LUISILLO
LUÍS PÉREZ DÁVILA, bailarín gitano coreógrafo, y empresario flamenco, conocido mundialmente como LUISILLO, nació en Ciudad de México en 1928 y murió en Madrid el 15 de noviembre de 2007. Empezó a estudiar en una academia de ballet de su mismo edificio. Su carrera fue precoz. Con 14 años ya sustituía a su maestro en las clases de ballet y montaba algunos divertimentos de óperas, pero el trampolín profesional fue el cabaré Habana Madrid donde le vio bailar Carmen Amaya y le contrató para la compañía. Estuvo con ella cuatro años, hasta que formó pareja artística con su compañera Teresa, con la que concluyó cinco años después, si bien, la admiración hacia la capitana, le llevó en 1997 a crear una pieza en su honor que llamó La Leyenda de Carmen Amaya. Entre las curiosidades de la biografía de Luis Pérez Dávila está el haber sido contratado para hacer una obra, El Convite, sobre Ceferino Jiménez Maya, el primer santo gitano, que se estrenaría en la sala Clemantina del Vaticano, con Pablo VI de espectador. En sus espectáculos han intervenido las mejores figuras actuales como Lola Greco, Mayte Bajo, Adrián, Antonio Canales, y entre ellos, su hija, María Vivó, protagonista de varios de sus estrenos. Fue condecorado con distinciones como la Ben Meritate en 1964, la Medalla de Oro de La Fenice o la del Festival de Escocia o la Cruz Oficial de la Orden de Isabel La Católica, que recogió el 19 de enero de 1996 de manos del Rey Juan Carlos.
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Comenzó como boxeador y luego se pasó a la
danza
Falleció ayer en Madrid, después de una larga enfermedad, Luis Pérez Dávila
Luisillo. Había nacido en México en 1928, en una familia en la que no había
antecedentes de baile, aunque él de niño estudiaba danza clásica. En 1941 quiso
el azar que Carmen Amaya se exhibiera con su espectáculo en el teatro Fábregas,
y Luisillo acudió a verla. Quedó completamente deslumbrado. "Me impresionó",
declaró a quien firma estas líneas. "Nosotros éramos gente muy, muy pobre, y
pude ir a ver a Carmen Amaya porque me invitó una amiga de madre". Tuvo que
hacerse boxeador para poder salir adelante. "El hermano de Roberto Ximénez era
boxeador, y yo me acuerdo que él nos llevaba a los chavales pequeños a un
gimnasio a que nos pegaran y la gente nos daba monedas, ¿no?, nos tiraban
monedas... Entonces fue cuando me pusieron Luisillo". No pasó nada en aquel
primer conocimiento de Carmen Amaya, ni siquiera puedo hablar con ella aunque lo
intentó. "Entonces empecé yo a bailar y me salió una cosa para bailar en un
cabaret muy famoso en México que se llamaba El Patio, y vino el dueño de La
Habana Madrid de Nueva York, y me llevó a Nueva York. Enfrente había otro
cabaret que se llamaba La Conga, y ahí trabajaba Carmen Amaya. Fue cuando nos
conocimos en realidad, y a poco ella regresó a España y me ofreció venir con
ella. Entonces yo bailaba con Teresa". La experiencia de trabajar junto a Carmen
le seguía pareciendo a Luisillo de importancia excepcional incluso en su vejez.
Carmen Amaya era distinta a todo, y también en su forma de dirigir. "Ella cogía
a la gente, a ver Luis, no sé qué, pues vamos a hacer esto, y haces esto...
Improvisaba todo aquello que ponía, y quizá por eso tenía un gran mérito sobre
los que aprendíamos, porque teníamos que coger aquello, aquello que estaba
poniendo, y que no era fácil... Ella fue única, especial en todo". Cuando Teresa
y Luisillo dejaron de bailar con Carmen Amaya formaron su propia compañía de
baile, con la que durante varios años recorrieron el mundo y tuvieron éxito. De
esa época son algunos de sus títulos más celebrados: En el parque de María Luisa
(Sinfonía sevillana), con música de Turina; Luna de sangre, sobre un poema de
García Lorca; El prisionero y la rosa, con cante y guitarra; Café Flamenco,
también con números exclusivamente jondos. En 1956, Luisillo y Teresa se
separan. Él reorganizó su compañía y fundó una academia de baile, las dos de
larga existencia, en las que hizo efectiva su teoría de bailar, o hacer bailar a
sus artistas, temas que contaban una historia, con un argumento. Él
personalmente era un enfervorizado aficionado al baile por derecho como podían
hacerlo los viejos flamencos, pero éstos habían ido desapareciendo hasta
quedarse en casi reliquia. Descanse en paz el querido amigo.
ÁNGEL ÁLVAREZ CABALLERO 17/11/2007 EL PAÍS. com.
Luisillo,
bailaor y empresario flamenco
Uno es de donde pace no de donde nace, solía decir. Desconoce
lo que significa nostalgia, quizá por eso, durante su vida en España sólo ha
visitado México en contadas ocasiones. Luis Pérez Dávila, Luisillo, nació en el
país azteca en 1928 y ha tenido una larga trayectoria como bailarín, coreógrafo
y director del Teatro de Danza Española. El destino lo convirtió en bailarín
viendo a Carmen Amaya, en cuya compañía trabajaría años más tarde. Fue en un
local de Nueva York, donde Luisillo le dio el sí profesional a Carmen con tan
sólo 16 años. Su carrera despuntó a partir de entonces hasta crear su propia
compañía de baile, con la que viajó a China, Australia, África del Sur y Oriente
Medio. Como en esta foto, viste con aire torero, habla charro y lee con lupa.
Riguroso con la tradición flamenca, triunfó con sus coreografías de Llanto por
un torero, de García Lorca; Capricho español, de Rimski-Korsakov y Bolero, de
Ravel. En 1996 fue condecorado por el Rey Juan Carlos con la Cruz de Oficial de
la Orden de Isabel la Católica, en reconocimiento a su mérito por llevar el
baile español por todo el mundo
NOTICIAS CASA
PATAS
Perfecto caballero del baile español
Creó la Compañía de Danza Española y
fue un pionero en la mezcla de teatro y movimiento
Con la muerte de Luis Pérez Dávila, Luisillo, desaparece un importante
protagonista de la historia de la danza teatral española; también un hombre
afable y de educación exquisita, cuyos modales respondían al perfecto caballero.
Nos faltará su presencia en los estrenos madrileños, luciendo una capa española
que le iba como anillo al dedo, y siempre nos quedará la idea de que el Ballet
Nacional de España debería contar con piezas suyas, como ese Don Quijote que le
encargara Antonio y que no vio más que unos pocos días de representación. El
bailarín, coreógrafo y maestro había celebrado sus bodas de Oro profesionales
hace algunos años y se puede decir que ha permanecido en activo hasta que su
afección renal le llevara anteayer a una muerte tranquila. Seguía como director
del Teatro de la Danza Española, la compañía que montó hace más de cuatro
décadas y que tiene su sede en la localidad madrileña de Tres Cantos. La
actividad de la compañía, sin interrupciones desde 1976, ha sido fundamental
para la recuperación y el mantenimiento de la obra del maestro. Sin embargo, la
muerte dejó en suspenso su viejo sueño: hacer un Don Juan que se sumase a las
obras dramáticas determinantes de su estilo narrativo. Entre ellas están
Aventuras y desventuras de Don Quijote, creada en 1982 para el Ballet Nacional
de España con música de Moreno Torroba; grandes temas españoles como La
Malquerida (1995) o el Amor Brujo, y el flamenco Romeo y Julieta (un encargo de
la ciudad de Verona en 1997), entre un ancho repertorio que empezó en los años
50 con El ciego, Llanto por un torero, Luna de sangre (la primera versión de
Romeo y Julieta, estrenada en el Teatro de los Campos Elíseos en 1964, con
música de Manolo Sanlúcar). «El baile español se limitaba a poner títulos, nadie
contaba historias. El ballet clásico me dio la pista con sus gestos primarios» .
Así explicaba siempre su idea de componer con mezcla de teatro y movimiento,
aplicado tanto al flamenco como al folclore, escuela bolera o danza estilizada,
una clasificación en la que coincidía con la opinión de la teórica Mariemma.
Enamorado de todos los estilos españoles, el coreógrafo perteneció a la
generación histórica de artistas que difundieron nuestro baile por todo el mundo
desde la década de los 50, siguiendo a nombres pioneros como Antonia Mercé o
Vicente Escudero. Su trabajo coincidió con las figuras españolas que hacían las
Américas lejos de la dura posguerra, como Rosario y Antonio, Argentinita o Pilar
López. Entre ellos se definía con una línea depurada, elegante, asimilada en su
formación clásica, y aderezado con un físico delgado y la cara aniñada que
apenas perdió con los años. Nacido en Ciudad de México, en 1928, Luisillo empezó
a estudiar en una academia de ballet de su mismo edificio. Su carrera fue
precoz. Con 14 años ya sustituía a su maestro en las clases de ballet y montaba
algunos divertimentos de óperas, pero el trampolín profesional fue el cabaré
Havana Madrid donde le vio bailar Carmen Amaya y le contrató para la compañía.
Estuvo con ella cuatro años, hasta que formó pareja artística con su compañera
Teresa, con la que concluyó cinco años después, si bien, la admiración hacia la
Capitana, le llevó en 1997 a crear una pieza en su honor que llamó La Leyenda de
Carmen Amaya. Entre las curiosidades de la biografía de Luis Pérez Dávila está
el haber sido contratado para hacer una obra, El Convite, sobre Ceferino Jiménez
Maya, el primer santo gitano, que se estrenaría en la sala Clemantina del
Vaticano, con Pablo VI de espectador. En sus espectáculos han intervenido las
mejores figuras actuales como Lola Greco, Mayte Bajo, Adrián, Antonio Canales, y
entre ellos, su hija, María Vivó, protagonista de varios de sus estrenos. Fue
condecorado con distinciones como la Ben Meritate en 1964, la Medalla de Oro de
La Fenice o la del Festival de Escocia o la Cruz Oficial de la Orden de Isabel
La Católica, que recogió el 19 de enero de 1996 de manos del Rey Juan Carlos.
Luis Pérez Dávila, 'Luisillo', bailarín y coreógrafo, nació en Ciudad de México
en 1928 y murió en Madrid el 15 de noviembre de 2007.
JULIA MARTIN Sábado, 17 de noviembre de 2007, EL MUNDO, Madrid
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Datos extraídos de buenas fuentes de su propia biografía |
El Arte de Vivir el Flamenco © 2003 |