PACO CEPERO
ENTREVISTA A PACO CEPERO
"He podido
presumir de ser un buen acompañante"
El guitarrista Paco Cepero (Jerez, 1942) hace ya años que dejó un Madrid en el que había permanecido durante más de tres décadas. Del duro trabajo de los tablaos, donde empezó a finales de los sesenta del pasado siglo, a los estudios de grabación, en los que logró grandes éxitos como compositor y productor, media una brillante carrera en la guitarra de acompañamiento, en la que el tocaor jerezano se constituyó en la salsa imprescindible de todos los guisos flamencos. Una época pródiga en unos festivales por los que se paseaban una serie de figuras del cante, en su mayoría desaparecidas, que encontraron en Cepero el toque preciso e innovador, templado y capaz de adornos que arrancaban olés de sorpresa. Enumerar a quién acompañó sería labor propia de un rastreo por la historia del cante en su dignísima etapa de revalorización: Tía Anica la Piriñaca, Borrico, Terremoto, La Perla, Lebrijano o Turronero, el Camarón primero, son sólo unos pocos nombres de los muchos que lo requirieron. Durante este año, en el que Cepero cumplirá los sesenta y cinco, hay una efeméride en la que el artista pone un énfasis especial: sus cincuenta años de carrera artística cuyo arranque quedó fechado en una actuación en la sede de los sindicatos verticales, por entonces- de la Plaza del Arenal de Jerez en 1957. También hay otra fecha, la de su primer teatro que fue el Falla gaditano a principios del 58, un escenario en el que soñaría con soplar también unas velas.
¿Cincuenta años de carrera a su edad supone una precocidad que es bastante común en el flamenco?
Sí, empecé tan joven que, al año y pico, La Paquera, que se había quedado sin guitarrista, tiró de mí porque llevaba el aire de Jerez por bulerías y me fui con la compañía de Luis Maravillas. Me pidió que tocara una vidalita y yo no sabía ni lo que era. Pero empezábamos así, muy cortitos y te ibas haciendo en el trabajo. Esto es un estudio como una carrera cualquiera y tienes que darle tiempo al tiempo, ponerte en tu papel y aprender. Hay que mirarse en el espejo de quien te guste, porque nadie nace sabiendo, y aprender. Ahora, lo que siempre he buscado es tener un sonido propio y una personalidad y eso, con el tiempo, creo que lo he conseguido.
¿Mirando hacia atrás, no cabe duda de que las cosas en el arte y en el negocio han cambiado mucho?
-Una barbaridad. Creo que los de mi generación hemos dejado el terreno muy allanado a los que han venido detrás. Gracias a dios, el flamenco está en muy buen momento, en los mejores teatros del mundo, pero nosotros tuvimos que pasar muchas fatiguitas, haciendo miles de festivales y dejándonos la piel en la carretera. Echando veinte años en los tablaos, como yo me tiré, y haciendo turnés de acá para allá, tocando atrás, tocando delante y tocando hasta de lao. Hoy no, hoy un chaval empieza y a los pocos años está de figura. Y eso creo que nos lo tienen que agradecer a los que empezamos.
¿Centrándonos en la guitarra, usted pertenece a la generación posterior a la de los maestros Montoya, Ricardo, Sabicas, pero también a la de Melchor de Marchena y Diego del Gastor, a los que le gusta citar?
Yo es que me fui muy jovencito a Los Canasteros y mmé mucho de Melchor de Marchena. Era exquisito y con mucha flamencura en la guitarra. Y después me fijé mucho en Diego. Mamé de esas dos fuentes, pero siempre buscando tu personalidad, tu estilo de rasguear, mis bordones, mi forma de picar. En eso he luchado mucho. Creo que también pisé la guitarra más lenta, como en el toreo, despacio, que es más difícil porque ahí se notan más los fallos.
¿En toda esa generación -Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar, Víctor Monge…- a la que por edad perteneces, cada uno ha tenido un papel. ¿Puede que el suyo haya estado más en la guitarra de acompañamiento? Porque cuando se revisan discos y programas de esos años, los setenta, usted acompañaba a casi todo el mundo?
Sí, cuando me he atrevido a tocar, sólo ha sido mucho después. Además, lo he hecho por subsistencia, no tenía cantaor a quien tocarle, estaba olvidado y no tuve más remedio que echar mano de la guitarra que es lo que sé hacer. Pero si de algo presumo en mi vida es de haber sido un buen acompañante. Me llamaban casi todos y hasta el maestro Mairena me hizo una vez ir de Madrid a Ceuta para acompañarle.
¿Tras su generación viene una muy consolidada ya y ahora asistimos a una nueva y, al parecer, muy brillante de jóvenes. ¿Cuál es su opinión del momento actual de la guitarra flamenca?
Yo lo que veo mucho es que hoy se comen la guitarra y tienen una técnica que, para mi modo de ver, es que han llegado al triple salto mortal. Pero en el acompañamiento veo mucha deficiencia porque no tienen aprendizaje. En el toque para cantar hay que ser aficionado al cante, aparte de que, además, es algo que se aprende con el día a día y eso no lo están haciendo. Y con la guitarra de concierto, pasa algo de lo mismo. En la técnica han superado todo lo que hemos ido aportando y esto ha llegado a un tope, porque no sé qué se va a hacer más. Pero lo que sí veo es una cosa, es que se está olvidando el legado de los mayores, que si tocas por soleá aquello tiene que tener el sabor de la soleá, o por seguiriyas o por taranta. Y hoy le dan tantos transportes a la guitarra que yo lo veo muy igualado todo. Lo he dicho muchas veces y no me importa repetirlo: esto está clonado como la ovejita Dolly.
¿Y el panorama actual del flamenco, ¿qué opinión le merece?
El panorama actual lo veo muy politizado. El flamenco ahora mismo en España lo están manejando unos cuantos señores y le dan cabida al enchufismo y al amiguismo. Hay una falta de respeto increíble con personas que creo que hemos hecho bastante por el flamenco.
Flamenco por Fermín Lobatón de Cultura y Espectáculos del Diario de Jerez
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