ROSITA SEGOVIA

ROSA BALCELLS FONT, bailaora y bailarina de español, más conocida en el mundo entero en la historia del arte de la danza y el baile con el nombre artístico de ROSITA SEGOVIA, nació en Barcelona el día 2 de febrero del año 1922. y murió en su ciudad natal de Barcelona el día 24 de septiembre de 2003. Su revelación artística tuvo lugar en el Liceo de Barcelona, junto a Juan Magriña, con quien intervino en varias obras, a partir de 1938. Durante los años cuarenta realizo diversas giras por América, donde conoce a Antonio, en cuyo ballet actúa desde 1953 hasta 1968, llegando a ser su pareja en los primeros años sesenta. Intervino en la película Todo es posible en Granada y ha actuado en los principales teatros del mundo.

Supuestamente inscrita en el registro civil como hija de madre soltera. No es hasta 1929 cuando es adoptada por José Balcells, al contraer este matrimonio con su madre, Ana Font. El señor Juan Mestres, inquieto empresario del Gran Teatro del Liceo, siempre al acecho de grandes figuras para mantener la actualidad y el enriquecimiento de su prestigiosa programación, contrata a Rosita Segovia para bailar en la ópera Sansón y Dalila. Rosita, que a sus quince años ya dejaba atrás muchos éxitos, entra en el Liceo por la puerta grande, contratada como bailarina estrella. Obtuvo una ovación tan inaudita que hasta los cantantes quedaron estupefactos y no tuvieron más remedio que agregarse a los aplausos del público, Fue la primera vez que me emocioné en un escenario, comentaba la artista recordando aquella actuación.

Hay que destacar que en aquel momento la adolescente bailarina no poseía una gran preparación de puntas, pues no había tenido tiempo material para perfeccionar la técnica, adquirida en la academia de Pauleta Pàmies, para un papel de tanta envergadura. Pero ese duende que siempre la acompañó en sus actuaciones, con ese poder y esa fuerza misteriosa que todo verdadero artista lleva, rechazó, como decía Federico García Lorca todas las técnicas aprendidas. Aquel ocellet (pajarillo), como así la bautizó su maestra Pauleta Pàmies, que asistía a las clases con un traje de baño en lugar de un lujosos maillot como llevaban sus compañeras, y unas zapatillas agujeradas, conseguía tan codiciado puesto sin antes haber comenzado de petite rate, ni de solista, ni de primera bailarina. Lógicamente esto despertó – como sucede en todas las profesiones- ese sexto pecado capital que se llama envidia y que a Rosita, mujer y artista vulnerable y de gran sensibilidad, le impedía poder disfrutar plenamente de aquellos apoteósicos aplausos que le tributaban sus fervientes admiradores.

Rosita Segovia actuó en el Gran Teatro del Liceo en plena guerra civil. Fue un éxito tan grande el que obtuvo en Sansón y Dalila, que la empresa del Liceo negoció rápidamente con su mánager la presencia en el escenario de la bailarina durante toda la temporada de óperas y zarzuelas de los años 1937 y 1938, en las que compartió el estrellato con el legendario bailarín y coreógrafo Juan Magriñá.