LA ARGENTINITA
 

ENCARNACIÓN LÓPEZ JULVEZ, Bailarina y baiIaora, más conocida con el nombre artístico de LA ARGENTINITA, nació en Buenos Aires (Argentina), en el año de 1895, y murió en Nueva York (Estados Unidos), en el 1945. Hija de españoles y hermana de Pilar López. Su familia regresó a España cuando tenía seis años, instalándose en Madrid. Asistió a una academia de baile en la calle Olivares y después a la de Manuel Fontanilla, desde la que pasó a la dirigida por Julia Castelao. A los siete años actuaba en las fiestas particulares de la alta sociedad, y a los ocho por vez primera lo hace en público, concretamente en el Teatro Circo de San Sebastián, donde también trabajaba La Fornarina. El empresario Pardiñas le asignó entonces su nombre artístico y dado su éxito se suceden los contratos, algunos de ellos anulados por su corta edad, pero actúa en Zaragoza, Valencia, Calatayud, Barcelona, otra vez San Sebastián y Córdoba. A los doce años empieza a bailar en los salones de variedades de Madrid, entre ellos en el de Atocha y en el Romea, anunciada como niña prodigio. Seguidamente pasa al Teatro de La Latina y al Príncipe Alfonso, mezclando en su repertorio los estilos flamencos por tangos y bulerías con bailes boleros. Más tarde, en el Teatro de la Comedia, interpreta bailables de la comedia El premio Nobel. Prosigue sus actuaciones en Madrid en los escenarios teatrales de La Princesa, Apolo, etc., retorna al Romea, con intervalos para bailar en Eldorado de Barcelona y en teatros de Portugal. Amplia su repertorio a otras danzas y se organizan fiestas entre la burguesía para admirar su arte, en las que hace gala de sus interpretaciones de bailes de palillos y flamencos. Viaja a América, recorriendo en sus actuaciones todos los países del continente. Concretamente, en 1920, baila en Buenos Aires

 




Con arte a recorrido el mundo entero,
para renacer lo más grande,
que llevaba dentro de su cuerpo,
 lo divulgo de tal manera,
que nos quedara en la historia
como  una de la mejores emperaoras,
orgullo verdadero para toda la afición
para recordarla con mucho amor.


 

De vuelta a España, realiza actuaciones estelares en los teatros madrileños Maravillas y Price, en 1923, y La Latina y Romea, en 1924. A continuación se retira durante tres años. Reaparece en 1929, para bailar en los Teatros Alhambra de Paris y Scala de Berlín. Se une al grupo de artistas y escritores de la generación del 27 y adapta a sus espectáculos antiguas tonadas, canciones del siglo XVIII, letrillas de Lope de Vega y danzas populares, y adapta su vestuario a la tradición española. Toma parte en actos artísticos literarios, como la velada lírico-poética-coreográfico-musical, en la que Rafael Alberti pronuncia una conferencia sobre la canción, que ilustra acompañada al piano por Federico García Lorca. Los citados poetas, Edgar Neville e Ignacio Sánchez Mejías, le asesoran en temas e ideas y emprende la formación de su compañía propia con nuevos ballets, que ella misma dirige coreográficamente, presentando, en 1932, las estampas folklóricas Las calles de Cádiz, Sevillanas del siglo XVIII, El Café de Chinitas y El rango del escribano. Culminando esta renovación con la creación de su versión de El amor brujo, incluyendo además en su elenco a artífices del arte flamenco como La Macarrona, La Malena, Fernanda Antúnez, Rafael Ortega y Antonio de Triana. En 1933, presenta su espectáculo nuevo en el Teatro Falla de Cádiz y seguidamente en el Español de Madrid, para seguir por otras capitales españolas. Al año siguiente lo estrena en el Teatro de los Campos Elíseos de París, donde la crítica la reconoce como una de las grandes figuras de la danza internacionalmente. En el Teatro Poliorama de Barcelona. lleva a cabo dos únicas actuaciones en 1934, y vuelve a París en 1935, año en el que emprende viaje a América

 


San Sebastian, vista desde el monte Urgull


Madrid, lago en el Retiro

 


Los recitales que ofrece en Nueva York suponen los mayores triunfos en aquella capital del baile español. A las piezas anteriormente mencionadas, añade las siguientes: El romance de los pelegrinitos y Ávila, Madrid 1890, de Chueca y La Romería de los cornudos, de G. Pitaluga. De 1941 a 1942, cambia de pareja dos veces, primero sustituye a Antonio de Triana por Federico Rey, y al año siguiente reemplaza a éste por el sudamericano José Greco, contratando también al mejicano Manolo Vargas. 1943 es un año clave en su vida artística, porque presenta en el Metropolitan Opera House dc Nueva York, durante un festival benéfico, organizado por el empresario Sol Hurok y patrocinado por el Marqués de Cuevas, el segundo cuadro flamenco teatralizado en un escenario: El Café de Chinitas, inspirado en el café cantante malagueño del mismo nombre, con poemas recogidos por Federico Garcia Lorca, decorados de Dalí, orquesta dirigida por José Iturbí y la coreografía a cargo de ella misma. Dos años más tarde tuvo lugar su última actuación, en el mismo escenario, interpretando Capricho español, de Falla, el 28 de mayo de 1945. Finalizada su actuación es hospitalizada e intervenida quirúrgicamente, falleciendo el 24 dc septiembre. Su cadáver es trasladado a España, donde llega el 29 de diciembre. A título póstumo le fueron concedidas las condecoraciones de Alfonso El Sabio e Isabel la Católica. En el teatro neoyorquino de sus grandes triunfos se descubrió una placa en su recuerdo. Al margen de su intensa dedicación al baile, La Argentinita realizó otras actividades dignas de mención: la grabación, en 1931, del disco Colección de canciones populares españolas, cantadas con acompañamiento de castañuelas, con la colaboración al piano de su recopilador, el poeta Federico García Lorca; su participación en la película cinematográfica Rosario La Cortijera, y la redacción de sus memorias, aún inéditas. Es de interés mencionar la colección de apuntes que, con motivo de sus episodios artísticos, le hicieron los dibujantes más conocidos de su época. Por ellos puede llegar a conocerse la personalidad y el estilo que daba a sus bailes. Hay caricaturas de Fresno, con captación instantánea del carácter rítmico y plástico de cada baile. El dibujante portugués Almada, José M. Peña, en Mundo Gráfico, donde la reduce a una línea de perfil sinuoso, el alemán Egarno que subraya sobre todo los trajes, Sirio, Franquelo, Kintor, Aristo Téllez, Guevara, en el Plata de Buenos Aires, capta a la bailarina con caracol en el pelo y pendientes de aro


Córdoba,  plaza de José Antonio


Sevilla,  plaza de San Francisco

 


Manuel Machado escribió sobre su arte: «Era como una pluma en el aire... fue preciso que la vida lastrara su corazón con el peso del gran amor, y su cuerpo delicioso conociera el valor estatuario de la línea y el secreto del abandono femenino y del hondo dolor humano para que... la hiciera reposar sobre el suelo y la convirtiera en la intérprete de los cantares hondos y las danzas flamencas, y le diera una voz cordial, aterciopelada y penetrante, sin estridencia, y una maravillosa expresión dramática en el baile y en la copla. José Bergamín opinó que le parecía sobre todo «un arte poético de bailar, porque había conseguido independizarse de las otras artes (del drama, de la literatura) y pasaba a realizar su propia mimesis», Para A. Salazar, su esencia radicaba en su juego «de lo más alto como arte y de los más hondo como arraigo popular». Los hermanos Álvarez Quintero la llamaban «la musa del baile». El poeta Jerónimo Gómez dice de ella," La Argentinita sabe imprimir a nuestros bailes un aspecto digno y artístico y unir a los primores de la ejecución las sales compatibles con el decoro. Su arte es castizo: su braceo y su colocación conservan en todo momento la pureza de la línea que no se descompone jamás con retorcimientos monstruosos o extravagantes: es arte, en fin, de solera española que se plasma en ritmo y en melodía.

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Datos extraídos del Diccionario Flamenco de José Blas Vega y Manuel Ríos Ruiz Cinterco - 1985.   poema y postales de José Maria Ruiz Fuentes

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El Arte de Vivir el Flamenco © 2003
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