PEPE EL CULATA
JOSÉ BERMÚDEZ VEGA, cantaor gitano, se le ha conocido siempre con el nombre artístico de PEPE EL CULATA, nació en Sevilla en el año de 1911, y murió en Madrid en el año 1978. De su barrio de Triana aprendió los más puros cantes, dándoles un prefecto y grandioso arte, no siendo reconocido en su verdadera formas de un gran cantaor como se lo ha merecido, Su cante se alimenta de los Puya, sus antepasados, y las escuelas de Manolo Caracol, Manuel Torre y la casa de los Pavones.
Su barrio de Triana sevillano
donde le vieron nace,
lo recuerdan y lo quieren
Porque ser un gran cantaor,
desde la cabeza hasta los pies,
grande entre los grandes
Sevilla si que lo sabe.
Se vino a Madrid donde actuó en los mejores teatros de la capital, como en teatro Calderón y el famoso Circo Price, siempre acompañado con los más grandes cantaores de su época, recorrió toda la geografía española con grandes compañías, acompañado de grandes guitarristas y cantaores, grabo discos de mucho valor por su arte inconfundible, fue muy querido entre la buena afición que supo reconocer su arte.
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Esencias
trianeras
Publican uno de los últimos registros
sonoros de Pepe el Culata, un nombre clave en la historia del flamenco trianero,
de cuya desaparición se cumplen 30 años
Nació Pepe el Culata (Sevilla, 1911-Madrid, 1978), del que ahora se cumplen diez
años de su muerte; nació, como digo, para el arte flamenco, en plena edad dorada
de las troupes, en la Ópera Flamenca, al ganar un premio por fandangos en el
famoso concurso del Price, ese al que se presentó también Pericón de Cádiz, y
que ganó otro señero hijo de este lado del Guadalquivir, Chiquito de Triana. A
raíz de este éxito, El Culata conoció el duro ir y venir de las troupes de
artistas, con la que se organizó a raíz del premio. Pero más duro fue lo que
vino después. Porque la guerra civil le pilló de gira en Jaén. Así que, cuando
acabó la contienda, se refugió en la Alameda, en el cante para los señoritos,
para, al final de su carrera, ser una de las voces señeras, maestras, de aquel
mítico tablao Zambra, en donde alternó con el propio Pericón, Varea, Bernardo,
El Gallina, Rosa Durán... y la nueva generación cantaora, que de ellos bebiera,
Morente, Menese y Miguel Vargas. En esta época realizó su fundamental
contribución discográfica, y a ella pertenece el disco que ahora reedita
Universal, acompañado por Melchor de Marchena a la guitarra. Fundamental porque
algunos estilos pasan al canon flamenco en la forma que les confirió El Culata,
y que aquí podemos comprobar de primera mano, tal como los aprendió de sus
creadores. Me refiero a los martinetes trianeros, las soleares de la Roezna y la
excepcional soleá por bulería de la Moreno. No hay toque más airoso por soleá
que el de Melchor de Marchena, por la solemnidad y profundidad que da a su
música, como podemos comprobar en los estilos de Joaquín el de la Paula de
Alcalá, El Mellizo de Cádiz y Frijones de Jerez que interpreta el Culata en esta
obra. Por su parte, la voz es solemne, íntima, reservada, casi en un hilo. Y, al
mismo tiempo, es capaz de expresar una paleta de colores asombrosa. Como de lo
mínimo, una vez más, de las mínimas condiciones físicas, el flamenco extrae lo
máximo en expresión. En tanto que descendiente de una mítica familia fragüera
como los Puya, se considera a Pepe el Culata como uno de los más acreditados
intérpretes del martinete trianero, tal y como lo presenta en esta obra. Otro
estilo libre de acompañamiento, salvo el de la marcha procesional, que El Culata
ejecuta por seguiriyas, es la tradicional saeta flamenca de la semana santa
sevillana, aquí incluida. Por seguiriyas también muestra la variedad de su
repertorio con estilos jerezanos (Manuel Molina), gaditanos (Francisco La
Perla), etcétera. El fraseo, impoluto, el sentido, recto. No podían faltar en
esta obra los fandangos, el estilo que le valió el premio en el concurso del
Price: un cante vigoroso y sutil. Su gusto y filiación chaconiana afloran en
todo su esplendor en el cante por cartageneras, en que Melchor ofrece una
acompañamiento valiente, afinado y luminoso, pleno de ritmo, pese al estilo ad
libitum del palo; tan luminoso como el propio cante de El Culata, preñado del
sabor mineral de las sierras cartageneras. El Culata abre el cante por taranto
para lanzarse luego hacia la cartagenera de Chacón, llamada cartagenera chica,
secundado por un toque lleno de detalles y sentido. En la misma onda de la
escuela chaconiana, nos encontramos con un cante por peteneras, mecido, suave,
radical en su liviandad, pues, no en vano, estamos ante dos intérpretes
monumentales, dos maestros en la plenitud de su arte. Esta interpretación, como
cualquier otra del disco, rebela al flamenco como un arte de composición, de
feliz articulación de los distintos elementos melódicos y rítmicos de este arte,
más o menos limitados.
Actualizado 30.07.2008, diariodesevilla.es
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Autor: José María Ruiz Fuentes |
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