CHARO CALA

 

 

ENTREVISTA A CHARO CALA
 

 «En Japón saben mucho de flamenco»
 

Charo Cala, hija del gran guitarrista jerezano José Cala «El poeta» y casada con el poeta, José M. Moreno Serrallés, estrenará en la Bienal un espectáculo con textos de poetas andaluces actuales y basado en un sueño sobre su padre.

Su vida rodeada de poetas. ¿Es casualidad?

Sí, aunque hay quien dice que la casualidad no existe. Desde pequeña leía poesía y mi abuelo, El Pili de Jerez, que tocaba varios instrumentos, le ponía música a las películas de cine mudo.

¿Le tira más Jerez o Sevilla?

Mi forma de ser es más de Jerez, más gaditana, pero nací en Sevilla y viví desde niña en el Polígono San Pablo, en la avenida de la Soleá, en cuya iglesia se estrenó la Misa Flamenca, con Antonio Mairena, Naranjito, Luis Caballero y mi padre.

¿Lo más tempranero que aprendió del flamenco?

Recuerdo que cuando actuaba mi padre, a la familia nos sentaban en la primera fila. Me gustaba subirme al escenario al terminar el espectáculo. Un día, con unos cinco años, me subí en plena actuación y me puse a imitar lo que hacía en ese momento Manuela Vargas. Aquello no estaba preparado y todos me arroparon.

Oí decir de unos salseros cubanos: «Tocan con el ímpetu de quienes no saben hacer otra cosa». ¿No le parece hermoso?

También les pasa a muchos gitanos. No se encuentran como personas fuera de eso. Es su esencia. En mi etapa adolescente y rebelde me dio por cantar gospel e incluso formamos un grupo con el que estuve dos años.

También le ocurre algo parecido, ¿no es eso?

En cierto modo, sí. No me veo haciendo otra cosa. Empecé con siete años con Enrique el Cojo. Mi madre no quería que me dedicara a esto, pero salió lo que tenía que salir.

¿El lugar más raro en el que bailó?

Recuerdo un escenario pequeñísimo en El Rodeo Beach Club de Marbella, sobre la piscina. En cada vuelta que daba pensaba que me caería al agua.

Su primer espectáculo como artista principal. ¿Para dimitir?

Esto tiene muchas complicaciones, pero una vez que te tiras vas a lo que te echen. No habría sido posible sin la participación altruista de muchos.

Sin subvenciones oficiales pero con el patrocinio de la duquesa de Alba. ¿Me lo explica?

Y de Emsevipro. Y de Motorluxe-BMW... Se debe a la amistad que siempre tuvo la duquesa con mi familia. Mi padre tocaba mucho la guitarra para Enrique el Cojo, con quien tomaba clases la duquesa.

¿Cuántas veces fue a Japón?

Dos, una gira con Matilde Coral y otra con Cristina Hoyos. Los primeros flamencos que pisaron Japón fueron Naranjito de Triana y mi padre en los años 60. Cuando yo fui, muchos aún lo recordaban y por esa razón me hicieron varias entrevistas.

Pues será para verlo, una cuadrilla de flamencos en Osaka o en Tokio...

Suelen llevarse cositas que les hagan sentirse como en casa. Choca mucho la forma de vida de allí. A mí me impresiona el respeto absoluto que tienen esas culturas a sus mayores, algo que aquí se ha perdido, por desgracia.

¿Metió la pata allí muchas veces?

No, se trata de fijarse mucho y hacer lo que vieres.

¿Qué otros países ha visitado?

Francia, Alemania, Venezuela, Argentina, Finlandia...

¿La situación más rara o difícil que vivió en esos viajes?

Algunas divertidas y embarazosas por usar el «cógeme», que en algunos países significa otra cosa muy distinta... (risas)

En Japón sí distinguen una taranta de un polo y una soleá de una seguiriya, ¿no es cierto?

Absolutamente. El nivel del público es muy alto en varios países.

Pues aquí no tantos, ¿no cree?

En casa del herrero, cuchillo de palo.

Y entonces, ¿por qué cuando llega la Bienal hay quienes los miran a los orientales que nos visitan como a bichos raros?

Por pura ignorancia. En Japón saben mucho de lo nuestro y aquí nadie sabe nada del teatro kabuki, por ejemplo.

¿Algo de lo que aprendió por esos mundos de dios lo incorporó a su forma de bailar?

Tal vez de forma inconsciente. De manera consciente sólo buceo en mi tradición.

¿Y lo más parecido que encontró al flamenco?

Vi algunas danzas cubanas con una fuerza y una emoción impresionantes. Hay sentimiento, hay raza.

¿El halago más gratificante recibido hasta la fecha?

Las veces que me han dicho que siga siendo así, que no cambie.

Las primeras sevillanas que sonaron en la Feria de Los Remedios las tocó su padre a la guitarra y al cante Naranjito de Triana. ¿Conocía el dato?

Sí, recuerdo las fotos en ABC cortando la cinta inaugural.

¿El consejo más valioso que le dieron?

Cuando bailaba con Matilde Coral, vino un día Marienma y nos dijo que la técnica era un medio, pero que lo importante era dejar fluir nuestros sentimientos. Llevaba razón.

¿La enseñanza que más le repitió su padre?

La constancia en el trabajo.

Si hablamos de flamenco, ¿en qué le puede Jerez a Sevilla y viceversa?

En Jerez hay un compás especial. Allí no creo que haya nadie que no sepa tocar palmas por bulerías. Lo mismo que pasa aquí con las sevillanas.

¿Y si le propusieran desfilar en lencería sobre una pasarela de moda?

(risas) No se dará el caso, pero supongo que dependería de la oferta y de quién me lo pidiera. Normalmente, no lo haría, porque no es lo mío.

¿Acaso tiene algo en contra de la ropa interior o de las pasarelas?

Nada. La ropa interior me encanta. Las bailaoras solemos cuidar mucho nuestra ropa interior. (risas)

Dígame su sueño para la proxima Bienal...

Quiero reivindicar la figura de mi padre como artista. Él, que se encuentra impedido y retirado desde el año 85 por una encefalitis, es el verdadero artífice de este espectáculo.

 

JOSÉ Mª ARENZANA/ 22-8-2004. En la foto Charo Cala, bailaora. DÍAZ JAPÓN

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El Arte de Vivir el Flamenco © 2003
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