PACO EL DE LA PETACA
Me llamo FRANCISCO GUTIÉRREZ
DÁVILA. Nací en Miajadas, provincia de Cáceres, en 1942, por tanto estoy a punto
de cumplir 65 años si Dios quiere. La mayor parte de mi vida la he pasado en
Madrid y en Sevilla. De Extremadura salí con cuatro años de edad y no volvía a
vivir allí. En mi casa, desde chico, pude escuchar muy buenos y puros cantes, ya
que mi padre era un aficionado y aunque solo apuntaba algunas bulerías por
soleá, no cantaba, pero tenía una buena colección de cantes antiguos
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Los orígenes de mi familia
están en la oscuridad, pues de mi bisabuela para atrás no he podido indagar,
puesto que se quemaron los archivos del juzgado y los de la parroquia de
Santiago donde me bautizaron. Estas dos fuentes habrían sido, de existir, una
vía para arrojar luz sobre mi pasado familiar. La única referencia que tenemos
es que cuando mi padre murió, en un cajón de doble fondo descubrí algunas
viejísimas fotografías de varias madrinas de guerra que tuvo y, con toda
seguridad, no quería que mi madre las viera. Pero lo que fue un hallazgo
excepcional es una foto más antigua todavía, de esas que llamaban daguerrotipos,
de quien creemos que sería mi tatarabuela. Y tanto la cara como el aspecto y la
vestimenta, dejan ver que se trataba de una señora gitana. A mi abuelo, le
llamaban Tío Mateo Colorao, y me contaron que tenía las mejores mulas de
Extremadura; tanto que venían señores de Sevilla, de Madrid, y otros lugares, a
comprar las mulas de Mateo para sus coches de caballos. Y poco más puedo
contarte de mi pasado familiar, aunque tengo en lo hondo de mi corazón un eco de
atracción hacia Triana. Y los cantes viejos trianeros, tanto por soleá como por
siguiriya, puedo decirte que me brotan solos, como si estuvieran ahí, en la masa
de la sangre. Y mira lo que es el destino: A los 21 años, un año después de
casarme, me trasladé a Sevilla por cuestión de mi trabajo. Aquello fue como
encontrarme con algo que era mío. En aquel tiempo tuve la gloria de conocer a
Tío Juan Talega, a quien visité en su casa de Dos Hermanas varias veces, y quien
siempre me invitaba, pues nada más llegar, le decía a su nieta: Niña, prepara
una jarra de limoná pa este hombre y pa mí. También pude recoger algún matiz de
los cantes de Manolito el de María y, sobre todo, de Enrique, el hijo de Joaquín
el de la Paula. También conocí a Antonio Mairena y a muy buenos aficionados
maireneros como Tío Manuel Crespo y Tío Eulogio Coquilla.
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Tuve también amistad con la
Fernanda en Utrera, y una relación muy fructífera con Tía Anica la Piriñaca de
Jerez, a quien visité muchas veces en su pequeña habitación de la calle de la
Sangre en Jerez, y de quien recogí cantes de Tío José de Paula, así como algunas
formas de bulerías. De estas fuentes he podido beber, amigo José María, como
ves, todas son fuentes gitanas, aunque yo no puedo considerarme gitano, tras
varias generaciones de payos en mi familia, pero sí que siento el cante gitano
en el corazón. Y no te podría decir cómo ni de qué manera, pero han venido estos
dos cantes que te envío, de ese lugar misterioso de donde viene la inspiración y
los duendes. Yo los he expresado como los siento. Quisiera decirte humildemente,
que aunque estos dos cantes nuevos por soleá, han nacido en estos últimos años,
y se han ido cuajando en el horno del corazón, no se puede decir que sean cantes
modernos. No lo recuerdo bien, no sé si fue Tío Juan Talega, ese pozo de
sabiduría cantaora, o algún otro viejo cantaor gitano, el que me dijo una vez:
Se equivocan los que quieren llevá ar cante por las ramas. Er cante hay que
jacerlo ajondando pa las raíces. Porque las ramas se acaban pronto y er viento
las quiebra; pero las raíces no tienen fondo.
Esta frase tan llena de sabiduría la he tenido y la tengo guardada dentro. Lo
que el gran maestro me comunicó, es que no hay evolución posible en los cantes
hacia las ramas, ni mezclándolos con otras cosas. Que la única forma de
encontrar vetas nuevas es “pa lo jondo”. Mi sentir sería el que expresa esta
vieja letra de soleá:
A las raíces me agarro
Que están debajo e la tierra
A las ramitas no quiero
Viene el aire y me las quiebra.
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Estos dos cantes míos por
soleá, que como te dije, creo que hace unos 70 años que nadie ha creado nada por
soleá, son, el primero, de temple y mecido y el segundo como una flecha
valiente. Los dos están registrados como “Soleares de Paco el de la Petaca”, en
el registro de la Propiedad Intelectual de Madrid; ya que hasta el momento no he
tenido la oportunidad de grabarlos, ni creo que tenga posibilidad de hacerlo,
pues teniendo en cuenta los gustos actuales, no creo que ninguna discográfica
comercial pueda estar interesada en editarlos. Son una grabación hecha para el
registro, con limitados medios de grabación, y con Salva del Real, a la
guitarra, y en la Peña La Soleá, de Marchamalo.
Es para mí un placer, el que seas tú, José María, quien los dé a conocer en tu
página que tan buena labor está haciendo por la pureza del cante. A ti te los
dedico con mucho afecto.
Muchas gracias por tu atención. Como creo que te he dicho antes, hubo un tiempo
en que fumaba cuatro paquetes de tabaco al día. Gracias a Dios que me ha ayudado
a dejarlo, y gracias a eso, aun puedo seguir diciendo los cantes. Pero por el
motivo de fumar tanto, y además que tengo una petaca de plata en el bolsillo, y
sobre ella me hago son al cantar, alguien tuvo la ocurrencia de ponerme este
mote. Un abrazo. Paco el de la Petaca.
Lo que no se puede aprender en los libros
No sabemos cómo ocurrió el milagro. Quizá, aquel joven mocito, Joaquín el de la
Paula, cuando bajaba de las cuevas del Castillo a su pueblo, Alcalá de Guadaira,
veía mecerse las flores junto al camino y cantiñeando, le dio a su cante la
cadencia del viento meciendo las flores. El caso es que en su primer cante,
aparece ese mecerse como se mecen las imágenes en Semana Santa, que se llama
cadencia y va más allá del compás. Este cante, como yo imagino que debía ser,
después de escuchar a Tío Juan Talega, a Manolito el de María y a su hijo
Enrique, lo he hecho con la letra:
Tengo yo en mi corazón / Dos escaleras de vidrio/ Por una suben las penas/ por
otra baja el alivio.
El segundo cante que te mando, José María, es el de cambio de La Sarneta. Y es,
ni más ni menos que una maldición gitanísima:
Al arrevolver/tantas plumas tiene un gallo/tantas puñalaítas te den.
Y el tercer cante es también de Alcalá pero un estilo totalmente distinto del
primero de Joaquín. Es un cante de La Roezna, una gitana cantaora genial que era
guisandera y le llevaba la comida a los esquiladores de ovejas o jornaleros
contratada por los dueños de las fincas o los rebaños. Dice así:
Hijita de mala mare/Criaíta en malas tripas/ revuelta en malos pañales.
Me contó un viejo maestro cantaor de Mairena que la Roezna compraría los apaños
del cocido a algún carnicero, y rebañaría la pobre lo que pudiera para dar de
comer a sus chorreles, y luego al señor o la señora que la contraban les decía
cantando:
Ay, qué tío más mezquino/mira lo que me ha endiñao/por medio onza de tocino.
Para hacer estos cantes es imprscindible beber de las fuentes puras de estos
cantaores y empapado de ese espíritu, tratar de expresarlos.
Paco el de la Petaca".
VIDEO |
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AUDIO |
guitarrista Salva del Real duración 3:47 |
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Datos biográficos cedidos y enviados por mi gran amigo y excelente cantaor con mucha sabiduría Paco el de la Petaca |
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