ENRIQUE HEREDIA
ENRIQUE HEREDIA CHACÓN, cantaor gitano, más conocido en el mundo del flamenco con su propio nombre artístico de ENRIQUE HEREDIA, nació en Córdoba en el año de 1947. Está vinculado a la Peña El Rincón Flamenco de la ciudad. Ha ejercido la profesión de cocinero en un importante hotel de la capital hasta su reciente prejubilación. Criado en la Plaza de San Agustín, en las Costanillas, se empapó del cante de sus flamencos. Su pasión: el cante por Bulerías. Este es el invitado que esta noche nos va a cantar y... ¡ya veremos qué más! Frecuenta la Peña El Rincón Flamenco pero no es el aficionado al uso. Enrique Heredia Chacón es un gitano que ejerce. Y lo mismo que los toreros de arte, hasta andando demuestra su pinturería.
Cantaor de una pura gallardía,
con mucho arte para los cantes
de la bonita tierra de Andalucía,
lo lleva muy dentro de su alma
para expresarlo con valentía,
Córdoba su cuna orgullosa esta
de tener a su hijo Enrique Heredia,
un maestro del cante especial
para los aficionaos de España
y para de toda la humanidad.
Un año singular, imposible de olvidar para los cordobeses y para los seguidores del planeta de los toros (sobre todo por aquel luctuoso suceso acaecido al que fuera conocido, dentro de los círculos del arte de Cúchares, con el sobrenombre con que lo bautizara el periodista Mariano de Cavia en una soberbia crónica de su tiempo, El Monstruo), nace en un rincón de la Axerquía de nuestra ciudad. Con una marchamo singular, según él, que puede dar perfecta réplica a la trianera y castiza Cava de los Gitanos, y cuya nomenclatura, Piedra Escrita, evoca a las épocas y encrucijada, clave, que tantos recuerdos dejaron en su retentiva y retina. Lugar de encuentro y vivencias, de personajes inéditos en otros lares, pero que en su extensa geografía urbana hacía concurrir, a unos, por su afinidad con el Matadero cerca de la Merced, y a otros, en su predisposición buscavidas a lo que saltase en la entonces depauperada Costanillas. Todo en el popular barrio de Santa Marina, en cuya parroquia fue bautizado
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Crece en medio de una familia, siendo el mayor entre cuatro hermanos, donde lo cañí cobra para él una importancia que le va imprimiendo carácter preferencial, sin por ello menospreciar lo gaché, porque su madre es una castellana de casta. Siendo todavía un niño, como tantos de su tiempo entra de aprendis en uno de los muchos talleres de platería que proliferan en la zona, y en esa labor se desenvuelve hasta su obligada incorporación a la "mili" para, después de licenciarse, empezar a trabajar en la hostelería y más adelante hacerse un buen profesional de la cocina, lo que le propicia la ocasión de formar parte de la plantilla de un importante hotel de nuestra localidad en donde, no ha mucho, se ha jubilado en el desempeño de jefe de partida después de más de treinta años en la misma empresa. Enrique Heredia se siente flamenco de "nativitati" por el seno familiar que lo acoge en su arribada en este mundo, y porque en el entorno urbano del mismo es en donde experimenta sus primeras vivencias.
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Muy jovencito conoce al que con el tiempo será su suegro,
Antonio Castro El Piropo, gitano del barrio que se gana la vida, en parte, con
el cante allá por los años 50, junto a los conocidos Automoto y Niño de la
Magdalena entre otros, como el tocaor Antonio El del Lunar, a la sazón padre del
gran guitarrista Juanito Serrano, inmortalizado por cierto popularmente mientras
el reloj de Las Tendillas dé las horas, y que vive hoy establecido en
"Usamérica". Las actuaciones del que va ser su familiar político, en las ventas
y lugares de encuentro de los flamencos de Córdoba, así como en los de la villa
y corte capitalina en donde también se prodigó, a Enrqiue le despiertan el
gusanillo y el deseo de probarse en el cante, por lo que se pone en disposición
de recibir las enseñanzas que El Piropo le brinda y que le van a permitir
adquirir conocimientos como para atreverse y estar a a gusto cantando por soleá.
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Su padre, que en las fiestas familiares se daba sus
"pataítas", su tío Cipriano que con la sonanta le daba le daba la réplica y su
tío don Luis, con su atesorada sapiencia, gitanos ellos entre los cabales, lo
animan para que dé el paso y se suba al escenario. Primero ante los micrófonos
de la Radio Córdoba de entonces, comprobando que el público se vuelca con él, y
después en el desaparecido, hogaño, Teatro Duque de Rivas, cuando tenía 18 años,
junto a su primo Manuel de los Reyes Heredia, guitarrista que había destacado,
según el jurado, en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba del año 65
del siglo pasado (certamen por cierto en el que el maestro granadino Manuel Cano
consiguió los máximos reconocimientos). Desde entonces, y siempre por afición,
su presencia en escenarios de peñas y lugares de citas flamencas es requerida, y
él se entrega.
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Se casó muy joven con una gitana que con el tiempo le alumbró
dos churumbeles, los cuales ya le han regalado tres nietos, también cañís, y
orgulloso en estos momentos de que la mayor de ellos esté prometida para el
desposorio. En el cante, sus maestros preferidos son Antonio Mairena y Juan Peña
El Lebrijano, pero no esquiva acordarse de otros gitanos porque él quiere
siempre acentuar que bebe de la fuente que mana de los de su raza, y
preferentemente de los procedentes de la geografía flamenca que se sitúa en los
barrios jerezanos de Santiago y San Miguel, desde la calle del Sol a la Porvera,
pasando por Doña Blanca. Contemplando el obligado desplazamiento mental a los
Puertos, acercarse a la bahía y encontrarse con sus primos los Ginetos, los de
Rosa La Papera y los asiduos de las calles de la Pelota y Santo Domingo en el
castizo barrio de Santa María, junto a las Puertas de Tierra para
"cantiñeándose", seguir por el Campo Sur gaditano hasta la caletera encrucijada
de la Viña y en su calle La Palma sentarse y escuchar a Juan Villar. Enrique
Heredia, ya lo hemos dicho, se crece en el cante por soleá, y en las bulerías se
rompe la camisa llevado por el compás de estos aires festeros. Baldomero Pardo
Torres, Venero Flamenco en Bodegas Campos
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Homenaje a Enrique Heredia |
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