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JOSÉ LUÍS RODRÍGUEZ - BAILAORES/AS |
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JOSÉ LUÍS RODRÍGUEZ
JOSÉ LUÍS SÁNCHEZ RODRÍGUEZ, bailaor de flamenco y bailarín, más conocido en el mundo entero en la historia del arte del baile flamenco con su propio nombre artístico de JOSÉ LUÍS RODRÍGUEZ, singularizaba la S. de su primer apellido, nació en la calle Santa Lucía, en el número 2 del Puerto de Santa María (Cádiz) en el año de 1917, Estuvo casado con Pepita Sarazena. Era discípulo de “El Estampío” y de “Carito”, que conocía toda la escuela bolera y todo el baile clásico y flamenco. Llevó El Puerto de Albéniz por todos los teatros de mundo, además de ser un fenomenal bailaor flamenco.
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Su padre era Camilo Sánchez Jamardo, propietario de una tonelería que había en
la Plaza de Toros y que ardió. Se fueron a Sevilla y luego José Luis a Madrid
para estudiar baile, mientras era técnico del Instituto Nacional de Previsión.
Las hermanas de José Luis estudiaron en las Carmelitas. Una de ellas se casó con
el célebre pintor y grabador Francisco Cortijo. José S. Rodríguez es tío segundo
de José Ignacio Delgado Poullet -Nani- técnico del Centro Municipal de
Patrimonio Histórico. La madre de Nani es Maruja Poullet Rodríguez, hermana de
Pepín, el Barbero. (Ilustración: Plumilla de Luis Suárez Ávila).
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¿INMORTAL?. PUES SÍ
«Acabo de enterarme de la muerte de José Luis S. Rodríguez. Yo que lo creía
inmortal, desde la última vez que lo vi, me he ido convenciendo de que se moría.
Y no lo he visto en los últimos días, porque, a la vez, me quería persuadir a mí
mismo de lo contrario. Ahora, se me aborbotonan en el recuerdo la de tarjetas
postales que recibí de él y de su esposa, Pepita Sarazena, desde Nueva York,
desde Londres desde Dublín desde París, desde Munich, desde Tokio… José Luis,
con la modestia con que acostumbraba a cubrir el enorme arte que poseía, ha sido
uno de los portuenses que ha paseado con honra el nombre de su Puerto de Santa
María por todo el universo mundo.
Estudió con el inefable “Carito” todo el baile de la escuela bolera del siglo XVIII y con Juan Sánchez “El Estampío” el baile flamenco. No pudo encontrar mejor esposa que Pepita Sarazena, una bailarina inglesa, que estudió baile clásico en Rusia y en España, donde en el estudio de “El Estampío” conoció a José Luis. Juntos, formaron un elenco que dio la vuelta al mundo varias veces, durante más de treinta años. Cuando yo lo conocí, en el año 1960, fue en Jerez. Estábamos los dos esperando a la misma persona y no pudimos encontrarla. Comenzamos a hablar y al punto salió el nombre mágico de El Puerto. Aquello nos aunó. Su familia había tenido en El Puerto un trabajadero, una industria donde se hacían botas de roble. Sus hermanas habían estado con mi madre en el colegio, sus vivencias portuenses, pese a la distancia de años, eran las mismas. Y congeniamos. Pepita Sarazena, mientras tanto, esperaba la vuelta de José Luis, intranquila, en el Hotel “Los Cisnes” y nosotros, como si tal cosa, hablando y hablando de El Puerto.
Desde entonces acá José Luis y Pepita han sido mis mejores amigos. Hace poco me enviaron programas y fotografías de toda su vida artística. En ellos, siempre, en el repertorio, “El Puerto” de Isaac Albéniz y una apostilla: “las fotografías son de McBean, recientemente fallecido, que es como decir el Castroverde del mundo”. Otra referencia al fotógrafo más emblemático de El Puerto. Retirados, se vinieron a vivir a Cádiz. Diariamente bailaban, a solas, los dos, entre las tres y las cuatro de la tarde, disciplinadamente, en la trasera del escenario del Teatro Falla. Hasta allí, muchos días, yo me acercaba y tenía la conciencia de que se me permitía conocer algo que en España la gente no conocía ya: la escuela bolera del siglo XVIII, los bailes antiguos de “El Estampío”, todo el arte derramado en ellos por “Carito” y las grandes dosis de genialidad que José Luis y Pepita ponían en todo. Atrás quedó la crítica teatral de todo el mundo que los había consagrado; atrás quedó el aplauso de los públicos más dispares, más exigentes y más distinguidos; atrás quedó el recuerdo de los éxitos incontables; atrás quedó el disciplinado montaje de las coreografías.
En Cádiz, arropados por la amistad de Aurelio, de Agustín y Perico los “Melu”, de Gaspar el de Alfonso y de tantos otros, como le hemos querido, la vida de José Luis y Pepita ha discurrido, sin ruido. Todos los días recibían libros y cartas de cualquier parte del mundo. De cuando en cuando, hacían sus escapadas para ver a sus amigos de París o de Londres. No faltaban a ningún acto cultural. Pero, ahora, cuando yo ya estaba convencido de que eran inmortales; ahora que, desde la última vez que nos vimos, comiendo en su casa, me he ido retractando de mi error, sinceramente, no he querido verlo más, porque, como el avestruz, no quise creer en lo que veía. Y yo veía que pronto José Luis iba a entrar en la gloria de los seises bailadores junto con “Carito”, con “El Estampío”, con “Pericet”, con “Antonio, el de Bilbao”, con “La Malena”, con “La Macarrona”… y que Sabas Gómez Marín, su guitarrista, le iba a recibir con unos compases de tango flamenco, aquellos tangos, que no los he visto bailar mejor, que José Luis, con las solas palmas de Pepita Sarazena, me bailó en la trasera del escenario del Gran Teatro Falla.» Luis Suárez Ávila.
Que en mi casa de la calle de la Torre adelantaba aquella postal navideña ya abierta sobre el bureau georgiano del recibidor. Cuyos remitentes eran José Luis (S.) Rodríguez y Pepita Sarazena, bailarines internacionales de España. Intérpretes de Turina. De Albéniz. De Falla. Él de El Puerto de Santa María y ella de Colwyn Bay, ciudad balnearia de Gales. Pero como si fuera de la tierra. Más de veinte años llevando la danza española por el Mundo. Descubridores de Enrique Morente, que fue niño seise en la catedral de Granada. A quien incorporaron en una de sus giras a Japón. Con apenas 25 años. Formando parte de su compañía de danza. Entrañables amigos de mi padre, que los animó años más tarde a retirarse en Cádiz concluida su carrera artística. Recuperando José Luis su antiguo puesto en la Caja Nacional. Con su piso de la calle Pintor Clemente de Torres, comprado con los ahorros de tantos años por el Mundo. Tokio, Osaka, Londres, Dublín, Paris, Munich, Montreal, Nueva York. Con quienes acudí en 1988 la presentación de la Bienal Flamenca de Sevilla. Los amigos ausentes de mi familia. Con nosotros cada Navidad en aquel bureau georgiano del recibidor de mi casa. Calle de la Torre, Cádiz de mi infancia. Postal de España, Navidad añorada.
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Enlace http://www.gentedelpuerto.com/2008/11/05/100-jose-s-el-baile-portuense-por-el-mundo/ + recopilación de José María Ruiz Fuentes |
El Arte de Vivir el Flamenco © 2003 |