RAFAEL AMARGO

 

ENTREVISTA A RAFAEL AMARGO

 

“Yo en el flamenco he sido un rebelde, he hecho cosas muy ‘pajilleras”

 

Tras dos años de gira, Rafael Amargo, granadino inquieto, lleva al Teatro Alameda ‘Tiempo muerto’, un trabajo “salvaje”, desprovisto de artificios, “para no perder la identidad” y bailar flamenco “por derecho”

Desayuno en París, almuerzo en Madrid y cena en Sevilla. La agenda de Rafael Amargo (Granada, 1975) lleva impresa el mismo nervio de su dueño. Visiblemente delgado, algo cansado, pero cercano y profesional ante los medios, el bailarín se desprende de lo que le sobra para contar su necesidad de pulsar el pause y tomarse un tiempo muerto, con compás.

En diciembre se cumplen dos años de gira conTiempo muerto, ¿el balance es positivo?

Muy positivo. Es un espectáculo que hice un poco para pedir tiempo muerto a mi vida y a los montajes de gran formato, donde había mucho soporte audiovisual, pasaban muchas cosas, todo era muy ecléctico. Me dije que me tenía que tomar tiempo muerto por mi salud ypara pensar la próxima gran jugada, como en el basket. Yhe hecho lo que mejor sé hacer, flamenco, al desnudo, sin vestuarios estridentes, ni circo ni montajes aéreos.

¿Un reto en toda regla?

Sí. Ha sido por ponerme la traba de saber si era capaz de volver a mis orígenes. Cuando empecé yo era así, pero después me he liado a hacer otras cosas hasta que he dicho: “¡Chiquillo, estás perdiendo la identidad!”.

¿Le ha costado muchos sudores?

Me ha costado muchísimo. Esa represión me hacía bailar con más rabia. Cuando no tienes en tu espectáculo nada alrededor con lo que distraer a la gente, tienes que bailar por derecho. Buscaba volver a la esencia y contar ese punto salvaje que tenía cuando con 16 años me fui de Granada a Madrid.

¿Le da miedo la reacción de su público, habituado a montajes más estridentes?

No, porque también mi público echa de menos esto, verme bailar flamenco de una manera directa. Creo que lo va a agradecer. Además, entre los palos incluyo una zambra que le he escrito a mi maestra, Lola Flores.

¿Qué protagonismo tiene el vestuario de Amaya Arzuaga?

Pues es un vestuario flamenco pero sin llegar a los volantes y los lunares, muy lineal, con el que ellas se sientan guapas y cómodas. He querido que sea así, que no tuviera importancia, en contraste con lo que yo he hecho otras veces.

¿Qué ha perdido por el camino?

Yo antes tenía una memoria increíble. Ahora estoy en una rutina de trabajo, influencias, y todas esas cosas que no quiero que sean protagonistas de mi persona pero que me están quitando espacio en mi cabeza, ¡y me da un coraje! La memoria es un músculo y la retentiva la tengo perdiica, ¡qué lástima! Pero he tenido una suerte muy grande, la de no separarme nunca de mis padres. Ellos cerraron todos los negocios y se vinieron a Madrid a los seis años de estar yo allí.

¿Con quién se encontraron?

Cuando llegaron vieron en vez de al niño que dejaron, a un perro viejo que venía de vivir tres años en Tokio, uno en Nueva York, y luego entre París y Londres. Ya tenía mis ángeles y demonios (risas).

Y empezó a romper moldes...

Yo es que he tenido una vida un poco de enfant terrible. No me quería reprimir de vivir como un chico de esa edad pero que al mismo tiempo tenía un compromiso al día siguiente con el público. Ymis amigos empezaron a ser gente mucho mayor que yo. Empecé a bailar con Antonio El Bailarín y Lola Flores como maestros, yo era un poco su niño. Eso me ayudó a crecer a pasos agigantados.

Ha bailado en buenas compañías, con grandes maestros... ¿por qué montar una propia?

Siempre he tenido claro que tenía que hacer mi propia compañía y llevar mi nombre. He pasado por todas las compañías pero en ninguna he durado más de seis meses. Los bailarines que tengo ahora algunos llevan tres o cuatro años conmigo y yo les digo: “¡Irse ya de aquí, con lo que hay que aprender!”. Pero ellos están muy cómodos conmigo, yo me los llevo a todos sitios, incluso de vacaciones. Estoy dando lo que a mí me han dado.

¿Les enseña a encajar críticas

Ya he aprendido a curtirme. Esto es un juego: los artistas necesitan de la prensa para llenar teatros y ellos a nosotros para llenar espacios. Yo me monto en la rueda y juego pero, eso sí, ya no sufro como antes. Voy como los burros de Mijas, tiro pa’lante con las orejas tapadas.

¿Ha pagado ya el precio de su rebeldía?

Yo he sido muy rebelde siempre, he hecho cosas muy pajilleras, que ha entendido un sector minoritario. Ahora ya las hago sólo donde sé que las van a entender. El primer desnudo integral que se hizo en flamenco lo hice yo, me lo pidió Antonio Canales y estaba justificado en un guión. Pero no sabes lo que me cayó. Ahora ya me divierto, me río.

Tras pasar por Málaga se encerrará de nuevo a preparar la segunda parte de Enramblao, ¿le quedan ganas 

Me encanta. Estreno en diciembre en el Tívoli de Barcelona la segunda parte, que se llamará De las Ramblas al Raval, con Los Chunguitos, el barrio chino, las putas, los marines, el tráfico de droga, todo muy motero y oscuro.

¿Qué tal dirigir actores y bailarines para el musical El Zorro en el West End de Londres?

Me lo he pasado pipa. Los actores no tienen vergüenza, están acostumbrados a hacer un rol distinto cada película. En cambio los bailarines queremos ser siempre yo, yo y yo. El musical lleva tres meses en cartel y llenando todos las noches. Ahora además estoy en París con la versión de OT. Soy profesor de expresión corporal y jurado. Un poco Risto Mejides pero a lo latin lover y a lo guay.

 

Rocío Armas, Málaga | Actualizado 20.11.2008

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