SANDRA ORTEGA

SANDRA ORTEGA, bailarina y coreógrafa, más conocida en el mundo del arte de la historia de la danza clásica con su propio nombre artístico de SANDRA ORTEGA, nació en Sevilla, se forma en danza clásica y contemporánea en el Conservatorio Profesional de Sevilla y en la escuela superior de P.A.R.T.S. (Bruselas). Combina la creación de varias obras propias con su participación en trabajos escénicos de coreógrafos belgas como Anne Teresa de Keersmaeker/Cia. Rosas, Les Ballets C de la B, Kris Verdonck/Two Dogs Company o Johanne Saunier/Joji Inc.

Colabora con la cineasta Charlotte Ginsborg en Londres y con Inmaculada Jiménez/Cía. Proyecto Uno en Sevilla. Se une a la compañía Rosas con motivo de la reposición de varias piezas de repertorio y continua su colaboración con la compañía belga en posteriores creaciones durante más de una década. Actualmente, reside en Sevilla, donde trabaja como profesora de danza y del Método Feldenkrais, como intérprete para la Cia. Dos Proposiciones Danza Teatro, y como colaboradora con la Cia. Brotha From Another Motha.

Seifeddine Manai, interprete y coreógrafo de origen tunecino, descubre de manera temprana el universo de la danza. Tras realizar sus estudios con la Compañía Sybel Ballet Theatre y formar parte del Joven Ballet Nacional de Túnez se establece en Francia para continuar su formación en la Escuela Superior de Danza Contemporánea de Angers (ACCN)

Comienza a trabajar como interprete para la Compañía Osmosis Physical Dance Theater y durante años enriquece su carrera como artista con encuentros con coreógrafos franceses y europeos. Durante esos años, combina la danza y su pasión por el mundo del cine, participando y dirigiendo varios largometrajes. En 2011 funda la Compañía Brotha From Another Motha con la que colabora en diversos proyectos pedagógicos y escénicos con instituciones y compañías en Europa y África.

Aunque a lo largo de su abrumadora trayectoria Sandra Ortega haya cautivado a primeras figuras y formado parte de las compañías más prestigiosas del mundo, la sevillana habla del momento en que empezó a bailar como un hecho azaroso, un gesto fortuito del destino. “Fue por casualidad. A los cuatro años me aconsejaron que hiciera algo de deporte y tenía una amiga de la misma edad que iba a clases de danza”, recuerda la intérprete. Aún no lo sabía, pero aquella niña “cuyo cuerpo le pedía movimiento, y a la que le gustaba inventarse historias” hallaba un modo de sentir el latido de lo humano, de hablar con los dioses.

En los comienzos, años en los que pasó por el estudio de Mario Maya o el Conservatorio de Danza de Sevilla y tuvo a José Palacios e Inmaculada Jiménez como maestros, Ortega asombraba a todos con una energía y una intuición inesperadas. Tenía esa incandescencia que gastan los virtuosos. “Iba pasando de curso porque se me daba bien, al parecer; porque me gustaba la rigurosidad, resolver problemas a un nivel físico”, continúa rememorando. El carisma de la joven no entendía de fronteras, y apenas cumplida la mayoría de edad fue admitida en la reconocida escuela P.A.R.T.S. de Bruselas. Era un cuerpo celeste llamado a brillar en una galaxia inalcanzable, algo parecido al Olimpo: la esperaban Les Ballets C de la B, y más tarde la compañía Rosas de la reina Anne Teresa De Keersmaeker.