ROZAALÉN

ENTREVISTA A ROZAALÉN Cantante y compositora

«Tengo miedo al olvido, a que se cansen de mí y a no tener nada que contar»

Acaba de publicar 'El abrazo', un ecléctico álbum con el que «reivindica el amor y el cariño, en estos tiempos hostiles»

Dice Rozalén (Albacete, 37 años) que aunque no lo parezca, por aquello de que siempre está de aquí para allá, el año pasado tuvo su mayor crisis creativa. «Al parar de girar, sabía que después de tantos años de dopamina pura, me iba a entrar algo de depresión», explica. La artista regresa ahora con 'El abrazo', un álbum ecléctico, con trece temas, que deja para el final 'Todo lo que amaste', la canción con la que se despide de su padre, que falleció en 2022. La artista recibe, por supuesto, con un abrazo.

Regresa con su sexto álbum de estudio y son ya más de diez años de carrera, ¿una se acostumbra a esto?

Te lo juro, no sé que me pasa, pero estoy volviendo al primer disco. También es la primera vez que hemos parado tanto tiempo del escenario y tuve como mi mayor crisis creativa el año pasado. Al parar de girar, yo, como psicóloga, sabía que después de tantos de dopamina pura, pues me iba a entrar algo de depresión, ¿no? Pero tengo más miedo que nunca. Tengo como miedo al olvido, a que la gente se canse de mí y a no tener nada que contar y entonces estoy entregando cada vez más de mí. Y es un miedo un poco absurdo porque luego ves que se han vendido todas las entradas en no sé qué sitios, faltan meses para los conciertos y aún no he sacado el disco -la entrevista se hizo justo el día antes de la salida del disco-. Pero sí, son inseguridades, síndrome de la impostora, no lo sé. También es cierto que yo creo que todo eso me hace ponerme las pilas, meterme caña e intentar escribir y componer cada vez mejor.

¿Qué hizo en ese parón del que habla?

Pude estar un poquito más con los míos y disfruté más de mi soledad en casa y creo que los mejores días de mi año fueron yo sola en casa. Mi padre siempre decía: «Si hay un terremoto, yo no me preocupo porque no te pillan en casa» (ríe). Yo siempre he sido gambitera. Pero ahora me encanta estar en silencio, leer, escribir, meditar sola, no sé. Me hago mayor. «Siempre he sido gambitera. Es que los de Albacete somos un poco cierra bares. Me dejo mucho llevar por el disfrute y la celebración»

O sea, esa canción del nuevo disco, titulada 'En una noche cualquiera', donde describe las benditas liadas inesperadas, ¿cada vez se dan menos?

Bueno, tampoco me voy a engañar, ¿sabes? Es que los de Albacete somos así, un poco cierra bares. Me dejo mucho llevar por el disfrute y la celebración, pero soy también muy responsable y cuando tengo que currar, por ejemplo, no salgo de fiesta, porque si no se me va la garganta, pero me encanta disfrutar la vida y celebrarla.

Ha llamado al álbum 'El abrazo'. ¿Por qué?

Porque se me dan fatal los títulos, ¿te imaginas? (ríe). No, es verdad que no sabía cómo llamar a esto, pero me estaba dando cuenta de que es la palabra o el verbo que más se repite. Con todo esto de lo que estamos hablando, estaba aferrándome a lo simple de la vida y yo quería algo sencillo, por eso la caratula no tiene letras. Siempre he hecho cosas mitad emoción y mitad reivindicativo, pero este es el disco en el que más emociones universales toco, cuento cosas muy normales, que me han pasado y que tienen que ver con amores y con duelos, cosas que a todo el mundo le pasan. Al hacerte mayor pues empiezas a valorar lo simple. El gesto de cariño por excelencia es el abrazo y mejora la vida de la gente, así que a lo mejor también es algo reivindicativo en estos tiempos hostiles: reivindicar el amor y el cariño y el abrazo.

¿Nos abrazamos poco?

Así lo creo. Yo siempre he sido muy poco cariñosa. Cuidaba de otras maneras, pero decía pocos 'te quiero' y me costaba abrazar. Y ahora cada vez abrazo más y me arrepiento pues de no haber dicho más 'te quiero'. A lo mejor es el problema que estamos teniendo. ¿Cuántas veces con tu pareja o con amigos, en plena discusión, llega un momento en el que te pones delante del otro le dices: 'Dame un abrazo, joder'? Y todo cambia. Te relajas y dices: «Venga». Tiene que haber límites y el amor tiene que estar por encima de todo. Así que a lo mejor nuestro problema es porque nos estamos queriendo muy poco.

Una de las canciones que más llama la atención es 'Entonces', una pieza minimalista donde evoca recuerdos de su niñez. Qué rabia da crecer, ¿verdad?

Sí. Creo que conforme vamos haciéndonos mayores, idealizamos nuestra infancia y te das cuenta de que la vida es toda infancia. Yo sueño mucho con esa época en la que fui tan feliz. Me crié en un pueblo, tan libre, rodeada de la gente mayor, devoraba libros, iba con mi familia a coger oliva, no había calefacción era la lumbre, el tiempo con las gallinas, con mi burra... Es que, claro, yo soy más de pueblo que las amapolas, y nunca valoré eso. Y ahora, cuando me veo a veces sufriendo por determinadas cosas que te va enseñando la vida, sueño con volver ahí, pero ya no puedo. Puedo volver a un dónde, pero no un cuándo.

Es muy nostálgica, entonces...

Sí, lo soy, pero también se me nota que soy una tía superalegre. No es melancolía, porque ahí sí que te estancas en un sentimiento oscuro. Pero desde la nostalgia yo sonrío porque fui feliz y lo que me pasa es que estoy intentando volver a esas cosas que yo hacía y que me hacían sentir bien. En mi casa, en el jardín, tengo romero, tomillo y lavanda, que son los olores de mi infancia y también estoy como aprendiendo a hacer lo que hacían mis abuelos, que creo que tiene que ver mucho más con la vida que la velocidad a la que vive la sociedad. «Yo soy más de pueblo que las amapolas y nunca valoré eso»

'El abrazo' es, nuevamente un disco muy positivo y alegre. ¿Es optimista por naturaleza?

Yo me considero una mujer alegre y optimista y utópica, aunque cuando miras el mundo, cómo está y cómo estuvo... Nunca han sido buenos tiempos para la paz, por ejemplo. Pero pienso mucho en aquello que decía Almudena Grandes de la alegría como método de resistencia. Creo que mi vida es más hermosa si soy una utópica, pienso que la luz es mayor que la oscuridad porque si no, siendo utópica, sería insoportable.

¿Y ser utópica no le acerca más al desencanto? ¿Qué le cabrea a Rozalén?

(Se toma unos segundos). No es que me cabree, es que no comprendo tantas cosas en el mundo... Encima, al venir de la psicología social y de todas las cosas que voy haciendo con asociaciones y visitas a campos de refugiados, muchas cosas resultan insoportables. Pero también he estudiado que el cerebro tiene tus mecanismos de supervivencia. He tenido, por ejemplo, momentos muy malos en los que he pedido ayuda porque no se me van de la cabeza ciertas cosas: estar de celebración y sentirme mal porque pienso que acabo de ver imágenes muy macabras de niños descuartizados y yo, aquí, bebiéndome una cerveza tan tranquila. ¿Y qué hago? Pues reivindico que nos queramos más. Pero bueno, es verdad que, por la hipersensibilidad que tengo y que tenemos tantos, la vida se hace bastante difícil muchas veces.

Es un álbum muy ecléctico, que abarca una variedad de estilos brutal, desde el folclore hasta la electrónica. ¿Es algo buscado o simplemente surgió así?

Todos mis discos son bastante eclécticos porque es que yo soy todas esas. Empiezo tocando la bandurria en una rondalla, escucho copla desde cría, mi hermano me pone a Héroes del Silencio y rock cuando yo era adolescente, el Viñarock es el festival de mi vida y mi primer concierto fueron Los Suaves. Escucho hip hop desde cría, me encanta bailar música latina. Soy todas esas y me divierte mucho que los discos sean así, que de repente es como una caricia y un puñetazo, te lleva de la risa al llanto todo el rato.

En canciones como 'Lo tengo claro' o 'Tuya', habla del amor puro en contraposición al amor romántico. Ha hecho mucho daño esto último, ¿no?

Bueno, yo tengo en mi primer disco canciones en las que hablo de ese amor romántico y digo: «Me entrego a ti». Pero sí, todo va cambiando y ahora digo: «Sin ti no me muero, pero qué bonito compartir el camino contigo». Es lo de siempre, igual que cuando hablas de la censura y de las canciones. Las canciones, dentro de un contexto, pues tienen un sentido. Y a mí me siguen pareciendo maravillosas canciones que yo cantaba de cría y que ahora están regular vistas, porque las canciones son también el entorno.

¿No le da pudor abrirse tanto en los temas?

(Ríe). Me guardo secretos y luego juego también mucho con la imaginación. Hay cosas que no son reales.

En 'Mis infiernos', la canción más urbana del disco, donde colabora con Kase.O y R de Rumba, habla de la escritura como forma de expiar los demonios, pero también de la parte más nociva de las redes sociales y los filtros. ¿Nos han embrutecido?

Lo más doloroso de este trabajo yo lo he recibido por redes sociales. A mí la gente por la calle me da amor, nadie nunca me ha insultado. Pero por redes me han dicho cosas muy hirientes y he tenido que leer mentiras y barbaridades que a nadie le gusta leer, así que tampoco me parece lógico que estemos normalizando ese nivel de agresividad y de violencia. Que luego encima de eso no sabes ni qué es verdad ni qué es mentira, pero tú el disparo lo recibes. Entonces, gestionarlo es jodido.

-¿Le afecta mucho?

 Mucho. A mí sí, pero también voy aprendiendo a protegerme, a buscar ayuda, ya no solo en lo que yo recibo, en lo que veo hacia los demás, en las imágenes que estamos viendo. O sea, ya te digo, es que a mí no me parece normal ver ejecuciones en directo, ni genocidios, o sea, que no lo entiendo. Y a mí, que me cuesta hasta ver cine con sangre, pues me quedo en bucle con pensamientos jodidos. Es que estoy viendo la realidad y no lo soporto. «Lo más doloroso de este trabajo yo lo he recibido por redes sociales»

Afortunadamente, cada vez hablamos más de salud mental.

Se habla más de eso, que eso es importante y es necesario y esa es la parte positiva, porque no se puede tratar de lo que no se habla, pero, a la vez, está aumentando el número de suicidios y el número de enfermedades mentales, y eso lo que nos están diciendo es que algo estamos haciendo mal como sociedad y como sistema. Y, por ejemplo, las redes sociales creo que tienen mucho que ver. Si están educando a los adolescentes diciéndoles que tienes que ser el número uno, el que más seguidores tiene, el que se mire con un filtro irreal, que luego se mirará al espejo y verá que no es ese... ¿Cómo van a encontrar su lugar en el mundo?

De hecho, la canción que dedica a su sobrino, 'La cara amable del mundo' es casi un himno contra esos 'coachs' que hablan de levantarse a las 5 de la mañana, ser productivos...

(Ríe). Claro, le digo que no hace falta ganar el oro y que además es mejor porque supone menos estrés. No pasa nada por equivocarse porque siempre vas a poder empezar de cero. Sí, yo creo que la canción a mi sobri pues también me la estoy diciendo a mí para recordar ciertas cosas.

¿Qué edad tiene su sobrino? ¿Ha escuchado la canción?

Tiene diez años y aún no, pero la escuchó mi hermano, su padre, y creo que ha provocado más lágrimas esa canción que la de mi padre, ya te lo digo, porque además hasta mi madre y mi hermano me dijeron: «Ojo, es que parece que el papá también ha escrito ahí». Porque él estaba loco con su nieto. Y sí, pienso mucho en eso, en si vamos a ser capaces de dejar un mundo amable a los que vienen. Si soy madre algún día, lo voy a pasar fatal, porque me da pánico.

En 'Tres días en Cartagena' colabora con Carlos Vives. ¿Cómo fue la experiencia?

Surrealista. Siempre se aprende de alguien que tiene esa trayectoria, relevancia, experiencia... Le debemos a 'La gota fría' y a toda su música la introducción de sonidos en un momento determinado. Él cogió la canción y le dio como el cambio en la letra y en las melodías para que el guiño a su país fuera real. Y, encima, haber metido ahí la seguidilla, me parece divertidísimo. Creo que va a ser como de los momentos más graciosos del directo. Me encanta juntar folclores y que me lleven al terreno de los demás para que mi cabeza pues se expanda.

Es una artista muy comprometida y activista. ¿Le inquieta este resurgir de la xenofobia y el racismo en todo el planeta?

Es que no lo comprendo. A mí me gusta la vida de color, no me gusta en blanco y negro, ¿no? Creo que todo es mucho más rico así. A veces tengo como la sensación de que duele la felicidad ajena.

Y ante este panorama, ¿el arte puede hacer algo?

Por supuesto que el arte es un arma poderosísima. El arte, la cultura y la palabra, el diálogo. Y claro, la empatía. Si puedes ponerte en la piel del otro, si juegas un poquito a eso, pues supongo que el nivel de violencia sería mucho, mucho menor. Pero esto es lo de siempre, ¿no? ¿El hombre es bueno por naturaleza o el hombre es un lobo para el hombre? Pues te das cuenta de que el egoísmo también es algo que está muy presente en el ser humano. Y mientras que esté yo caliente...

Deja para el final del disco 'Todo lo que amaste', la canción que dedica a su padre, en la que ha colaborado el compositor y director de orquesta Fernando Velázquez. ¿Ha pensado en cómo va a ser llevarla al directo?

Sí, la vamos a hacer a piano y voz... La hemos tocado ya un par de veces y el esfuerzo que tengo que hacer para no romperme es gigante, pero voy aprendiendo mis trucos. Cierro los ojos, porque como vea a la gente llorar me rompo en mil pedazos. Fuerzo la sonrisa. Si sonrío, aunque se me caigan las lágrimas, no se me va del todo la voz. De todas maneras ya ha habido canciones muy duras que he tenido que cantar y si me rompo, la emoción prima a la afinación, lo tengo clarísimo. Si se me va la voz, si desafino, si me quedo sin cantar, no pasa nada, porque lo importante es que yo sienta y que sientan los demás.

¿Cree que una canción así puede ayudar a la gente que ha pasado por un trance similar?

Creo que puede ayudar a abrir esa llave del llanto que a mucha gente le cuesta. Lo he comprobado en mi familia. Mi hermano no lloró en el entierro y le cuesta mucho expresar lo que siente. A mi chico igual. Yo lloro y río cada día de mi vida y quien no puede llorar sufre mucho. O sea, esa parte que os han quitado a los hombres de la sensibilidad y la fragilidad es muy dura. A mí esa fragilidad me parece muy poderosa y muy fuerte. Y esa canción provoca el llanto como de manera muy fácil y eso siempre sana. «Esa parte que os han quitado a los hombres de la sensibilidad y la fragilidad es muy dura. Quien no puede llorar sufre mucho»

En la canción, se pregunta varias veces dónde está su padre. ¿Tiene fe en algo?

-Cuando llega la muerte a la vida, es cuando más te planteas la fe. Yo que vengo de una educación tan católica, que empecé cantando en un coro de la iglesia, que soy hija de sacerdote, dejé de creer en eso que me enseñaron de esa manera. Pero es cierto que cada vez soy más espiritual. O sea yo siento, o a lo mejor me obligo a creer, que me protegen. He tenido momentos en los que me he sentido arropada por los ausentes, momentos místicos como sin explicación, casualidades que me han hecho volver a creer. Y fíjate, claro, él que era tan creyente, a veces lo he pensado: «Me vas a hacer volver a creer» (ríe). Y, bueno, el pensar que hay un lugar, una eternidad paradisíaca, donde, encima, las almas puedan ir y venir cuando quieran, en los momentos en las que las necesitamos... Es bonito.

 

Iker Cortés – Madrid - Domingo, 5 de mayo 2024,

https://www.diariosur.es/culturas/musica/miedo-olvido-cansen-tener-contar-20240505200507-ntrc.html

 



 

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