JOSÉ
SEBASTIÁN RODRÍGUEZ, cantaor de flamenco, más conocido en este mundo de la
historia del arte del cante flamenco con el nombre artístico de FARINA DE LA
ISLA, nació en San Fernando (Cádiz) en el año de 1932, murió el día 20 de
noviembre del año 2022, a los 90 años de edad, uno de los decanos del cante
flamenco de San Fernando, dueño de un arte innato y garante de los cantes
arcaicos de La Isla. Vivió una de las mejores etapas del flamenco isleño, en la
que convivió con figuras de los años 50 y 60 de la talla de los míticos Beni de
Cádiz, el Cojo Farina, el Chato de La Isla, Manuel Monje o el propio Camarón.
fallada del mesón
Venta Vargas de San Fernando
iglesia Mayor en el pueblo
de San Fernando
A diferencia de ellos, Farina nunca dejó La Isla ni fue a probar suerte a los
tablaos del Madrid y del resto de España, lo que sin duda mermó sus
posibilidades como artista. Centró su carrera en su ciudad, donde llegó a actuar
en la mítica Venta Vargas y en el propio Real Teatro de las Cortes con apenas 15
años, y en las actuaciones que hizo por el resto de la provincia de Cádiz,
siempre cerca de su madre a la que nunca quiso dejar. Pese a todo, este cantaor
siempre paseó y sigue paseando su arte en estado puro, sus cantes señeros de La
Isla y sus letrillas de cosecha propia, que se recogieron en un CD que iba
vendiendo por las calles de su tierra.
El pasado mes de mayo en el Centro de Congresos acogió un acto de homenaje
puesto en marcha gracias a la colaboración del Ayuntamiento de San Fernando y la
Asociación Cultural Flamenca La Fragua. El reconocimiento contó con la actuación
de una docena de artistas de La Isla, cantaores y cantaoras, así como
guitarristas, y en él intervinieron también miembros de La Fragua para poner en
valor la relevancia de este artista que es toda una seña viva del flamenco
isleño.
Farina de La Isla, sobrenombre que le pusieron porque su cante emulaba a ese
gran cantaor de Salamanca, a ese gitano que bordaba los fandangos y los remataba
con multitud de requiebros y melismas. Pues nuestro Farina, el de aquí, es
bueno, educado, servicial y su cante es puro, claro como el agua de los arroyos,
sin impurezas.
Perteneciente a esa generación mítica de La Isla, donde el flamenco de cabales
era una profesión y donde los parroquianos exigían un cante con la media
botella, un fandango para irse contentos a casa o unas bulerías para chocar los
nudillos con la mesa de madera. Sebastián Rodríguez, que así es su nombre,
convivió con los mitos del flamenco de los años 50 y 60, solo que él no llegó.
Él nunca quiso irse, quizás el amor a su madre siempre se lo impidió. No pudo
realizarse como artista, pero los de aquí, nosotros los cañaíllas, seguimos
considerándolo uno de los cantaores señeros de La Isla.
Farina,
nuestro Sebastián, guarda en su memoria miles de cantes arcaicos de La Isla, que
sería una lástima que se perdieran y que es seña viva de nuestro flamenco. Y
esos momentos que pasó en las juergas flamencas, esas vivencias, ¿quién se los
quita a Farina? Seguramente es la envidia de todos nosotros, haber convivido con
tanto cante, tanto toque y tanto baile.
Pero
Sebastián es arte, arte en estado puro. Hablar con él es disfrutar de su ingenio
y de su ingenuidad. Cuenta su vida con una sonrisa y recuerda sus momentos de
cuando bebía. De cuando trabajó de peón de albañil y le mandaron tapiar un
trastero. Rápido hizo su trabajo y a la perfección. Solo un problema, el trabajo
lo hizo por dentro y no pudo salir. Tuvo que derrumbarlo. Farina, genio y
figura.