LUÍS DE LA PICA
LUÍS CORTÉS BARCA, cantaor gitano, conocido mayormente con el nombre artístico de LUÍS DE LA PICA, era un cantaor y compositor flamenco nacido en el barrio de Santiago de Jerez de la Frontera (Cádiz) en el año de 1951 y fallecido a los 48 años en su pueblo natal, el año de 1999. Destacó por soleares y bulerías. Sus composiciones han sido interpretadas por artistas como Niña Pastori, Chano Domínguez o Aurora Vargas. Personaje bohemio, nunca grabó ningún disco, excepto una participación en el de los Juncales (Los Juncales de Jerez. Cayos reales). Prefería las actuaciones en directo en diversos puntos de la geografía andaluza. Amigo de Camarón de la Isla y del torero Curro Romero, su grito de guerra era ¡Viva Paula y Terremoto!. Era un personaje muy admirado y respetado dentro del mundo flamenco de Jerez, Sevilla, San Fernando...
En el cielo cantando estará
Luis de la Pica gitano cabal,
Jerez fue su cuna de grandes
maestros del cante flamenco,
siempre estará en el recuerdo
como en el cielo y en la tierra,
porque ha llevado el cante
de su buena tierra Jerezana
con mucho estilo y mucho arte.
Ocho años después de su fallecimiento se edita un libro, Luis
de la Pica. El duende taciturno, sobre su vida y obra que incluye un disco con
algunas grabaciones inéditas, obra de Alfredo Grimaldos, crítico de flamenco del
periódico El Mundo. El 14 de julio de 2007 se celebra en Jerez de la Frontera un
histórico concierto homenaje con la participación de artistas como Moraíto,
Manuel Molina, Niña Pastori, Remedios Amaya, el Farru, Maita vende Cá, Diego de
la Margara, Navajita Plateá, Anabel Valencia, Jesus Méndez, Fernando Terremoto,
Rafael de la Gabriela, Diego del Morao, Niño Jero y Manuel de Periquín, entre
otros, además de varias familias y cuadros flamencos jerezanos.
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Los Vargas, Los Monos, Los Junquera... comparten genes con
Luis de la Pica, el bohemio cantaor y compositor jerezano. Con una imagen y un
modo de vida singulares, tuvo la admiración de todos sus compañeros de
generación, incluido Camarón de la Isla. Dejó un rico legado de composiciones,
que interpretaron artistas de todos los estilos, incluidos Niña Pastori, Aurora
Vargas o Chano Domínguez. Siempre prefirió la intimidad de la reunión, así que
se prodigó poco en los escenarios y en los estudios de grabación. Participó en
discos como ‘Los juncales de Jerez. Cayos reales’. Ocho años después de su
fallecimiento, bajo el título ‘Luis de la Pica. El duende taciturno’, vio la luz
una recopilación de cantes grabados en directo entre 1989 y 1999, acompañado de
un libro escrito por Alfredo Grimaldos.
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Contenido del Libro: 126 páginas, 60 fotografías aproximadamente. Biografía con entrevistas a algunos artistas que conocieron a Luis de la Pica. El libro contiene las letras de los cantes que están en el CD, además de otras compuestas por el cantaor jerezano. También se puede encontrar información referente a la grabación como: guitarristas que le acompañan, fecha y lugares de la grabación. Contenido del CD: Recopilación de cantes por primera vez disponibles en CD. Soleares, bulerías, tangos, alegrías y fandangos
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LUÍS DE LA PICA: EL DUENDE TACITURNO
Conocí a Luís de la Pica una noche de primavera adelantada en Marbella, en un
tablao ya desparecido que se llamaba “Albero y Arte” por el que pasaron muchos
artistas en su escenario de madrugada. Era aquél un lugar hermoso y libre en la
noche ensimismada de la “ciudad de la sal”. Me lo presentó otro genio, El Chino,
que junto a otros amigos lo acompañaban ya de vuelta de la noche eterna. Y yo
estaba allí, como otras noches, aguardando el momento, ese momentito de gloria,
de goce absoluto, que los flamencos siempre estamos esperando y que tan pocas
veces aparece. Fue por los primeros años noventa, quizá cuatro años antes de que
se despidiera en silencio, que es como había vivido sus años de bohemia, de
fatigas, de soledad y de tragedia interior. Me pareció un hombre atormentado,
pero feliz, como el que nada espera de la vida, si acaso el afecto sincero de
quienes lo admiramos hasta su muerte. Todos los que allí estábamos ansiábamos
con emoción contenida que nos dijera algo. Y ya lo creo que lo dijo: Luís de la
Pica decía siempre, pero cuando lo decía envuelto en aquella tragedia permanente
la noche enmudecía y los corazones se encogían en una flor de sangre que siempre
olía a borbotones hasta embriagar el alma. Luego hubo alguna ocasión más, pero
no siempre fue igual. Era otro de sus tesoros escondidos: de él se podía esperar
todo menos la indiferencia de la emoción. De nombre Luís Cortés Barca, el alias
artístico lo heredó de su madre María la Pica. Nacido en Jerez de la Frontera en
1951 y fallecido en 1999, su trayectoria la desarrolló principalmente en su
tierra natal, en festivales y peñas flamencas. Cantaor ortodoxamente distinto,
encontraba su norte en los estilos de su tierra, sobre todo las bulerías y
soleares, aunque no hubo cante que no imprimiera con su personalidad de artista
grande y único. Si el flamenco está siempre necesitado de operaciones de rescate
histórico –la nostalgia así nunca es un error-, en el caso Luís de la Pica, que
apenas si publicó en vida, resulta aún más gozoso y acertado, por cuanto sin
esta obra, “El duende taciturno”, no hubiéramos tenido la oportunidad de
acercarnos a su personalidad artística, aquí sólo intuida. El periodista e
investigador Alfredo Grimaldos ha reunido en un libro y un CD parte de la vida
de aquel genio del cante y de la poesía flamenca. Una decena de cantes
–soleares, bulerías, tangos, alegrías, bulerías por soleá, fandangos, alegrías,
soleares y bulerías- grabados en directo entre los años 1989 y 1999, recogidos
en distintas actuaciones. En este caso, muy acertadamente, se ha sacrificado la
calidad del sonido en aras del valor de su testimonio artístico ya definitivo
por irrepetible. Y claro, de ese instante de gloria que supone y deja un regusto
de recuerdo inolvidable. Porque todos los que tuvimos la suerte de compartir
momentos y fiestas con él, de verlo actuar, recordamos su temple de torero
grande –a los que tanto admiraba-, de artista exclusivo; su personalidad gitana
su compás propio –todo fue propio en él-, su poesía de amor y muerte, de noches
blancas, de espumosas olas, de tardes de corinto, del barrio que lo vivió, de
jardines blancos y de nubes negras y flores de terciopelo. Merece la pena seguir
en ellas para escuchar a Luís de la Pica.
Escrito por: pacovargas69 el 28 Oct 2007 - URL Permanente ©Paco Vargas.
Marbella, octubre 2007
El genial cantaor de Jerez, inédito hasta ahora, era el
último romántico del cante, admirado por Camarón Cuentan en los altares del
flamenco de Jerez de la Frontera que Camarón de la Isla y Luis de la Pica se
encontraban en el bar Arco de Santiago para pasar la tarde juntos sin decirse
nada. Uno bebía leche con menta; el otro, tormentas de manzanilla. Y así se iban
demorando en la amistad, así se iban admirando en el cante, sin cruzarse una
palabra. El flamenco gesta seres extraordinarios que pasan por la vida dejando
una herencia cabal de la que sólo hay huella en la memoria, en el humo que
impregna la misa honda de los viejos tabancos, en las noches de juerga donde el
imperio del cante se desfleca, se desfonda, arde. Luis de la Pica fue miembro de
esa tribu mítica del cante en los patios hasta que murió, a los 48 años, en
1999. Sus conciertos eran una liturgia íntima donde se desenterraban las
esencias jondas. El pecho del de la Pica era una cueva suntuaria, una caverna
quebrada donde había huellas de Antonio Mairena, arañazos de Manolo Caracol. Tan
sólo se conservan un par de cantes suyos en un álbum colectivo, Juncales de
Jerez. De ahí que el periodista y crítico de flamenco de EL MUNDO, Alfredo
Grimaldos, se haya lanzado al rescate necesario de este cantaor enigmático con
un despliegue de libro, Luis de la Pica. El duende taciturno, y un disco
esencial de sus cantes recuperados entre 1989 y 1999, ambos publicados por El
Flamenco Vive. «No ha sido fácil reunir todo este material. Las grabaciones
salen de copias hechas aquí y allá que ha habido que trabajar mucho para que
conserven la esencia del arte de Luis. Y se han convertido en un documento
excepcional, en el primer disco completo de este artista», subraya Grimaldos. La
personalidad del De la Pica formaba parte de la leyenda: «Era un personaje de
pocas palabras», recuerda el autor. «Un día era extravertido, expansivo,
imparable, y al poco tiempo se refugiaba en su casa a pasar alguna de sus
crisis. Pero era un cantaor fabuloso, un tipo genial. Le escuché primero en
Madrid y después en su tierra, cuando fui a hacer un reportaje sobre la cuna del
flamenco con el fotógrafo Antonio de Benito, en 1997. Entonces quedé
impresionado con su forma sentir e interpretar el cante». Sus raíces estaban en
la tradición de Jerez: Tía Anica la Piriñaca, Tío José de Paula, Tío Borrico,
Fernando Terremoto… Prefirió siempre las calles festeras del Barrio de Santiago
antes que el magnesio de los focos. «Era un flamenco soñador, romántico,
lírico», afirma Grimaldos. Podía empalmar noches infinitas sin perder el compás.
Era una extraña leyenda caminando lento por las calles de su ciudad, donde iba
Curro Romero a buscarlo, a escuchar algunos de sus cantes con pellizco, a
dejarse salpicar por el misterio de Luis de la Pica si esa madrugada se
arrancaba con una soleá, si se vaciaba con un cuplé por bulerías. «Ése era su
palo», explica Alfredo Grimaldos. «Nadie lo ha interpretado como él». Y aquel
día el Faraón de Camas soltaba un dominó de billetes que Luis de la Pica iba
fundiendo entre los suyos, pagando en los bares rondas de una semana hasta que
volvía a casa con el jaleo sordo de su melancolía, regresaba a sus desamparos, a
su larga soledad llena de gente. Rafael de Paula, gitano mágico, era otro de sus
fieles. De hecho, el grito de guerra en las madrugadas sin fin era: «¡Viva Paula
y Terremoto!». Y dice el torero en el libro que acompaña la voz de Luis de la
Pica: «Era un bohemio natural, muy barroco: su forma peculiar de vestir, de
estar… Tenía una conjunción de tragedia y dulzura, la riqueza del mejor cante
gitano». Por las calles de Jerez hablan de Luis de la Pica como un filósofo del
flamenco. Era, sencillamente, un tipo distinto. Grimaldos lo cuenta en El duende
taciturno con las herramientas del documental cinematográfico, dando voz a los
suyos, sin diagnóstico, dejando un retrato vivo de quien tomó la vida y el
flamenco por derecho, abriendo cauces nuevos. Su voz era una fantasía adobada de
fino y de tabaco, un duende que le colgaba en la garganta. Luis de la Pica pidió
palmas y bulerías para su muerte. Y en Jerez, por no defrauda
ANTONIO LUCAS, 2007- EL MUNDO
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Homenaje a
Luis de la Pica |
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