MARÍA ANTONIA “LA CARAMBA”
MARÍA ANTONIA VALLEJO FERNÁNDEZ, tonadillera, actriz cómica y cantante española que destacó en el género de la tonadilla, más conocida en la historia del arte de la canción con el nombre artístico de LA CARAMBA, nació en Motril (Granada), el día 9 de marzo del año de 1751, y murió en Madrid, el 10 de junio de 1787, desde muy jóven viajó a Madrid donde llegaría a hacerse muy popular influyendo en la moda (forma de vestir moverse, cantar) fundiendo la estética de las majas y las señoras. Al final de una licenciosa vida dentro y fuera de los escenarios, se hizo beata y dedicó su vejez a obras de caridad.
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Hija de Bernardo Vallejo y María Manuela Fernández, abandonó el hogar familiar
para dedicarse al mundo del espectáculo y en 1776 se trasladó a Madrid. Debutó
en la Pascua de ese año en el Coliseo de la Cruz con la compañía de Manuel
Martínez. Uno de sus primeros trabajos importantes lo consiguió como
sobresaliente de música (o de 'cantado') sustituyendo a María Mayor Ordóñez «La
Mayora». Intérprete tanto de coplas como de arias italianas, pronto empezó a
destacar en la puesta en escena de castizos sainetes y tonadillas, complementos
teatrales que ocupaban los intermedios de las representaciones y gozaban del
fervor popular.
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Formó pareja en los pasajes cómicos con Miguel Garrido, uno de los más
singulares ‘graciosos’ de la época. A su gracia como cantante se sumó su
seductora ejecución del fandango, aire al que imprimió tal personalidad, que
puso de moda el concepto de “carambear” como sinónimo de “bailar el fandango”.
«La Caramba» ascendió al título de ‘graciosa’ de música en 1779, en la cúspide
de su popularidad, desafiando la vigilancia de la censura inquisitorial gracias
a sus buenas relaciones entre algunos personajes en el poder. A pesar de ello,
en 1780 fue denunciada junto a Pablo Esteve (maestro de música) por dos de las
grandes duquesas de la época: la de Benavente y la de Alba, por ridiculizar a
ambas en el contexto de un tonadilla como astutas seductoras en los círculos
madrileños de nobles y toreros.
María Antonia no tuvo ningún pudor en 'colgarle el muerto' (como único culpable) al compositor, el maestro Esteve, que fue a dar con sus huesos en la cárcel del reino. Otro episodio referido por los contemporáneos de la diva fue su supuesto enamoramiento de un joven de sangre francesa, Agustín Sauminque Bedó, que aspiraba a hacerla su esposa y retirarla de la farándula. El 10 de marzo de 1781 se casaron. El matrimonio fue un fiasco, y poco más de un mes después, el 15 de abril «La Caramba» volvió a subir al escenario del teatro del Príncipe, para deleite del pueblo madrileño. Como en un proyecto publicitario digno del siglo XXI, la desaparición y el regreso de «La Caramba» se convirtieron en temas de tonadillas de éxito: Garrido, de luto por «La Caramba», La venida de María Antonia, o aquella otra, quizá la más popular, en la que describía a "un señorito muy petimetre" y cuya letra decía así:nota
Un señorito muy petimetre,Se entró en mi casa cierta mañana. Y así me dijo al primer envite: “Oiga usted: ¿quiere ser mi pareja?” Yo le respondí con mi sonete, Con ni canto, ni baile y soflama: ¡Que chusco es usted, señorito! Usted quiere… ¡Caramba! ¡Caramba! ¡Que si quieres, quieres, ea! Vaya, vaya, vaya! Me volvió a decir muy tierno y fino: María Antonia, no seas tirana Mira niña, que te amo y te adoro, Y tendrás las pesetas a manta. Yo, le respondí con mi sonete, Con mi canto, mi baile y soflama: Que porfiado es usted, señorito! Usted quiere…¡Caramba! ¡Caramba!
De 1783 se han anotado sus éxitos con La malicia del terno, La maja y el andaluz, La entrada en la cazuela, La ama de llaves y el chusco o La desdicha de las tonadillas, representaciones en las que María Antonia llegó a compartir las tablas con la actriz trágica más famosa de esa época, María del Rosario Fernández La Tirana. Sin conocerse la razón, al año siguiente (1784), María Antonia Vallejo «La Caramba», se despidió de los escenarios compartiendo la caída del telón de la mano de su habitual compañero en las tablas, el cómico Miguel Garrido. Hay confusas noticias de que entró en un convento de Capuchinos de san Francisco en el mismo Paseo del Prado de Madrid, que durante años fuera su 'pasarela de moda'. Marchitándose en pocos años, murió el 10 de junio de 1787, dejando como herederos a su madre y su empresario, el 'autor' Manuel Martínez.
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