasa por momentos muy buenos pero también conflictivos, sobre
todo debido a los problemas que plantea la convivencia “en este
mundillo del flamenco”, se precisa la habilidad de ser
diplomático para poder mantenerse en el lugar idóneo que a uno
le corresponde.
Marruecos, Francia, Bélgica, Holanda, Dinamarca, etc., son
algunos de los países en los que ha actuado nuestro artista
entrevistado. Contratos ha tenido también en casas discográficas
como Hispavox, Fonogram y Beltter.
A pesar de confirmarnos que en esta vida es difícil encontrar personas a las que se les pueda llamar amigos verdaderos, Antonio se siente afortunado de haber entablado una buena amistad con el guitarrista Paco Cepero, Luís de Córdoba, El Yunque, Ricardo de Madrid, Camarón, Vicente Soto “Sordera”, entre otros.
Nunca tuvo que sacrificar ni renunciar a nada por el flamenco, ya que siempre llevo consigo la guitarra y sacó tiempo para su ejecución por la satisfacción que le ha producido en todo momento.
Emocionalmente, las salidas de su tierra natal por asuntos profesionales fueron motivo de alegría por lo que suponía de factor novedoso, pero al mismo tiempo sintió nostalgia por la lejanía de su tierra en momentos especiales como por ejemplo en Semana Santa.
Dentro de las anécdotas, recuerda con cariño al gaditano Guarino (actor y cantaor) porque en uno de sus espectáculos le hizo interpretar junto a su guitarra el papel de zapatero, un cantaor hacia de cobrador le da luz y la bailaora hacía de esposa de este último. Con estas obras lograban una excelente conexión con el público, por lo que se sentían muy contentos.
Deducimos por este comentario que, Antonio, además de un extraordinario guitarrista, también podría haber sido un excelente actor.
Un momento duro por el que pasó nuestro artista en cuestión, fue superar el periodo de adaptación en el Tablao de Torres Bermejas, ya que aquí “estaba la flor y nata del flamenco” en sus tres vertientes: cante, baile y toque; mientras que él, como guitarrista para baile, todavía no se sentía con suficiente seguridad hasta que en pocos meses logró situarse en el nivel que se le exigía. A partir de ese momento pudo realmente gozar con su arte.
En la actualidad, cuando Antonio encuentra un cartel con el nombre de sus tres hijos artistas: Curro, Pepe y Carlos Piñana, siente “el colofón de una vida paterna dedicada a la familia”, es una gran satisfacción ver como “tres de tus hijos siguen tu estela y además mejorando la raza”. También se siente orgulloso de la continuidad de su arte relejado en sus alumnas y alumnos aventajados.
“Camarón era un genio y Morente es un estudioso y un innovador”. No sabría elegir”
Ante la propuesta de su inclinación artística por Camarón o Enrique Morente, nos dice que le resulta difícil establecer una prioridad entre ellos, “Camarón era un genio y Morente es un estudioso y un innovador”. “No sabría elegir”, afirma el maestro Piñana (hijo).
Con respecto a los guitarristas Paco de Lucía y Manolo Sanlúcar, dice: “los dos son amigos míos, pero si tengo que hacer honor a la verdad, yo, a Paco de Lucía le diría Su Majestad, y a Manolo Sanlúcar Su Alteza Real”.
“El flamenco ha entrado felizmente en la Universidad y en los grandes eventos se ven actuaciones flamencas”
En el mundo actual, Antonio vislumbra al flamenco como un arte que está en alza. “Se ha introducido mucho en el mundo de la cultura y está teniendo un sitio, en definitiva, como no lo ha tenido nunca”. “El flamenco ha entrado felizmente en la Universidad y en los grandes eventos se ven actuaciones flamencas” y observa que “las personas de cultura, los grandes hombres le dan el sitio que este arte merece por derecho propio, porque es la parcela del arte español que más se valora y se conoce en el extranjero”. Nos dice el propio Antonio, “yo eso lo he podido comprobar”.
Le alegra observar que, dentro del gran número de espectadores que asisten a sus actuaciones, no solo en la Región de Murcia, sino también en todo el panorama nacional, hay “un público mayoritariamente joven y con inquietudes dentro del mundo del flamenco”.
A pesar de considerarse como un guitarrista tradicional, se siente una persona aperturista y admira a aquellos que tienen la gran habilidad de innovar en la música flamenca, pero siempre y cuando lo hagan con el debido respeto hacia los cánones establecidos.
Hoy en día, además de seguir con sus actuaciones, Antonio Piñana dedica su tiempo a la enseñanza, labor que le viene de familia, pues su tío y su padre eran maestros. Es por ello por lo que se siente identificado con la docencia e imparte clases de guitarra. Ya son muchos los guitarristas que llevan su sello. Curiosa es la historia que nos relata el maestro sobre un chico japonés llamado Michio, el que a partir de escuchar en Tokio sus discos, hizo todo lo posible por conocerlo. Un buen día se presentó en Cartagena y se estableció como su alumno. En cuestión de pocos meses, Piñana, que por aquel entonces era guitarrista oficial del Festival Internacional del Cante de Las Minas de La Unión, consideró que Michio ya estaba preparado para tocar por Levante y ese mismo año lo subió a este importante escenario con él.
En otro orden de cosas, Antonio, frente al tópico de si el artista nace o se hace, nos comenta que indudablemente un artista nace pero que para llegar a desarrollar todas esas potencialidades es necesario adquirir una técnica, una metodología y sobre todo trabajar.
A sus alumnos intenta trasmitirles la idea de que sean honestos, les aconseja también llevar un mensaje de arte al público y “ser, en definitiva, consecuentes consigo mismos y luchar porque prevalezca el arte por encima de otras cosas mitificadas”.
Antonio Piñana Calderón, a pesar de ser y haber sido un artista muy importante y conocido, como persona es sencillo, culto y humilde, nos confiesa que disfruta con un buen guisado y con una copita de vino tinto, le encanta ir a la Playa de la Manga, su color favorito es el verde, su número es el treinta y seis, le gusta el cine clásico, leer, admira la honestidad y odia al mentiroso.
Nos confiesa que en algunas ocasiones ha llegado a pensar en como habría sido su vida si se hubiese dedicado por completo al flamenco, pues le fue imposible, ya que debía compaginarlo con su trabajo de funcionario del Estado. Pero a pesar de ello, el maestro Antonio Piñana (hijo) se considera satisfecho con todo lo que ha realizado.
Enhorabuena maestro.
Publicado el 15 de abril de 2009. Por Victoria Cava periodista y cantaora. Fotos del archivo personal de Antonio Piñana y de Victoria Cava
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