LA NIÑA DE LOS PEINES
 

 

ENTREVISTA A LA NIÑA DE LOS PEINES

Pastora Pavón, "La Niña de los Peines" y la mejor "cantaora" de España, está desilusionada del cante y quiere retirarse.
El alboroto que se arma en Madrid cuando canta Pastora.

La Niña de los Peines
Hasta la calle de Alcalá llegan rumores de que en la Plaza de García Hernández (antes plaza del Rey) se agolpa una muchedumbre imponente, que los guardias pueden a duras penas contener. Y aunque a mí los acontecimientos donde intervienen los guardias me producen siempre un instintivo movimiento hacia atrás, que raras veces contengo, domino por el momento esta prudencia tan saludable y me voy a ver qué es lo que pasa. La calle del barquillo es un río humano, y por la plaza, los caballos de los guardias de Seguridad caracolean de un modo impresionante; los de Asalto, con los fusiles en la mano, parece que van a hacernos polvo de un momento a otro.

Pero, ¿qué es lo que pasa? -pregunto a un guardacoches que contempla el espectáculo-. ¿Es que está ardiendo el Circo quizá?...

Casi nada... La Niña... No es más que La Niña, que siempre arma estos alborotos.

Pero, ¿qué niña es esa?...

¿Qué niña va a ser?... Decir niña, es lo mismo que decir don Niceto... No hace falta más para que todo el mundo sepa de quién se trata... la Niña de los Peines, la Pastora, que está esta noche en el Circo... ¿O es que no ha visto usted los carteles?...

Ahora me lo explico todo. Ahora me explico por qué la multitud se agolpa y por qué los guardias toman sus precauciones, para evitar lo que puedan hacer los centenares de personas que forzosamente se han de quedar sin billete. Para los buenos aficionados al cante, la Niña de los Peines es algo así como Lenin para los comunistas, porque no hay más que ella en el mundo. Y por si esto fuera poco, da la casualidad de que la Niña no se prodiga. Raras, rarísimas veces aparece en los carteles madrileños; y cuando aparece, sólo canta un par de veces, cuando más. Por eso los que de verdad gustamos del cante magnífico de la Pastora, tenemos que conformarnos, casi siempre, con poner un disco al gramófono o con oírlo muy de tarde en tarde por la radio.

Pastora Pavón, la Niña de los Peines, está arreglándose en un cuarto del Circo. Mientras se alisa las negras crenchas, toma vahos de un cacharro de no sé qué cocimiento, porque de repente se ha sentido afónica, y esto la tiene preocupadísima.

¿Usted ve qué desgrasia?... haberme quedao casi sin voz..., precisamente esta noche..., ¡qué disjusto!

Como todos hemos oído hablar de la Niña de los Peines a nuestros padres y hasta a nuestros abuelos, y hemos oído también repetir que niña, lo que se dice niña, lo era Pastora allá por los tiempos de la primera guerra carlista, yo suponía que me iba a encontrar con un carcamal, con una mujer arrugadita y viejecita. Pero les aseguro a ustedes que no ha sido así. La Niña de los Peines no es, ciertamente, una niña; pero no es vieja, ni muchísimo menos. Es una mujer gorda y frescota. Ella me ha dicho que tiene cuarenta y cuatro años, y es verdad. Al menos, no aparenta más, y si fuese guapa, probablemente aparentaría menos.

Lo que pasa -me dice- es que yo empesé con esto der cante a la edad de nueve años... y desde entonces no lo he dejao...

Y ¿cómo fue empezar tan pequeña?...

Pues porque pa esto no hacen farta estudios. Es una grasia, ¿sabuté? Y si se tiene esa grasia, pues se nase con ella..., y en cuantito que se sabe hablá o antes, pues se canta. M'acuerdo mu bien der primé día que canté elante gente. Me llevaron a un café que le desían der Brillante, y allí armé un alboroto tan grande, que me hisieron cantaora de repente. En Sevilla, que era donde yo había nasido y donde vivía, me conosía tor mundo na ma que por la hermana de Arturo. Arturo, mi hermanito, era un cantaor de mucha fama. Desde entonse hasta ahora, en treinta y sinco años largos, fíjese si habrán salío cosas de esta garganta.

"M'acuerdo mu bien der primé día que canté elante gente. Me llevaron a un café que le desían der Brillante, y allí armé un alboroto tan grande, que me hisieron cantaora de repente"

Usted, Pastora, debe haber ganao mucho dinero con el cante...

Mucho, hija; muchísimo. Pero a esta fecha estoy más probe que una rata. He tenío siempre muchísima familia y mucha gente a mi alrededor a quien mantené, y aluego que yo no pueo ve una lástima sin ponerla remedio. Pastora Pavón, la Niña de los peines, no sirve pa guardá una peseta.

¿Y cómo fue eso de ponerla el apodo que lleva?

Po verá usted. No fue cosa mía, sino de la gente de allí de Sevilla. Yo no pensaba llamarme na ma que Pastora, que es mi nombre. Pero en esto que se puso mu de moda un tango que yo cantaba, y que decía así:

Peínate tú con mis peines;
Mis peines son de canela...

Y en esto que la gente me empesó a llamar la niña der tango de los peines, y después la Niña de los Peines; y de tanto y tanto desirlo la gente, ya me empesaron a anunsiar en los carteles como la Niña de los Peines, y con la Niña de los Peines me quedé...


"No me
puedo quejar del público,
pero veo que el cante va
por mal
camino. A la
gente ahora
no le gusta
más que er
cante malo"




La verdad es que un poco complicada la toilette de esta reina del cante. Un poco de carmín en los labios, unos polvos ordinarios..., un poquito de colorete... Después se atusa una y otra vez el pelo negrísimo, de escoboncillo sobre la nuca. Entre tanto, el cuarto de la Niña de los Peines se va llenando de flamencos: Guerrita, el Americano, el Canalejas, la Niña de Marchena... Llegan también otros, que no son flamencos propiamente dichos, sino que son allegados o flamencos amateurs...

¿Qué hay, Pastora?... ¿Cómo va esa ronquera?...

Ay!... Americano, hijo..., mu malamente... me da er corasón que esta noche voy a tener un disjusto...
Un flamenco que llega alarga a Pastora una pastilla.

Tómate esto, que no te pesará; tiene un nombre mu raro, pero no lo hay en la botica. Te tomas un par de pastillas, y... ni los jilgueros...
Otro flamenco protesta, indignado:

¡Qué pastillas ni que na, hombre!... To eso son porquerías pa estropeá er estómago. Vahos y na más que vahos, de esos de hojas de ocalirto. Te lo digo yo, Pastora, que de eso sé más que nadie.

En general, los flamencos saben más que "naide", no sólo de procedimientos para aclarar la voz de la Niña de los Peines, sino de todo. Por eso da gusto estar entre ellos un ratito, oyendo las más peregrinas teorías, expuestas con gran naturalidad y bastantes licencias prosódicas.

Entre todos estos flamencos hay uno a quien la Niña de los Peines llama Pepe, y que, a poco me fijo, me doy cuenta de que es su marido. El llamado Pepe da vueltas por la habitación, y a veces por los pasillos, dando pruebas de evidente malhumor. Luego me entero de que no es malhumor precisamente lo que tiene Pepe, sino gran preocupación, porque teme que la ronquera defraude a los miles de espectadores que se apiñan en las graderías del Circo.

Anda, Pastora, anda; date prisa que tienes que ensayar un poco...

Espera, Pepe; hombre, no te sofoques. ¿No ves que me están hasiendo una interviú?...

En vista de esta razón tan convincente, Pepe (Pinto) se marcha a pasear su impaciencia por los pasillos. Pastora me cuenta que lleva mucho tiempo casada, y que tiene una niña de once años. La niña no canta, pero baila que es una maravilla...

Pero yo no quiero de ninguna manera que se dedique a artista. Que baile to lo que quiera en casa; ahora, pa sus padres, y el día que se case, pa su marido...

Pues usted no puede quejarse de su vida de artista...

Yo no...; pero es mejor la vida de casa. Yo le voy a desí a usted, en secreto, que estoy deseando retirarme der to y vivir tranquila en Sevilla, en mi casita, con mi marío y mi hija... No me puedo quejar del público, pero veo que el cante va por mal camino. A la gente ahora no le gusta más que er cante malo. Ahora el público pide milongas o colombianas..., y eso ni se parese siquiera ar cante...

El Niño Ricardo, que es quien va a acompañar a Pastora a la guitarra, nos ha cortado definitivamente la conversación.

Poco después están en la pista del Circo la Niña de los Peines y el Niño Ricardo. La gente se vuelve loca aplaudiendo. Pastora, con su voz desgarrada y su acento, que nadie lo aventaja en patetismo, comienza a cantar por soleares...

Vamos a ve, Pastora; vamos a ve... -anima el guitarrista.

Ay... ayyyyy...

A mi puerta has de llamá...,

Y no te he de abrí la puerta...,

¡y me has de sentí llorá!...

Y después de esta letra magnífica (nadie puede decir más en menos palabras), viene otra deliciosamente graciosa, cuando Pastora se arranca por fandanguillos:


Como una cosa difísil
me quieren llevar a los baños,
como una cosa difísil,
como si el agua del mar
curara los desengaños
que una mujer cruel me da...




de izquierda a derecha, Manuel Vallejo La Niña de los Peines y Niño Ricardo.



Y después de decir otra porción de cosas que nunca dirá nadie como ella, Pastora Pavón, la reina del cante, desaparece, seguida de el Niño Ricardo, envuelta en un traje verde de raso reluciente.

 

Extractos del libro "La Niña de los Peines en la Casa de los Pavón" de Manuel Bohórquez Casado.

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El Arte de Vivir el Flamenco © 2003
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