ENRIQUE EL
COJO
ENRIQUE JIMÉNEZ MENDOZA, bailaor payo, conocido mundialmente con el nombre artístico de ENRIQUE EL COJO, por padecer una cojera en su pierna izquierda, nació en Cáceres el 31 de marzo del año de 1912, y murió en Sevilla en el año de 1985, hijo de Enrique Jiménez Ávalos, y Julia Mendoza Espino. A los tres años sus padres se trasladaron a Sevilla, y el cabeza de familia comenzó a trabajar en una cervecería de la popular calle de Sierpes. Desde muy niño comenzó a sentir la llamada del baile, pese a que su familia no veía con buenos ojos esa afición. Cuando contaba la edad de ocho años sufrió un tumor en la pierna izquierda que los muchos médicos que le observaron no lograron sanar. Por indicación de su madre se aplicó un ungüento conocido como el purgante de la calle Relator, por venderse en una botica de esa calle Sevillana. Poco a poco sanó la calentura, pero su cuerpo quedó contrahecho y en sus andares permaneció la cojera.
Nace para bailar siendo el mejor,
su defecto no impide para nada
porque le brota de sus piernas
un manantial de pura grandeza,
Llenando todo su cuerpo de Arte,
siendo en el tablao el más grande
transmitir a la afición el compás,
de los maestros incomparables
enseñando a sus alumnos el baile.
Aunque intentó trabajar como fotógrafo y como enfermero, su
pasión por el baile fue superior a la contrariedad física, y pronto se dio a
conocer en fiestas y ferias, tanto que su fama fue creciendo y comenzó a tener
propuestas de alumnos. Instaló su primera escuela de baile en la calle del
Peral, y poco después en la del Espíritu Santo, que sigue funcionando regentada
por la hija de su sobrino Enrique, María del Carmen García. De sus enseñanzas
han bebido actuales figuras del baile flamenco, como Manuela Vargas, Lola Flores
o Cristina Hoyos. También gente de tronío, como la duquesa Cayetana de Alba, que
quedó impresionada de su maestro y que se interesaba asiduamente por él.
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El 'bailaor' Enrique el Cojo fue enterrado ayer en el
cementerio sevillano de San Fernando Superó las deformidades físicas y fue
maestro de figuras del baile flamenco Sevilla Los restos mortales del bailaor
Enrique Jiménez Mendoza, conocido como Enrique el Cojo, fueron inhumados ayer en
un cementerio de Sevilla. Falleció en su domicilio la tarde del viernes como
consecuencia de una trombosis cerebral. Había sido ingresado en un hospital
pasado día 18. Maestro de Mañuela Vargas y Lola Flores, entre otras, poseía
varias distinciones honoríficas, y participó, junto con Plácido Domingo y Rulero
Raimondi, en la película Carmen dirigida por Francesco Rosi Enrique el Cojo
cumpliría hoy 73 años. El día 18 fue ingresado en el hospital Universitario de
Sevilla al habérsele reproducido una trombosis cerebral que ya padeciera hace 10
meses. Por entonces se recuperaba de una hemiplejía que le mantenía apartado de
sus clases en la academia que había fundado y por la que es mundialmente
conocido. El afamado bailaor había pedido el pasado martes ser trasladado a su
domicilio, donde vivía con su hermana Julia, porque era allí donde deseaba
fallecer. Entre otras personalidades y amigos, ayer visitó su domicilio el
ministro de Cultura, Javier Solana. Después de una misa de cuerpo presente
celebrada en la parroquia de San Andrés, sus restos fueron inhumados en el
cementerio de San Fernando de Sevilla.
Enrique el Cojo, en una de sus actuaciones |
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Enrique Jiménez Mendoza es quizá el único cojo que ha llegado
no sólo a figura, sino a maestro del baile. En los últimos 53 años han pasado
por su academia de la calle del Espíritu Santo de Sevilla casi todas las figuras
del baile en busca de una perfección, un remate a su arte que sólo este hombre
podía darles. Pero él se queda con los autodidactos, y admira a quienes, como
Manuela Vargas, Lola Flores o él mismo, no reflejan en su baile maneras
académicas. Enrique, El Cojo, es personaje en Sevilla. Son 72 años en el mundo,
69 en la ciudad, 64 en el baile, 53 en la academia, dando clases lo mismo a
Cristina Hoyos, que a Cayetana, duquesa de Alba, que a la japonesa Aichi
Kasouwa, ganadora en 1983 del concurso que anualmente organiza el ayuntamiento.
El hecho de que una japonesa ganara aquel concurso maravilló a muchos: "¿Y eso
cómo es?", "No, es que ha estudiado en la academia de Enrique El Cojo", "Ah,
bueno...". En Sevilla nadie se ha extrañado de que se le concediera la medalla
de Bellas Artes, del Ministerio de Cultura. Más bien se ha pensado que ese
reconocimiento ha llegado muy tarde.
Recuerdos de Sevilla
Enrique, El Cojo, no abomina de su apodo. Más bien le agrada.
Lo arrastra desde que sufrió una parálisis infantil cuando era muy niño, cuando
era el hijo pobre de unos cacereños que habían emigrado a Sevilla en busca de
una mejor vida. El mismo es cacereño, pero sus más antiguos recuerdos son de
Sevilla, de la calle de la Feria, donde entonces y ahora se instala los jueves
un mercadillo de antiguo y los restantes días de la semana se consumen en la
rutina castiza propia del barrio de la Macarena. Muy niño todavía sufrió una
parálisis, de la que quedó como consecuencia un cuerpo pequeño, ligeramente
contrahecho, y una ostensible cojera. Eso no le impidió bailar, y bailar bien.
Quizá su fuerte sea el movimiento de los brazos, el dominio con ellos del
espacio, el dibujo de arabescos según un concepto personal y artístico de la
geometría, muy a la cuerda de la Tía Juana de Jerez. Pero aunque ese sea su
fuerte, aunque se le pueda reconocer en los brazos de las principales bailaoras,
también sabe moverse, y taconear, y darles una gracia imposible a los
movimientos de su cuerpo corto, rechoncho y cojitranco. "El baile sale de lo
profundo de uno, y da lo mismo dónde se exprese, porque su expresión es válida
siempre que uno lo deje brotar". Y Enrique, El Cojo, ha dejado brotar el baile
durante años con tal arte que por su academia de Espíritu Santo, 22, ha pasado
casi todo el mundo que ahora es algo en el baile. Y además de profesionales o
aspirantes a ello han pasado por allí personajes como Cayetana de Alba (¡qué
buenas condiciones tiene esa mujer y qué bien aprende!) y extranjeros venidos de
los lugares más extraños en busca de la difícil técnica del baile flamenco o de
la Sevillana. Se confiesa sorprendido por la sensibilidad de los japoneses
("lloran cuando bailan"), tanto como de la tenacidad de los británicos de la
intuición de los italianos. Pero, a pesar de los 53 años que lleva impartiendo
clases y del orgullo que vuelca al hablar de sus alumnos, así como del inmenso
respeto que inspira entre ellos, confiesa sin rubor que nunca disfruta tanto
como cuando ve un baile diferente, sin aroma de academia; un baile personal,
"salido de dentro, hecho por sí mismo, como el de Lola Flores, el de Manuela
Vargas, el de tantas otras". Con 72 años se repone de una hemiplejía que le
tiene apartado de las clases. Una jovencísima sobrina-nieta, Mari Carmen García,
le sustituye al frente de la academia, mientras él consume sus días entre
visitas al café Tropical, paseos por la calle de Amor de Dios y largas horas en
casa en compañía de su hermana. Volverá a bailar, pero mientras ese día llega se
le puede admirar por su participación en la película Carmen, de Francesco Rossi.
El suyo no es un papel tan largo como el de Plácido Domingo o el de Ruggero
Raimondi, pero no es menos importante. Con él está el baile.
ALFREDO RELAÑO - Sevilla - 05/11/1984
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Viaje a otra noción del arte en compañía de
Enrique El Cojo
Una treintena de creadores participan en
el mercadillo de Feria en 'Intervenciones en Jueves', que este año dedica un
'deshomenaje' al bailaor y a Estrellita Castro
Cuando ayer por la mañana los vendedores del Mercadillo del
Jueves empezaban a ensamblar sus puestos, lo hacían con cierta mueca de
incredulidad: mientras ellos colocaban sus mercancías, el artista Álex Peña
desenrollaba 1.500 metros cuadrados de moqueta por los alrededores a modo de
alfombra de gala. "¿Quién viene hoy, el Rey?", curioseaba uno de los
comerciantes, fantaseando con la improbable visita de una celebridad entre tanto
cachivache y producto de segunda mano. ¿Se interesaría el monarca por la versión
en VHS de Mentes peligrosas o se detendría a calibrar el surtido de cerraduras
que ofrecen en el quiosco colindante? Pronto, sin embargo, la lógica se impone: esta pompa responde a las
Intervenciones en Jueves, una iniciativa que vuelve a celebrarse por tercer año
consecutivo. Álex Peña y Celia Macías la crearon como una propuesta cultural que
quería "acercar los conceptos de barrio, comercio tradicional y arte
contemporáneo", insertando proyectos de artistas en este zoco con el propósito
de "cambiar la noción de arte como expresión de elite frente a una idea más
popular y cercana". Esta revisión de la cultura marca ya el título de esta
edición, El deshomenaje a Estrellita Castro y Enrique El Cojo. "Lo de
deshomenaje es porque a Estrellita Castro le iban a poner una estatua y una
placa, pero aquella historia no salió adelante", explica Álex Peña sobre el
nombre. La expresión deshomenaje suena menos solemne, menos institucional.
"Nosotros no somos ni flamencólogos, ni especialistas", añade Peña mientras a un
lado el centro de operaciones de Intervenciones en Jueves distribuye inesperados
souvenirs. Entre ellos una cámara de juguete que esconde en sus entrañas
imágenes del mercadillo firmadas por Concha Laverán, Maite Tirado, Víctor Gracia
y María Cañas. O una vistosa corona dorada que ha diseñado David López Panea.
Por los rincones suena la "música de saldo" con la que Fran Torres combate el griterío del mercadillo. Mientras, parece
una evidencia que Enrique El Cojo sigue vivo en el corazón del barrio. O al
menos, alguien guarda un asombroso parecido con él. Es Serafín Zapico, que se
pasea ataviado como el bailaor y ejerce de guía por el maremágnum del jueves.
Una treintena de artistas reinterpreta a Estrellita Castro, se sumerge en la
idiosincrasia de la calle Feria o en el alma de la sevillanía. Irene Mala, que
ha vendido ahora una obra a una galería de Los Ángeles, coloca a un nazareno
cantando por alegrías en uno de los vídeos de Flamenco desexpresionado. Antonio
Hermán recrea a través de su pintura, en Marcadas para marcar, a "esas señoras
de barrio" que pululan por la zona. Hermán ha creado, también, un sofá
Estrellita con el rostro de la cantante plasmado en acrílico. Cerca de esta
pieza, hay otra sorpresa en el mobiliario urbano: la instalación de Eva Toro
Ánimo, valiente, arriba con ella, en la que los acordes de una marcha
procesional salen de una tienda de campaña de cartón, cercada por zapatillas de
cuadros. El grupo Pony Bravo, que ha publicado su single El miedo a nada
(Monterrey), ensaya acordes de una copla que va a interpretar en la Plaza
Churruca, en el solar que fue la casa de Estrellita Castro y junto a un coche
tuneado para la ocasión. Javi y Pablo, integrantes de la banda, han descubierto
en estos días el atractivo de la copla. "Tiene una rítmica que no conocíamos y
las letras son de una densidad importante. Está muy cerca de cómo concebimos el
rock", aseguran. Entretanto, López Panea, con la cabeza cubierta por una
corona, revoluciona al personal en la calle Feria. Al final, pensaría el
vendedor, sonrió la fortuna: como había imaginado en las primeras horas de la
mañana, una comitiva real pisó la alfombra
Braulio Ortiz / SEVILLA | Actualizado 07.03.2008
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Datos recopilados de prensas y fuentes Históricas, poema de José Maria Ruiz Fuentes |
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